Lunes.

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Las llamas de aquel día irradiaban el infierno mismo en la ciudad, no soportaba aquella alucinación. El día tormentoso se comportó en la más cambiante sonrisa, cuándo llegué a esas vías con la esperanza en alza.

Con tres misterios al ras de esas puertas, dude de ti.

- Vendrá - escuché.

Esa dulce anciana me dedicó una esperanzadora sonrisa, con una esperanza tras bambalinas, perdidas en esas escaleras automáticas.

La vocecilla detectada en ese micrófono no ayudó al anunciar la siguiente parada, con ese tintineo de fondo.

Sí supieras que por ti llevó mí falda más bonita, sí supieras que por ti escondo este fulminante corazón perdido. Por ti escondo aquel temblor debajo de mis tobillos al verte pasear.

El movimiento andante de ese vagón inició con ese parloteo, con ese repentino sonido.

- Te lo dije - mencionó la mujer con mí sorpresiva sonrisa.

Aquellas botas encadenadas eran más que reconocibles ante mí oído percebe. Al fondo de esa micro-estación, no había más que la dedicación de un campeón.

- Mí velocista - susurré.

Sí de esas cadenas dependiera el fin de nuestros encuentros, serían el mayor de los milagros. Con esa fugaz interrupción, esas puertas se abrieron con ímpetu.

Tú asiento estaba ocupado y con tú sudor allanado, tomaste aquel manojo por encima de mis cejas. Me miraste con esplendor, y más que un unísono grito interior, reaccioné a mis pupilas inundadas y su catástrofe en un parpadear.

Suspiraste.

Al mirarte apartaste la vista.

¿Qué debí hacer contigo, mí amor?

Quizás, sí fuera especial, sí fuera de revista, podría allanar esa repentina decepción, esa creativa desesperación.

JUEVES

Esa tarde no paré de imaginar aquella mirada aceptada, sin el fuero más incompetente de mí cobardía.

- Vamos, Eni, animate - repitió.

- ¿Crees qué puedo animarme después de despreciar una mirada suya? - le pregunté - ¡Es un desvelado, no! - exclamé.

Ella negó con la cabeza.

- Siempre eres depresiva... Déjame darte una sonrisa - carraspeo - sé su nombre - declaró.

Describir el chispazo que me levantó de esa butaca era irreconocible.

- Dilo - exigí.

Con aquel dedo índice negó.

- Veamos, ¿Qué recibiré a cambio? - preguntó.

- ¿Un gracias y un golpe de por medio? - insinúe.

Una vez más, negó con aquel dedo.

- Iré al grano... ¡Haz algo al respecto! - exclamó. El escalofrío qué recorrió mis huesos me invadió por completo -: digamos qué no haces nada, ¿Qué esperarás? ¿Una palmada y el hecho de nunca verla otra vez? - negó con la cabeza - llevas un maldito año intentando hablar con ella y no haces nada... - reprendió.

- Casi un año; aún falta una semana para ese 11 de marzo - le corregí.

- Cómo sea, debes hacer algo... O yo haré algo al respecto - insinúo.

- ¿Qué diablos...? - intenté preguntar.

- Merlina es una bella chica, maja cómo dijeron por ahí; no estaría mal una probada - río.

- ¡Ni te atre...! - paré en aquel momento.

¿Había escuchado mal?

¿Ella tenía nombre... Al fin?

- Oh, Enid, eres una cosita... Eres una criatura sumamente viscosa - río - sí no le confiesas que estás locamente enamorada... No sé lo que signifiquen esos ojitos - mencionó.

Merlina... Ese nombre nunca me iba a vacilar.

- Es la hija de un aristócrata importante, va en este mismo plantel y normalmente, espía a sus presas - declaró.

- ¿A qué te refieres? - pregunté.

- Puede qué la haya visto lejos, pero lejos, lejos, en las calles por donde pasamos - insinúo.

[WEDNESDAY] Jueves.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora