Diferente

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Caminó apurado hacia el comedor, buscando el vaso de fruta que le rogó a la cocinera que le guardara y se fue al patio. Sabía que cuando llegase con sus amigos estos le robarían del vaso porque era la fruta codiciada de muchos: sandía.

Apenas se sentó ahí, una mano se metió en el vaso y le sacó un trozo.

— Les voy a cortar las manos, manga de pajeros —bufó pegándole en la mano a su amigo.

— Es un cubito de fruta nomas —alegó quien le pegó en la mano.

— Cállate, Andy.

— Dios, en este grupo me odian. ¿Alguno vio a Juani? El hijo de puta me iba a devolver el walkman que le presté la semana pasada.

— Sos un pelotudo si crees que te lo va a devolver entero.

— No, sos un pelotudo si crees que de por sí te lo va a devolver —otro de sus amigos se burló, Rocco.

— Qué lindo me trata mi novio —bufó Andy.

— Les gusta hablar mal de la gente aquí, ¿eh? —escucharon al aludido detrás de ellos.— ¿Se acuerdan que les hablé de mi vecino y que se iba a venir a este colegio? Bueno, es este de acá —señaló al chico tras suya.

— Hola —saludo Andy.— Devolvéme mi walkman, Caruso.

— Qué recibimiento le dan a Fran. Te juro que no son así todo el tiempo —le dijo al tal Fran.

— No hay drama —le tranquilizó él, en voz baja.

Esteban se volteó para ver quién era el amigo de Juani, porque sí, los amigos de Juani a veces terminan siendo amigos de ellos.

Se atoró con saliva, sin poder creer lo que sus ojos estaban presenciando: Francisco, Franchi, su Franchi estaba frente a él.

No fue el único en reconocer al otro, pues la palidez de Romero se hizo más notoria al verle la cara. Se veía sorprendido y triste, demasiado para su propio gusto.

— Hola —saludó Esteban en un débil susurro.

Francisco le respondió con un ligero movimiento de cabeza, sin darle mucha atención. Evitó su mirada en todo momento, mientras se sentaba junto a Andy y Rocco, lejos de él.

Rocco comenzó a hablarle de algo que Esteban no sabía qué, pero Francisco se veía muy interesado en el tema, pues le oía preguntar muchas cosas; eso se mantuvo en él. No podía dejar de mirarlo, analizaba sus facciones ya maduras, como ocurría en la adolescencia.

— Dejá de mirarme —le pidió Francisco volteándose hacia él.— Es incómodo.

— Te ves diferente —soltó, claramente no la había pensado mucho. Francisco frunció el ceño.— Perdón.

— ¿Ya se conocían? —Andy y Juani preguntaron al mismo tiempo, mientras que Rocco los miraba atento, amaba el quilombo ese otro.

— Sí —suspiró Francisco.— Pero yo no quiero hablar de eso —enfatizó en lo que quería.

— Franchi-

— Francisco, para ti —le interrumpió.

Los tres podían sentir la tensión entre los dos, aunque venía más que nada de Francisco, quien tenía los ojos más dulces del mundo y que expresaban todo el rencor del mundo.

— Bueno... —Esteban se sintió muy pequeño al ser tratado así por alguien de su edad.

Los adultos le trataban así y ya se había acostumbrado, su madre le trataba así y no podía pelear con ella. Y que alguien de su edad lo hiciera... era chocante.

Un silencio incómodo y pesado se formó entre todos. Francisco se levantó y se fue, disculpándose por su comportamiento y por la muy mala primera impresión que les dio.

— ¡Fran! ¡Espera! —Juani le siguió, dejando a los tres amigos ahí sentados.

— ¿Qué fue eso? —cuestionó Rocco.— ¿Qué tanto odio te tiene?

— No lo veo desde los seis —susurró mordiéndose el labio inferior.— Tiene razón de odiarme, asumo.

— ¿Qué le hiciste? —esta vez fue Andy quien habló.

— Me alejé de él.

— ¿Y por eso...?

— Mi mamá me dijo que lo hiciera —aclaró. Y sus amigos entendieron.— Me re gustaba Francisco cuando éramos chicos, y cuando ella lo supo me alejó de él, fue lo primero que hizo al enterarse.

— Cómo me dan ganas de pegarle a tu vieja a veces —Rocco bufó, enojado y triste a la vez.— ¿Y te fuiste así, sin más?

— Mi vieja me cambió de colegio incluso.

— Acá.

Esteban asintió, sin poder dejar de mirar a la dirección donde Francisco y Juani se habían ido, preguntándose cómo estaba el primero.

[...]

— Abre la puerta —exigió Juani.— Ábrela —su voz se rompió.— Frani, si no la abres la voy a abrir a patadas —amenazó asustado.— Y lo digo en serio.

— ¿Podés dejarme llorar en paz? —se quejó Fran. Estaba sentado en la tapa de retrete con las manos temblorosas, apoyadas en sus rodillas.— No estoy haciendo nada, y me duele que asumas eso.

— Si abres la puerta te dejo llorar en paz, pero asegúrame que no estás haciendo lo que creo que haces.

— Te lo aseguro —prometió.

Pero la duda y arrepentimiento en su voz se notó.

— Dije que me abras la puerta y lo asegures. Voy a patear la puerta en tres segundos.

Francisco bufó y la abrió, viendo a Juani dándole la espalda con una pierna al aire, dispuesto a patearla para sacar a rastras a su amigo.

— ¡Ya la abrí! —gritó.

— Bien —Caruso se volteó y lo miró a los ojos.— Mostráme y me voy.

— Eso no fue lo que pediste.

— Mostráme los brazos —volvió a exigir, esta vez más firme que antes. Y cuando Francisco no se movió, suspiró pesadamente.— No hago esto para torturarte, y mucho menos para hacerte sentir mal.

— Pero lo haces, tu desconfianza me lastima —se secó las lágrimas con los puños.— Te juro que no lo hice. No lo he hecho en dos semanas —dijo, queriendo sacarle una sonrisa a Juani, cosa que resultó.

— ¿Vamos por ese mes? —le preguntó.

— Vamos por ese mes.

— Dale. ¿No me querés decir qué onda con Esteban? Estaba re tensa la cosa.

— Boludeces de cuando éramos chicos —fue su turno de suspirar pesadamente.— Supongo que se me quedó bien dentro.

— ¿Y lo vas a tratar así siempre?

— No quería tratarlo así.

— Y no. Te lo pregunto porque... bueno, Esteban es demasiado sensible.

— Siempre lo fue.

— No, demasiado —recalcó.— Sé que le reiniciaste el cerebro antes de irte.

— Y no entiendo cómo eso es mi problema.

— No digo que lo sea.

Francisco asintió, no sabía qué decir, o tal vez no quería seguir con el tema.

— Tenés clase con él luego —le dijo Juani en voz baja.

— Vos queres que no llegue al mes.

— ¡Sí quiero!

ꜱɪɴᴄᴇ ᴄʜɪʟᴅʜᴏᴏᴅ // ᴇꜱᴛᴇʙᴀɴ x ꜰʀᴀɴᴄɪꜱᴄᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora