CAPÍTULO 20 - PARTE 2 - Coven: Recuperarla

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—¡¡JODER!! —gritó Coven furioso y lleno de impotencia. No habían llegado a tiempo. Era otra vez presa de la ansiedad. La perdía...

Herlen y Semyon estaban a su lado, sin moverse. Herlen visiblemente afectado. El óbito había llegado segundos antes que los vampiros, pero no había sido suficiente. Se llevó las manos a la cabeza, indeciso. Cogió el móvil y llamó a Insomnia.

—¿Dónde se la lleva? —exigió bastante exaltado. Colgó cuando escuchó a la hacker.

—Ha debido ser Golan, le he visto esta mañana —decía el ruso, impasible.

No podía culparlo de nada. Esa mujer podía llegar a ser un incordio si se lo proponía. Era la única criatura capaz de ponerlo en ese estado, y como hiciera en Copenhague, se le había escapado de entre las manos sin poder evitarlo, rumbo a un destino incierto al que él sentía que no llegaba. Se sentía furioso, casi fuera de sí, pero eran la ansiedad y el pavor los sentimientos que lo atenazaban, como solo una vez sintió en su vida, hacía muy poquito y por la misma causa.

—Se la lleva al sur, por el bosque —dijo Coven tras las instrucciones de Insomnia.

—Aún podemos darle alcance —comentó Herlen. Coven negó con la cabeza, agobiado.

—Golan es demasiado rápido —dijo abatido—. ¿Qué te preguntó exactamente Herlen?

—Si un creado podía trabajar para otro vampiro que no fuera su creador. —Coven ya se imaginaba el plan de Laia.

—¡Maldita mujer! —renegó furioso, llevándose las manos crispadas a la cabeza.

—Os había escuchado a Rose y a ti hablar de eso —explicó el abogado.

Herlen había ido a avisarlo en cuanto Laia salió corriendo del edificio. Habría sido mejor que la hubiera retenido, pero realmente la joven no era su problema, y, sin embargo, ahí estaba, con él. La mala suerte había hecho que Laia escuchara su discusión con Rose, que insistía en su petición de ser creada por él. En cuanto Herlen le contó que Laia parecía ir a cometer una locura, Coven salió de allí inmediatamente, dejando a la secretaria con la palabra en la boca.

—¿Crees que le pedirá a Hagall que la cree?

—Estoy seguro de ello, y también que Hagall no dudará en hacerlo, solo por joderme; más después de matar al óbito de Ontames y retarlo abiertamente —razonaba Coven.

—Aún estamos a tiempo de llegar y evitarlo. —Herlen tenía razón.

—Pero tú no vendrás —le dijo a su amigo mirándolo a los ojos—. No tienes porqué enfrentarte a esto. No vendrás. —Herlen lo miró indeciso.

Realmente quería ayudarlo, pero seguía temiendo enfrentarse a Hagall. Quién no; no se lo podía reprochar. Solo él y Ontames tenían una confrontación con el adalid, y el segundo estaba encarcelado por eso.

En ese momento apareció Ciro, ojeroso, con el BMW de Tarik, para recogerlos. Si iban en coche, podrían ir más deprisa. Tal vez incluso interceptar a Golan. Coven dedicó una última mirada a Herlen, en la que quería descargarlo de toda responsabilidad. Su amigo asintió, realmente dolido, pero desapareció de allí sin poner más objeciones. Ciro se bajó de la posición de piloto, que tomó Coven. Sus reflejos para conducir a más de doscientos kilómetros por hora eran mejores que los de sus óbitos, que se subieron con él.

—¿Cómo estás? —le preguntó a Ciro antes de emprender la marcha.

—Mejor —contestó éste.

—No hace falta que vengas —le dijo Coven preocupado.

—Alguien tiene que tirar de las orejas a esa chica, y mejor que sea yo, porque te veo un poco nervioso —contestó su amigo con una sonrisa cansada. Tenía razón. El óbito era más templado que él. Pero solo podrían reprender a Laia si llegaban a tiempo. Se puso en marcha sin perder más tiempo.

Condujo a gran velocidad hacia una señal fija de Laia que se había quedado parada, en La Hulpe, un pueblo al sur de Bruselas, a pocos kilómetros de la capital. Golan habría deducido que corriendo no llegaría más lejos que ellos y buscaría otro medio para llegar al castillo de Hagall. Pararon donde la señal indicaba, pero no guardaban esperanzas.

El segundo localizador que llevaba Laia en su cuerpo, que Coven le pusiera hacía meses, confirmaba que iba dirección a la mansión de Hagall, el Castillo de Noisy, en Celles, a hora y veinte al sur de Bruselas. Lo que encontraron en La Hulpe era su reloj. ¿Lo habría tirado ella para ser encontrada? ¿Para despistar? ¿Habría sido cosa de Golan? Coven no lo sabía, pero todo apuntaba a que el vampiro habría robado un coche en ese punto para ir más rápido. Parecía tener mucha prisa por cumplir los deseos de la joven, y tal vez los de su señor.

Volvieron a ponerse en marcha, y Coven tomó la A4 rumbo sur, donde podría pisar el coche sin problema, reduciendo un trayecto de una hora y veinte, a cuarenta minutos. Golan iría a la misma velocidad, y ya les ganaban unos quince minutos.

Lo que podía ocurrir a partir de ese momento, podía desencadenar una nueva guerra, y Laia, inconsciente y egoístamente no se estaba dando cuenta de esto. Si creía que Coven iba a tolerar que Hagall la transformara y luego pretendiera trabajar con él; estaba muy equivocada.

Primero habría que ver si Coven sería capaz de contenerse las ganas de matar a Hagall, si no buscaba una forma de vengarse. Y Laia también sufriría las consecuencias, por traicionarlo de esa manera. Sus celos hacia la secretaria no podían ser, y no serían, una excusa para perdonarla. Pero Herlen tenía razón, aún estaban a tiempo de sacarla de su error; Hagall no la transformaría en el mismo momento que ella lo pidiera. El líder sopesaría todas y cada una de las consecuencias de hacerlo, por mucho que deseara provocar a Coven o llegar a utilizar la creación como castigo por su rebeldía.

De nuevo, una temeridad de Coven tendría fatales consecuencias sobre la joven. Si no se hubiera tomado la justicia por su mano con el óbito de Ontames, probablemente Hagall no encontraría una razón para ceder a los deseos de Laia, y en ese momento, tenía la excusa perfecta. Un óbito por otro.

Ella no era consciente de que no se estaba metiendo en la boca del lobo, estaba lanzándose directamente al mismísimo infierno, y Coven debía sacarla de allí, a toda costa. Si creía que después de creada podría actuar con libre albedrío estaba muy equivocada. Hagall no era Coven con sus óbitos.

Pisó el acelerador poniendo el BMW a todo lo que dio.

Negra Sangre I: Elegida (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora