el ensayo (parte 2)

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El relato de mi tía Daniela sobre su intento de quitarse la vida, aunque me impactó profundamente, no me sorprendió del todo. Siempre supe que había algo oscuro en su mirada, un abismo de dolor y desesperanza que ningún abrazo o palabra de consuelo podía llenar por completo. Pero saber que mi madre, mi fuente de fortaleza y luz en este mundo, también había luchado contra esos mismos demonios, me estremeció hasta lo más profundo de mi ser.

Recordar esta tarde fatídica cuando Alejandra, mi madre, se abrió a mí con una honestidad brutal, revelándome sus propios intentos de suicidio en su juventud, me llevó a replantearme muchas cosas. Siempre la había admirado por su fuerza y resiliencia, por su capacidad para sobreponerse a las adversidades con una sonrisa en el rostro. Pero esa confesión me hizo verla bajo una nueva luz, más humana y vulnerable que nunca antes.

Y luego está Paulina, mi tía, cuya lucha contra sus propios demonios ha sido una constante en mi vida. A pesar de su aparente dureza, siempre supe que detrás de esa fachada se escondía un corazón herido, lleno de cicatrices invisibles pero profundas. Su valentía al compartir su historia me hizo comprender que el sufrimiento no es exclusivo de unos pocos, sino una carga que todos llevamos en mayor o menor medida.

En base a esa conversación empecé a escribir esa reflexión.

"La historia de mis seres queridos, tejida con hilos de dolor, resiliencia y amor, ha sido una lección que me ha llevado a cuestionar y reflexionar sobre muchos aspectos de la vida. Desde que escuché las confesiones de mi madre y mis tías sobre sus intentos de quitarse la vida, he estado inmersa en una espiral de pensamientos y emociones que me han desafiado y enriquecido en igual medida.

Al principio, la revelación de sus luchas internas me dejó atónita. Siempre había visto a mi madre como una figura de fuerza y luz, una roca en la que apoyarme en los momentos difíciles. Su confesión me hizo darme cuenta de que la fortaleza no siempre viene de la ausencia de debilidades, sino de la capacidad para enfrentarlas y superarlas. Descubrir su vulnerabilidad me recordó que todos somos humanos, con nuestras propias batallas internas que librar.

Por otro lado, la historia de mi tía Paulina me enseñó que las apariencias pueden ser engañosas. Detrás de su fachada de dureza y fortaleza se esconde un corazón herido, marcado por el dolor y la desesperanza. Su valentía al compartir su experiencia me mostró que el sufrimiento no es un signo de debilidad, sino una prueba de la complejidad y la profundidad del ser humano. A través de ella, aprendí a no juzgar a los demás por su apariencia externa, sino a buscar comprender sus experiencias y emociones más profundas.

En conjunto, estas revelaciones me han llevado a una reflexión más profunda sobre el significado de la fortaleza y la vulnerabilidad en nuestras vidas. Ahora entiendo que la verdadera fortaleza no reside en la ausencia de dolor o debilidad, sino en la capacidad para reconocer y enfrentar nuestras propias limitaciones. Es a través de nuestra vulnerabilidad que encontramos conexión con los demás, y es a través de nuestras luchas internas que encontramos la fuerza para seguir adelante.

En resumen, la experiencia de aprender sobre los intentos de suicidio de mis seres queridos me ha llevado a valorar la importancia de la empatía, la comprensión y la aceptación en nuestras relaciones humanas. Aceptar nuestras propias luchas internas y las de los demás nos permite construir relaciones más profundas y significativas, basadas en el amor y la compasión. Es una lección que llevaré conmigo a lo largo de mi vida, recordándome siempre que, incluso en los momentos más oscuros, hay luz y esperanza si nos apoyamos mutuamente"

Al día siguiente entregue ese trabajo.

Pov narrador.

La profesora García recorrió la pila de trabajos con una mezcla de resignación y cansancio. Sabía que leer las reflexiones de sus alumnos sobre temas tan delicados como el suicidio sería una tarea difícil, pero necesaria. Tomó el primer ensayo y comenzó a leer, preparada para lo que seguramente sería una serie de reflexiones superficiales y desinteresadas.

