SESENTA Y UNO

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OMNISCIENTE

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Léa se sentó en la mesa junto a Cindy y Anne. Miraba a sus amigos y tenía la sensación de que el tiempo había pasado y a la vez no; seguían siendo aquel grupo de amigos aunque no eran los mismos de siempre, pero eso no le hacía sentir mal, al contrario, sentía que todos habían avanzado y por suerte ninguno se había quedado estancado, aunque a Léa le costó más que a ninguna salir de aquel trance que aún había veces en el que se quedaba un poco perdida.

A diferencia de ella, Hermione si se había quedado atascada y en aquellos tres años la mujer sentía que lo único que había hecho era dar vueltas en un mismo círculo. Es cierto que no era la misma, pero no por el hecho de que hubiese mejorado en algunos aspectos, sino más bien había retrocedido, viviendo en recuerdos la mayor parte de sus días.

Recuerdos que ahora eran parte de su pasado y que no le permitían avanzar. Pero Hermione era quien se limitaba a si misma, ya que se sentía egoísta cada vez que pensaba en el hecho de mirar hacia el frente. Ella sabía que no había hecho las cosas como le hubiese gustado y por eso mismo su conciencia no estaba tranquila, lo que nunca le permitía a ella estarlo.

Era una cadena en forma de círculo a la que ella estaba atada y no podía liberarse, o más bien, así lo sentía ella.
Porque algo que le recalcó Daniel es que ella nunca puso de su parte para realmente avanzar, solo se quedaba esperando que las cosas cambiasen por arte de magia y eso no ocurría en ningún lado, ni siquiera en el mundo mágico.

El mundo de Hermione se había quedado paralizado hace mucho tiempo y tampoco hacía algo para que este volviese a girar. Se había acostumbrado a aquel estilo de vida que tanto detestaba, Hermione había preferido la opción fácil que era no hacer nada.

Incluso ella misma se sorprendía cada vez que era consciente de sus acciones, porque la Hermione que había sido una vez jamás habría hecho lo que ella hacía ahora cada día, y era rendirse. Y aquella cadena interminable comenzó el día que le dio la espalda a Léa sin habérselo pensando mucho, ya que permitió que el miedo tomase el control de la situación.

Aquel día parecía uno interminable para Hermione, no veía el momento de llegar a casa para dormir, aunque luego cuando llegaba la hora se pasaba más horas despierta de las que debía y por ello a la mañana siguiente se tomaba una buena taza de café y azucar o más bien azúcar y café.

Volvió del descanso un poco más tarde ya que se había entretenido haciendo nada en el apartamento. Cuando llegó el lugar estaba más lleno de lo habitual y sus compañeros ya se estaban moviendo dentro del lugar.

Se cambió rápidamente y cuando se acercó a la barra principal del restaurante le pareció escuchar una risa que se le hacía muy familiar. Se detuvo por un momento antes de agarrar el cuadernillo donde apuntaba los comandos, pero negó con la cabeza y no quiso que sus ilusiones le jugasen una mala pasada como en otras ocasiones.

Había fantaseado tantas veces con Léa que se había encontrado en situaciones donde su pecho se encogía y pensaba que su camino se había vuelto a cruzar con el de la rubia, pero después sus ilusiones se hacían pedazos cuando la supuesta Léa se daba la vuelta y no era ella, sino una desconocida que había engañado a su mente.

Se sentía tan ridícula cuando le pasaba aquello, porque le había ocurrido más de una vez y aquella no sería una más.

Volvió a escuchar aquella risa y Hermione cerró los ojos, por un momento sintió que Léa estaba allí con ella. Su pecho se oprimió más que otras veces y la mujer odió estra sintiéndose de nuevo tan vulnerable.

Tenía episodios durante el día en donde las ideas de su mente tomaban el control de todo y le había prometido a Daniel y a sí misma que eso no volvería a ocurrir, que trataría de tomar las riendas de su vida poco a poco. Pero aquel momento estaba siendo tan real que Hermione no pudo evitar ignorarlo.

—Eh, ¿Estás bien?— le dijo uno de sus compañeros, sacándole de sus pensamientos.

—Si, si, lo siento— Hermione asintió rápidamente con la cabeza. Se pasó las manos por su camisa blanca, tenía las palmas sudorosas.

—Lleva estas bebidas a la mesa 11– le pasó la bandeja correspondiente y Hermione asintió, girando su cabeza hacia donde estaba la mesa.

Entonces fue como si todo ocurriese a cámara lenta; la risa de Léa era más que una ilusión, la chica estaba a unos metros, sentada en aquella mesa y dejando relucir su sonrisa, a diferencia de antes que cubría siempre con su mano. Hermione lo vio todo y fue tanto el impacto que dejó caer la bandeja con las bebidas y su compañero aunque detuvo el gran impacto no pudo agarrar uno de los vasos, que se rompió el pedazos al caer contra el suelo y tras eso todo el restaurante se quedó en silencio.

Todos se giraron hacia Hermione, incluso su compañero le dijo algo en un tono de voz alto, pero ella no percibió nada de aquello. Solo la mirada de Léa que colisionó con la suya, aquellos ojos grises volviéndose a encontrar con los de un tono acaramelado.

—Oye– la voz de Andrea resonó en su cabeza y se giró hacia ella, de nuevo fue consciente de todo su alrededor, como si hubiese estado dentro de una burbuja por unos segundos y esta hubiese vuelto a estallar —¿Qué te pasa?

Todos estaban de nuevo absortos en sus propias conversaciones, pero Hermione aún podía notar la mirada de Léa sobre ella.

—Lo siento, es que yo...– Hermione se quedó callada, su respiración era irregular.

No había manera de explicar aquello, de hecho, aún no era consciente de lo que realmente estaba ocurriendo.

Léa y Hermione estaban a metros una de la otra y ambas estaban paralizadas, sin ser conscientes de lo que pasaba a su alrededor, solo teniendo con certeza que se tenían a una poca distancia de nuevo.

Léa se disculpó diciendo que necesitaba tomar aire, pero todos sabían realmente cuál era el motivo del cambio repentino en el rostro de la chica. Todos habían visto a Hermione y lo primero que había hecho había sido mirar a Léa, que su rostro se había quedado más pálido de lo normal.

Hermione vio como la rubia salía del restaurante, su pecho subía y bajaba rápidamente y ya no había rastro de su sonrisa en el rostro. Dudó por un momento y el miedo reforzó las raíces en su interior, recordando el momento en el que esas raíces salieron por primera vez y fue cuando dejó a aquella misma chica escapar de entre sus manos por primera vez.

No se lo permitiría de nuevo, no cuando había deseado cambiar la situación miles de veces.

Ya no le quedaba nada que perder, ¿Qué importaba arriesgarse una última vez?

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<3

Tengo que decir que vuestros comentarios me divierten y MUCHO. Y así como un pequeño secreto, me encanta que os dirijais a mi como "escritora" 😉...

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Con mucho amor, Benny 💌

ᴍᴇʟɪꜰʟᴜᴏ~ ʜᴇʀᴍɪᴏɴᴇ ɢʀᴀɴɢᴇʀ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora