Cap 11

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Nadie lo ve, nadie lo escucha y nadie sabe que existe. ¿Como pueden entenderme? Si lo que es invisible en sus ojos es real en los míos. 

¿Cómo explicarles que él asesino que tanto buscan esta constantemente frente sus ojos y no se dan cuenta?
 
Me habían expulsado de la comisaria y por mas que insistía en entrar los oficiales me prohibían el paso. 

La gente me observaba con extrañeza y lastima, pero ellos no entendían que mientras perdían el tiempo haciendo requisar la comida un hombre estaba siendo asesinado. Se le notaba el espamento en sus rostros y la forma en la que creían que estaba bajo los efectos de algún alucinógeno. 

—¡Estoy bien! No estoy drogada, no se que mierda hablan— grite mientras me alejaba de la puerta de entrada para dirigirme hacia mi coche.

Claramente no me creían y apenas había abierto la guantera del auto todo se me había caído. 

¡La puta madre que lo…!

Me agache rápidamente a alzar el espejo y sin importarme haberme golpeado la cabeza en el proceso me fije en el.

—¡Azkeel! —mencione su nombre —¡Azkeel! 

¡Maldita, sea!

Repetí aquella acción mas de una vez con la esperanza de recibir alguna respuesta, pero nada. Solo mi imagen era lo que el espejo me devolvía y por alguna razón sabia que ya era demasiado tarde.

Tire el espejo a un lado y golpee el volante. Si no hubiera venido esto no sucedía. ¿Por qué tuve que tomar esta decisión tan estúpida? 

No podía evitar culpabilizarme porque era mi problema. Era a mi a quien se había pegado como una garrapata ese ser. Él se había colado en mí vida y gracias a eso estaba quitándoselas a otros. 

¿Qué podía hacer yo? Si todo se estaba saliendo de control y detestaba esta impotencia. 

—Lo mato, frente mis ojos. Siempre fue él— musite por lo bajo y lleve mi frente hacia la mesa. 

La frustración me pasaba factura. Después de todo no pude salvarlo, no logre hacer nada y básicamente soy una completa inútil. Soy tan inútil que todavía no tengo la remota idea de porque me esta sucediendo todo esto.

—¿Porque no me dijiste que ibas a ir? — pregunto Tomás 

—No lo se, no quería comprometerlos 

—¿Pensaste en lo arriesgado que fue que te acercaras a ese lugar? Te pudieron haber arrestado — replico él.

Aquel joven se encontraba reclinado en su asiento con las piernas flexionadas y sus brazos cruzados. Mismas piernas que eran tan largas que podía sentir como la punta de sus pies chocaban con los míos estando en una distancia significante.

—No, y tampoco entiendo porque dices que fue arriesgado, si no hice nada malo.Es mas ni me escucharon, entendes — levante mi rostro y me refregué los ojos. Me negaba a llorar frente de él o cualquier otra persona que pudiera ver lo débil que podía llegar a ser.

Ya me rompí una vez, no voy a hacerlo dos veces.

Mientras tanto Tomas se limito a verme y soltó un suspiro con cierto cansancio. Me observaba con atención y de una manera particular.

Cuando los espejos Resplandecen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora