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Si pudiera inclinarme un poco hacia delante, hundiría la nariz entre su pelo. Huele a limpio, a fresco, a gloria, pero estoy firmemente atado al asiento y no puedo moverme. Levanta la mirada hacia mí y sonríe, como si le divertiera esa broma que sólo el entiende. Le brillan los ojos. Está tentadoramente cerca. Contengo la respiración mientras me aprieta una de las bandas superiores.

-Estás seguro. No puedes escaparte -me susurra -Respira Roier -añade en tono dulce.

Se incorpora, me acaricia la mejilla y me pasa sus largos dedos por debajo de la mandíbula, que sujeta con el pulgar y el índice. Se inclina hacía delante y me da un rápido y casto beso. Me quedo impactado, revolviéndome por dentro ante el excitante e inesperado contacto de sus labios.

-Me gusta este arnés -me susurra.

¿Que? Se acomoda a mi lado, se ata a su asiento y empieza un largo protocolo de comprobar indicadores, mover palancas y pulsar botones del alucinante despliegue de esferas, luces y mandos. En varias esferas parpadean lucecitas, y todo el cuadro de mandos esta iluminado.

-Ponte los cascos -me dice señalando unos auriculares frente a mí.

Me los pongo y el rotor empieza a girar. Es ensordecedor. Se pone también los auriculares y sigue moviendo palancas.

-Estoy haciendo todas las comprobaciones previas al vuelo.

Oigo la incorpórea voz de Spreen por los auriculares. Me giro y le sonrió.

-¿Sabes lo que haces? -le pregunto.

Se gira y me sonríe.

-He sido piloto cuatro años, Roier. Estás a salvo conmigo -me dice sonriéndome de oreja a oreja -bueno, mientras estemos volando -añade guiñándome un ojo.

¡Spreen me ha guiñado un ojo!

-¿Listo?

Asiento con los ojos muy abiertos.

-De acuerdo, torre de control. Aeropuerto de Portland, aquí Charlie Tango Golf-Golf Echo Hotel, listo para despegar, espero confirmación, cambio.

-Charlie Tango, adelante. Aquí aeropuerto de Portland, avance por uno-cuatro-mil, dirección cero-uno-cero, cambió.

-Recibido, torre, aquí charlie Tango. Cambio y fuera. En marcha -añade dirigiéndose a mí.

El helicóptero se eleva por los aires lenta y suavemente. Portland desaparece ante nosotros mientras nos introducimos en el espacio aéreo, aunque mi estómago se queda anclado en Oregón. ¡Wow! Las luces van reduciéndose hasta convertirse en un ligero parpadeo a nuestros pies. Es como mirar al exterior desde una pecera. Una vez en lo alto, la verdad es que no se ve nada. Está todo muy oscuro. Nisiquiera la luna ilumina un poco nuestro trayecto. ¿Cómo puede ver por dónde vamos?

-Inquietante, ¿verdad? -me dice Spreen por los auriculares.

-¿Cómo sabes que vas en la dirección correcta?

-Aquí -me contesta señalando con su largo dedo un indicador con una brujula electrónica. Es un Eurocopter EC135. Uno de los más seguros. Está equipado para volar de noche. -me mira y me sonríe -En mi edificio hay un helipuerto. Allí nos dirigimos.

Los Juegos Oscuros De Un MillonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora