Jack Skellington caminaba errante y confuso con las manos tras su espalda por el siniestro bosque colindante con la ciudad de Halloween. Tras sus pies que se hundían a cada paso bajo la marchita hojarasca, iba Zero.
Cada año era lo mismo. Mismo número, mismo papel, mismos sustos y mismo resultado.
Era el rey calabaza. Todos lo ovacionaban al término de su representación, pero después todo terminaba y había que hacer los mismos preparativos para el año próximo.
Un año era mucho tiempo. Y Jack que sentía unas fuertes ansias de aventura, no podía esperar.
–Vamos, Zero– pensativo, Jack se quitó una de sus costillas y la arrojó hacia el yermo y desolador paraje.
Cada año sucedía lo mismo. Terminada la coronación era como si todo el entusiasmo y brío abandonarán su huesudo cuerpo como un exhalido. Y no quedaba nada más.
Ya había arruinado la navidad una vez. Había aprendido de sobra su lección.
¿O no?
Jack avanzó otro tramo al ver a su fantasmagórico perro dar vueltas alrededor del claro.
–¡Zero, ven aquí!– le llamó, tratando de atraerlo con otra costilla.
Zero ladró en respuesta. Su nariz se iluminó y Jack terminó de acercarse al claro.
Las mismas puertas que vio el año anterior seguían ahí.
Jack se llevó un huesudo dedo a la barbilla. Su curiosidad no tenía límites. Ya sabía lo que había tras la puerta del pino, pero ¿Qué había tras las otras?
–No debería– se dijo, viendo detenidamente las coloridas figuras. Estaba aquella forma ovoide por la que Lock, Shock y Barrel extrajeron al señor conejo. Luego había una extraña ave en otro de los troncos. Un simple trébol y...esa extraña figura roja como la sangre.
¿Habría algo tétrico allí? ¿Algo por lo que valiera la pena arriesgarse?
Los huesudos dedos de Jack encontraron la perilla de la puerta, pero antes de girarla, cedió y se volvió a Zero.
–Es muy mala idea.
De pronto la puerta se abrió y Jack se sintió absorber por una ventosa fuerza centrífuga que tiró de él hasta hacerlo caer dentro.
–¡Otra veeez!– exclamó Jack durante la caída, tratando de asirse infructuosamente a algo. Giró sobre si mismo y cayó. Y siguió cayendo vertiginosamente en el vacío, girando y girando hasta que su espalda topó con un espeso arbusto.
Al levantarse se dio cuenta de que había caído en la jardinera lateral de un gran caserón. Las amplias ventanas de celosía eran muy diferentes a las que estaba habituado a ver Jack en la ciudad de Halloween.
Quiso echar un vistazo al interior de la vivienda, pero el silbido de un vendedor ambulante lo hizo volver su atención hacia la calle.
Emocionado, Jack se aventuró a mirar entre los rosedales a aquel hombre que empujaba una especie de carromato construido en un resistente artesonado de madera.
El vehículo estaba rodeado de toda suerte de artilugios que iban desde enormes ramos de rosas, hasta llamativas cajas forradas en satén.
Jack miró asombrado del otro lado de la acera. Ahora que se fijaba mejor, había varios vendedores ambulantes exhibiendo y anunciando artículos similares.
Fragancias exageradamente escandalosas, dulces y una gran variedad de chocolates.
Jack no lograba ubicar casi nada de lo que veía, sin embargo, aquello le recordó vagamente a la aldea navideña. Había regalos por doquier, pero no se parecían en nada a los juguetes que repartía Santa Atroz. Tampoco había duendes o nieve blanca cayendo. De hecho, el clima era bastante fresco y había flores por todos lados a donde Jack miraba.

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Decisiones.
FanfictionVictor Van Dort conoce a Jack Skellington. Crossover: Pesadilla antes de Navidad y el cadáver de la novia. [JackxVictor]