Capítulo 13

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Disclaimer: Los personajes de esta historia son de Rumiko Takahashi.

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KAGOME

–Kagome ¿eres tú? Creí que estabas en alguna ciudad de Europa.

No respondí. La sorpresa de verla parada ahí se había llevado todo mi valor.

–¿Te sientes bien? –Volvió a preguntar.

–¿Eh? –La miré– Solo quería saber cómo está Inuyasha, Naraku me dijo que pidió licencia y que no fue a trabajar toda la semana –Kikyo miró hacia adentro–, pero será mejor que me vaya y vuelva otro día.

Tuve toda la intención de irme, pero de pronto su tono calmado me detuvo.

–Así es, no fue toda la semana a la clínica. Ya sabes cómo es esto, noches largas sin dormir, el pobre termina agotado después de tanta acción.

–¿De qué hablas? –pregunté girándome a verla.

Se hizo a un lado con cautela para que pudiera ver a un Inuyasha, sin camisa y con el torso completamente desnudo, durmiendo tranquilamente en el sofá.

No podía creer lo que estaba viendo, y para ser sincera tampoco lo quise creer aun cuando vi que Kikyo traía signos de haberse dado una ducha. Su cabello aún estaba mojado y para empeorar las cosas, Kikyo se encontraba usando mi ropa. La ropa que había dejado en Yufuin.

Di pasos dudosos hacia atrás tratando de entender lo que pasaba, cuando de pronto vi que Inuyasha mostraba signos de querer despertar.

–Kikyo... –dijo en un susurro.

Aquel nombre salido de sus labios provocó un latido doloroso en mi pecho. La mujer frente a mí sonrió, como si hubiera ganado el premio a la excelencia, mientras que yo solo podía sentirme miserable al contemplar la patética escena.

–No lo diré dos veces Kagome, por eso quiero que te grabes muy bien lo que voy a decir. Inuyasha y yo hemos decidido retomar lo que alguna vez fuimos antes de que tú aparecieras –Se inclinó un poco hacia mí y con aquella mirada fría me sonrió– ¿Lo recuerdas? Hace muchos años me lo quitaste, te metiste en nuestra relación y...

–Yo no hice eso, Inuyasha y yo jamás...

–Hay por favor, no te esfuerces por tratar de negarlo. Sé muy bien que te fuiste de resbalosa y fácil a sus brazos y por eso él me dejó.

–Te dejó porque eras una mala influencia para él –aclaré con ímpetu.

–Y claro, tú llegaste como la gran salvadora ¿O me equivoco? Pues ahora las cosas son diferentes. Y te lo advierto –Me señaló con un dedo–, no te quiero ver cerca de él otra vez porque si no...

–¿Sino qué Kikyo? ¿Serías capaz de hacerme daño?

Su sonrisa se intensificó.

–No querida, el daño te lo haces tú misma viniendo a ver con tus propios ojos lo que Inuyasha y yo hacíamos a tus espaldas –Apreté los puños y tensé mi mandíbula– No sabes lo mucho que nos divertíamos juntos, aquellas agotadoras juntas de trabajo que él te decía no eran más que simples excusas para justificar nuestras intensas y apasionadas noches en su consultorio.

–Ya basta...

–Nos reíamos de ti –dijo burlona–, de la pobre e ingenua Kagome que espera a su esposo todas las noches, cuando en realidad él estaba conmigo disfrutando del mejor sexo de su vida.

ENTRE PROMESAS ROTASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora