XVI

256 38 5
                                    

Veo como coge aire y sus ojos se desvían hacia ninguna parte. Se muerde el labio en un claro acto de nerviosismo y veo que está dudando entre decirme la verdad o mentirme. No sé cual me hará más daño y si estoy realmente preparada para que me responda, pero tengo derecho a saberlo.

—Te lo diré única y exclusivamente porque ya te lo han comunicado antes, aunque no es mi derecho a decírtelo —suspira e instantes después, irgue la espalda —. Cuando te dijeron que estuviste alrededor de dos años en coma por culpa de un accidente de coche, no era una simple broma de mal gusto.

La noticia me sienta como un rayo en el pecho y me empieza a doler la cabeza. Empiezo a notar cosquillas en la punta de los dedos nada más escuchar la cruda realidad y comiendo a no poder respirar debidamente. ¿Cuántos años tendré yo ahora? ¿Cuántos cursos me habré saltado? Por pura lógica y con los escasos datos que me han dicho, debería de estar ya en la universidad, disfrutando de mi "independencia".

Las piezas del puzzle empiezan a encajar y algo hace "click" en mi cabeza. Es por eso no reconocía a la chica del espejo antes, porque hacía siglos que no se miraba en uno. Sus facciones se han ido afilando con el paso del tiempo y los huesos se han ido haciendo paso en su figura conforme los días.

Estoy empezando a verlo todo blanco, comenzando desde el filo de mi visión hasta lo más cercano a ella. Sólo consigo entrever a un chico alto y rubio de ojos hielo mirándome, hablándome, pero sin llegar a escucharle; hasta que de repente, todo aquello que yo había comenzado a ver blanquecino se oscurece, sumergiéndome de nuevo.

[...]

Al abrir nuevamente los ojos, especulo que ya es de día por la claridad que empieza a asomarse por la ventana. Intento mover el brazo pero un pinchazo de dolor me cruza la mano y al girar mi cuerpo en dirección a la procedencia del dolor, veo que me han abierto una vía nueva.

Volteo la cabeza nuevamente y veo a mi madre durmiendo a mi lado y pese a que me muero de sed, no quiero despertarla. Al incorporarme me mareo ligeramente, pero se me pasa en tan solo unos segundos. Cojo el gotero que tengo conectado a mí y echo a andar por los pasillos del hospital, rezando para que no me pierda en ellos porque los veo todos exactamente igual.

Luke está durmiendo en el suelo al lado de la puerta de mi habitación y me sorprende la escena. Un "menudo imbécil, quedarse a dormir aquí por alguien que aún no sabe ni quién es" cruza mi mente pero prefiero callármelo para mis adentros. Hay una niña pequeña apoyada sobre su regazo y él la está abrazando. Esta niña pequeña no tiene nombre aún para mí, pero recuerdo verla llorando mientras corría hacia mí para que la abrazara.

Al fin, gracias a las escasas indicaciones en los pasillos, consigo llegar a una especie de cafetería de mala muerte dentro del hospital y pido un vaso de agua, pero la enfermera de turno me explica que al ser una interna solo tendría que haber pulsado un botón en la habitación y algún compañero suyo se habría acercado. Me disculpo por el error y le explico que aún soy novata en esto, pero aún así, me tiene un vaso de agua acompañada de una sonrisa y me acompaña de vuelta a mi habitación, solo para mostrarme el botón adecuado y marcharse de nuevo deshaciendo sus pasos.

Al rato de estar en mi habitación sin ningún entretenimiento más que el ver a mi madre durmiendo, Luke se despierta y a la lejanía escucho unos gruñidos roncos, unos cuantos insultos por parte del mismo y algún que otro "crack" al crujirse los huesos. El rubio aún con la enana en brazos dormida, corrige su postura y empieza a hablar con el receptor de esos insultos por haber sido el motivo de su despertar. Instantes después, veo como una extraña cabellera rosa chicle aparece reclinada sobre el marco de la puerta, y dos ojos verdes me buscan. El chico, mueve las cejas en mi dirección al localizarme encima de la cama y pregunta un "¿estás visible?" antes de entrar.

—No te había llegado a contestar —espeto —. ¿Y si no lo estuviera?

—No sería nada que ya no hubiera visto —ríe ante su broma fácil, carraspea, y continúa con su monólogo. —Ya era hora de poder hablar contigo, mileidy —el chico de pelo estrafalario ríe nuevamente y me dedica una mirada. —Yo soy Michael, un placer. Te conocí cuando me partí la pierna hace unos meses y te pusieron como mi compañera de habitación. No es que fueras gran compañía... pero al tonto este de aquí le agradaba hablar contigo todos los días.

Luke le pega un codazo en el costado disimuladamente, pero yo lo he llegado a ver. Michael me coge la mano y me la besa como los príncipes en los cuentos, ganándose otro codazo en las costillas por parte de Luke.

—Encantada Michael —pauso, cogiendo una nueva bocanada de aire. —¿Sabéis dónde puede conseguir una chica de dieciséis años un teléfono hoy en día en un hospital? Quisiera llamar a mis amigas, a mí novio... básicamente, volver a ser yo.

—¿Te sabes sus números? —niego con la cabeza ante su pregunta.

—Nunca he tenido la necesidad de hacerlo, pero bueno, ya hablaré con ellas cuando se pasen a visitarme.

—Madeline —apela Luke, llamando mi atención —, aquí los únicos que te visitábamos éramos tu madre, tu hermana, y yo.

—¿Mi hermana? ¿Qué hermana? ¿Y por qué no han venido?

Amnesia [l.r.h.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora