And he is stronger than he's ever been (he knows)

Fair

Carlos envió el mensaje.

La pierna le hacía tictac, los dientes le atacaban el labio y no podía dejar de resoplar. Charles estaba a su lado, totalmente tranquilo y paciente, con los dedos entrelazados mientras el más joven se desplazaba por TikTok y, de vez en cuando, le daba la vuelta al teléfono para que Carlos y él pudieran reírse juntos de lo que fuera que tuviera tantas ganas de enseñarle.

Tenían toda la rutina hecha una ciencia. Llevaban colándose en la habitación de Carlos desde que empezaron a salir, el español incluso había memorizado los horarios del cura y los supervisores para saber cuándo era seguro que su novio viniera.

Vivía en una residencia religiosa para universitarios, y estaba terminantemente prohibido que nadie que no viviera allí entrara en las habitaciones de los internos. Era -supuso Carlos- un acuerdo para evitar que mantuvieran relaciones sexuales y "alteraran el orden público", aunque nunca había preguntado. A ninguno de los chicos se le permitía llevar chicas más allá de la biblioteca y las zonas de estudio, pero Charles no era una chica, así que era más fácil colarlo sin que se dieran cuenta. A veces bastaba con que llevara una capucha y mirara hacia el otro lado al pasar un supervisor -si se cruzaban por los pasillos-, pero eso no funcionaría siempre, y Carlos no podía arriesgarse a que lo expulsaran, así que decidieron ir a lo seguro e idear un nuevo plan.

Ese nuevo plan, que se estaba desarrollando en ese momento, era bastante sencillo y tenía una tasa de éxito del 100%. Había funcionado a la perfección durante dos años y contando... Sólo requería un poco de paciencia.

"Oye, ¿cuándo iba a venir tu padre a la ciudad?" preguntó Charles, probablemente dándose cuenta de sus estresantes y recurrentes miradas hacia su teléfono, esperando un mensaje.

"El martes que viene, creo. Tiene una conferencia por aquí y se pasará. ¿Por qué?"

"Mamá me preguntaba si querías venir a cenar". Contestó, y luego desbloqueó sus dedos para poder enviarle un mensaje de texto con la rápida respuesta a su madre.

Carlos sonrió disculpándose. Quería a Charles con toda su alma y su corazón, y sabía que sus hermanas también. Sólo tenía miedo de decírselo a sus padres. Sabía que probablemente no reaccionarían muy mal, pero eran católicos, y nunca se sabía hasta qué punto tomaban la Biblia al pie de la letra, o hasta qué punto creían lo que decía un cura sólo porque era cura. Nunca había preguntado, siempre temeroso de una respuesta, y había aprendido a vivir su vida amorosa separada de su vida familiar, algo que, como se había dado cuenta con Charles, le estaba matando por dentro.

Le encantaba cómo era siempre bienvenido en casa de los Leclerc, y le encantaba cómo Charles lo mostraba orgulloso, como diciendo "es mi novio, es lo mejor de mí". Él también quería poder decir eso, y quería que sus padres supieran que había alguien con quien compartía su vida, alguien a quien quería, que le correspondía, que le cuidaba, y le hacía reír, y alegraba un poco los días grises.

Y odiaba sentirse como un maldito pecador cada vez que quería tener un rato a solas... conocía la postura de la residencia sobre la homosexualidad, y era un billete tanto para la expulsión como para el Infierno. Por supuesto, nunca dirían eso, recogerían cualquier tontería que Carlos hubiera hecho a lo largo de los años y la utilizarían como excusa para no parecer homófobos, pero sería expulsado de todos modos, y sabía que sus padres querían que viviera allí en lugar de por su cuenta.

Creía en Dios, en un Dios que era bueno, amable y misericordioso; no del tipo que te arrojaría del infierno simplemente por amar a otro ser humano. Para él, era bastante fácil. Su Dios era perfecto, y la perfección incluía comprensión y justicia. Para otras personas, sin embargo... a veces sentía como si no compartiera la misma deidad que otros católicos, pues creían en entidades completamente diferentes. Para Carlos, Dios era amor. Para otros, era un juez despiadado.