Sin embargo, a medida que avanzaba por las páginas, algo comenzó a cambiar en la profesora García. Las palabras de Angela, resonaban en su mente de una manera inesperada. Se sumergió en la historia de las luchas internas de la familia de Angela, sintiendo la profundidad de sus emociones y la sinceridad de sus reflexiones.

La historia de Angela sobre las confesiones de su madre y su tía la conmovió profundamente. La manera en que describía el impacto de esas revelaciones en su propia percepción de sus seres queridos era honesta y conmovedora. La profesora García se encontró a sí misma conectando con las experiencias de Angela de una manera que no había anticipado.

A medida que terminaba de leer el ensayo, la profesora García se sorprendió al encontrarse con lágrimas en los ojos. No había esperado que un trabajo de un alumno tuviera un impacto tan profundo en ella. La sinceridad y la vulnerabilidad de Angela la habían tocado de una manera que no podía ignorar.

Se quedó sentada por un momento, reflexionando sobre lo que acababa de leer. La historia de Angela no solo había superado sus expectativas, sino que también la había hecho reconsiderar su enfoque hacia sus alumnos. Se dio cuenta de que detrás de cada tarea había una historia, una voz que merecía ser escuchada y valorada.

Con una renovada sensación de propósito, la profesora García se levantó y continuó con la pila de trabajos, ahora con una nueva apreciación por el poder de las palabras y la importancia de escuchar las voces de sus alumnos.

La profesora García cerró la puerta de su despacho con un suspiro de satisfacción. Había tomado una decisión que esperaba sería bien recibida por dos de las madres de sus alumnos más destacados. Sofía y Alejandra, las mamás de Ángela, habían sido convocadas a una reunión especial.

Con un gesto decidido, la profesora García tomó el teléfono y marcó los números correspondientes. Después de unos momentos, escuchó la voz de Sofía al otro lado de la línea.

"Sofía, soy la profesora García. ¿Podrías pasar por mi despacho esta tarde? Tengo algo que me gustaría discutir contigo y con Alejandra."

La voz de Sofía se mostró intrigada pero asintió con prontitud, asegurando que estaría allí puntualmente. Con la llamada terminada, la profesora García se tomó un momento para reflexionar sobre lo que estaba a punto de hacer.

Horas más tarde, Sofía y Alejandra entraron en el despacho de la profesora García, con una mezcla de curiosidad y expectativa en sus rostros.

"Gracias por venir", comenzó la profesora García, con una sonrisa cálida. "He llamado a ambas aquí hoy porque quería compartir algo especial con ustedes sobre sus hijas."

Las mamás intercambiaron miradas intrigadas mientras la profesora García procedía a elogiar el trabajo de Ángela en la tarea reciente sobre la reflexión del tema del suicidio.

"Ángela escribió un ensayo que me conmovió profundamente", explicó la profesora García. "Sus palabras fueron sinceras, reflexivas y llenas de empatía. Me mostraron un lado de su historia familiar que no conocía, y me hizo darme cuenta de la fuerza y la valentía que hay detrás de cada una de ellas."

Sofía y Alejandra escuchaban con atención, sus corazones hinchándose de orgullo por su hija. La profesora García continuó elogiando la forma en que Ángela había abordado el tema con sensibilidad y comprensión, destacando la importancia de su voz en la conversación sobre la salud mental.

"Quería felicitarlas a ambas por criar a una niña tan increíble", concluyó la profesora García, con una sonrisa emocionada. "Ángela es una inspiración, y estoy segura de que con el apoyo de madres como ustedes, seguirá brillando con luz propia."

Sofía y Alejandra se miraron entre sí, sus ojos brillando con lágrimas de orgullo y gratitud. Abrazaron a la profesora García conmovidas por sus palabras, sintiendo un renovado sentido de aprecio por el increíble regalo que era su hija.

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