22. Miedos

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La tormenta golpeó de madrugada anunciando su llegada con un fuerte estruendo que retumbó en la tierra. Eclipse se enderezó de golpe, con la respiración agitada y las manos sudorosas, veía alrededor sin lograr ubicarse. ¿Qué estaba pasando? El corazón le latía a prisa y el miedo inconsciente comenzaba a formarle un nudo en el estómago. Afuera se escuchaba la pesada lluvia golpeando sobre el techo de la choza, el insistente ruido entregó la única pista de lo que la había arrancado de su sueño. Batallando para pasar saliva intentó tranquilizarse.

-Solo es una tormenta. - Murmuró notando el temblor que comenzaba a subirle por la espalda. Aquello era un miedo irracional, algo que tanto ella como los monjes habían intentado sanar, pero que, al desconocer el origen de dicho miedo, se vieron incapaces de ayudarle con más que solo consejos para evitar que su mente cayera víctima del pánico.

La lluvia continuó cayendo como si alguien desde el cielo estuviera arrojando cubetazos de agua en sobre la isla, el viento soplaba con furia, como intentando llevarse todo lo que se encontrara a su paso, pero no eran ni el viento o la lluvia los causantes de su reacción, si no los truenos, el rugir de las nubes siempre la hacían estremecer y desear dejar de existir. Cualquier cosa era mejor que escuchar aquellas estruendosas detonaciones.

Con los ojos fuertemente apretados y las manos sobre sus oídos, Eclipse temblaba en su lugar en posición fetal. A esas alturas pensar le resultaba casi imposible, paralizada de pies a cabeza apenas fue capaz de escuchar el llamado de Asami quien con gentileza le había puesto la mano sobre el hombro. - Estoy bien. - Habló entre dientes en un ridículo intento por esconder su debilidad.

-Ven aquí. - Escucha las palabras sordas a través del grosor de las manos que intentaban protegerla del ruido. Asami la jala hacia ella y envuelve en un firme abrazo que refuerza al cubrirla con las mantas. ¿En qué momento había llegado ahí? ¿Se había dormido a su lado? Normalmente aquella idea habría bastado para hacerla ruborizar, pero en esos momentos la mente no le alcanzaba para nada. Como una niña pequeña se dejó proteger y se aferró al cuerpo de la ojiverde con la esperanza de que aquello le ayudara a mitigar el miedo.

- Te contaré una historia que jamás he compartido con nadie, ni siquiera Korra. - Pausa para acomodarse mejor antes de seguir. - Enfócate en mi voz. - Le indicó dulcemente. Temerosa libera un profundo suspiro e intenta enfocarse la vibración del pecho de la ojiverde al hablar.

Hiroshi Sato fue un joven criado por su madre en el asentamiento sobre las ruinas de Ciudad República, su padre había muerto a manos de grupos rebeldes antes de que él naciera, pero su madre se encargó de contarle la leyenda que venía de la mano del apellido "Sato" Nunca falló en asegurarle que su padre había sido un hombre inteligente y, habiendo aprendido de su amado, ella misma se dio a la tarea de enseñarle a su hijo a leer para así entregarle la colección de libros que los Sato solían guardar en una vieja casa de barro.

Hiroshi leía libros para pasar el rato, era conocido en el asentamiento por estar siempre dispuesto a responder preguntas difíciles de responder, plantear soluciones e idear medios para facilitarle la vida a los agricultores o criadores de ganado. Ese era el papel que los Sato cumplían en sus comunidades y él lo ejerció gustoso.

La muerte de gente en los asentamientos por las intervenciones rebeldes no era algo raro, Hiroshi lo veía como algo desafortunado, pero natural. Todos sus amigos venían de familias incompletas que habían perdido seres queridos durante las invasiones rebeldes así que ese tema, aunque delicado y plagado de injusticia, era algo prefería no tocar.

Desafortunadamente la madre de Hiroshi murió cuándo él tenía quince años, esto lo llenó de rencor y odio pues su madre había sido todo lo que le quedaba, una mujer dulce e inteligente que siempre le aconsejaba vivir sin enfocarse en el lado negativo de las cosas.

Antología. Futuro Incierto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora