Tejiendo Destinos Divinos

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"En el Olimpo, donde las cumbres eternas se elevan por encima de las nubes y los ecos de los truenos resuenan entre los valles divinos, los dioses se reunían en el gran salón de mármol, envueltos en la luz dorada del sol perpetuo. Allí, entre las columnas esculpidas con las historias de los siglos y el aroma del néctar celestial, los poderosos de la antigüedad forjaban los destinos de la humanidad.

En el centro de la sala, un gran telar divino se alzaba como un monumento a la creación misma. Sus hilos, tejidos con la esencia misma de los mitos eternos, fluían en patrones intricados y complejos, formando un tapiz que abarcaba el tiempo y el espacio. Alrededor del telar, los dioses se congregaban en silencio, sus miradas centelleando con la sabiduría de los siglos y la intriga de los mortales que esperaban su destino.

Zeus, el padre de los dioses y los hombres, se erguía majestuoso en su trono de truenos, su semblante sereno pero con un destello de autoridad divina en sus ojos. A su lado, Atenea, la diosa de la sabiduría y la estrategia, manejaba con destreza los hilos del destino, su mirada aguda y concentrada en el trabajo ante ella. Y en las sombras, Hades, el señor de los muertos, observaba en silencio, su presencia oscura y misteriosa como una sombra en la noche eterna.

El ambiente en el salón divino estaba impregnado de una energía antigua y poderosa, como si el propio universo aguardara con aliento contenido el resultado de la labor divina. Los susurros de los dioses se entrelazaban con el murmullo de las corrientes celestiales, creando una sinfonía de misterio y grandeza que llenaba el aire con una sensación de anticipación."

Presente, en el Pueblo.

La mañana se deslizaba entre las grietas de los edificios, pintando el pueblo con tonos de ámbar y violeta. Jezebel y Han se encontraban en un pequeño café al final de la calle principal, susurros de conversación y el aroma del café recién hecho llenaban el aire a su alrededor.

Jezebel jugueteaba con el borde de su taza, su mente aún atormentada por las imágenes de aquella noche . Han observaba con preocupación la expresión sombría de su amiga, preguntándose cómo podría ayudarla en su búsqueda de respuestas sobre Joans.

-Jezebel-comenzó Han con cautela-¿estás segura de que esto es lo correcto? Podría ser peligroso seguir adelante con esto.

Jezebel levantó la mirada, sus ojos reflejando una determinación inquebrantable.

-Lo sé, Han, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Necesito entender qué le está pasando a Joans, y haré lo que sea necesario para descubrir la verdad.

Han suspiró, resignado ante la determinación de su amiga.

-Está bien, entonces. Pero prométeme que serás cuidadosa, ¿de acuerdo?

Jezebel asintió con solemnidad.

-Lo prometo.

Decididos, los dos amigos comenzaron a trazar un plan. Decidieron que su mejor opción era investigar el pasado de Joans, buscando pistas que pudieran arrojar luz sobre su misterioso comportamiento reciente.

Mientras tanto, en otro rincón del pueblo, Joans se encontraba en una encrucijada. Sentado en su apartamento oscuro, su mente estaba llena de dudas y temores. Se preguntaba si debería revelar la verdad a Bell, o si seguiría ocultando sus secretos más oscuros.

De repente, el sonido del timbre lo sacó de sus pensamientos. Al abrir la puerta, se encontró con la figura de Hannah que lo había estado siguiendo.

-¿Qué estás haciendo aquí?- preguntó Joans, su voz llena de tensión.

Hannah lo miró fijamente con ojos penetrantes antes de responder con suavidad.

-Solo vine a visitarte, Joans. Bell me dijo que nuevamente te habías ido sin avisar y... bueno, estoy preocupada por ti.

Joans cerró los ojos por un momento, intentando calmarse. Abrió la puerta un poco más y se hizo a un lado, invitando a Hannah a entrar.

-Pasa. - Dijo en un tono algo más relajado.

Hannah entró al apartamento y se dirigió hacia la sala de estar, notando el desorden y la oscuridad que parecían reflejar el estado interno de Joans.

-Joans, todos estamos preocupados por ti. - Dijo, sentándose en el sofá. - Bell está especialmente afectada. Sabes cuánto te importa.

Joans se dejó caer en una silla frente a Hannah, su rostro mostrando una mezcla de culpa y frustración.

-Lo sé, Hannah. Pero hay cosas que... simplemente no puedo explicar. No quiero que se preocupen, pero tampoco puedo evitarlo.

Hannah se inclinó hacia adelante, con una expresión de compasión en su rostro.

-Joans, si no puedes hablar con Bell o conmigo, al menos habla con alguien. No puedes llevar todo esto solo.

Joans suspiró, dejando que el peso de sus preocupaciones lo abrumara.

-No es tan simple, Hannah. 

Hannah se levantó y se acercó a Joans, colocando una mano sobre su hombro.

-Todos tenemos cosas que nos atormentan, Joans. Pero no estás solo. Deja que Bell y yo te ayudemos. Yo te quiero y estoy dispuesta a luchar por ti.

Joans miró a Hannah con ojos llenos de gratitud y tristeza.

-Lo intentaré, Hannah. Prometo que lo intentaré. Solo necesito un poco más de tiempo.

Hannah asintió, entendiendo la dificultad de la situación.

-Está bien. Tómate el tiempo que necesites, pero no te alejes demasiado. Nosotros estaremos aquí para ti, siempre.

Mientras tanto, Bell se encontraba en su propia encrucijada. Sus pasos resonaban en el pasillo del apartamento de Joans mientras se acercaba a la puerta, su corazón latiendo con una mezcla de ansiedad y determinación. Al llegar, no dudó en llamar al timbre, esperando que Joans estuviera del otro lado, listo para escuchar lo que ella tenía que decir.

El sonido del timbre resonó en el silencio del apartamento, y Joans se quedó momentáneamente paralizado, mirando hacia la puerta con una mezcla de sorpresa y temor. ¿Quién podría estar llamando a esta hora?

Hannah, que estaba junto a Joans, también se sobresaltó ante el inesperado visitante. Sus ojos se encontraron brevemente antes de que Joans se levantara para abrir la puerta.

Al abrir, Joans se encontró con Bell parada frente a él, su expresión una mezcla de sorpresa y preocupación.

-Bell, ¿qué haces aquí? -preguntó Joans, tratando de ocultar su sorpresa.

Bell lo miró fijamente, con una determinación inquebrantable en sus ojos.

-Joans, no vengo a pelear solo necesitamos hablar -dijo con voz firme, decidida a no ser disuadida.

Hannah observaba en silencio desde el fondo de la habitación, sintiendo la tensión en el aire mientras esperaba a ver cómo se desarrollaba la situación.

-¿Bell? -Joans frunció el ceño, preguntándose qué podría ser tan importante como para que Bell apareciera así de repente.

-Es importante, Joans. Por favor, déjame entrar -insistió Bell, su tono urgente.

Joans vaciló por un momento, pero finalmente hizo un gesto para que Bell entrara, sintiéndose intranquilo por lo que podría estar a punto de revelarse.

Hannah se mantuvo en silencio, observando la escena con curiosidad mientras Bell y Joans se enfrentaban en el centro de la habitación.

-¿Qué está pasando Bell? -preguntó Joans, con una mezcla de confusión y ansiedad.

Bell respiró hondo, reuniendo valor antes de comenzar a hablar, con Han observando desde el umbral de la puerta, sintiendo la tensión en el aire mientras se preparaba para lo que vendría a continuación.

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Ecos de un Amor PerdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora