Perdón
Saqué mi cabeza del retrete, tirándome al suelo y sintiéndome asquerosa. ¿Cómo había llegado a esto? No lo sabía, y la verdad, ya no importaba.
Me paré para lavarme los dientes y volver a la cama, pero en el camino me tropecé con ese maldito peluche que me habías dado. Me agaché para tomarlo, lo miré un rato, con la intención de tirarlo; ya era hora de deshacerme de todo lo que me recordara a ti. Pero cuando llegué al bote de basura, me llamó la atención una hoja arrugada con los bordes quemados. La curiosidad me ganó y la tomé.
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Querido: _______
Me habías citado en un parque para hablar. Nos sentamos uno frente al otro, para poder vernos a los ojos (esta vez no habría mentiras). Listos para hablar, pude notar la pena que sentías al verme, y entonces comprendí que esta charla me iba a doler.
Aún recuerdo tus palabras y la horrible manera en la que me atravesaron. No eran palabras ofensivas o algo por el estilo, solo eran palabras que me confirmaban lo que nunca quise ver.
Nunca pensé que lo harías, pero lo hiciste. Admitiste todo lo que los demás me contaron sobre ti (y sobre ella), así como muchas cosas más en las que admitías lastimarme descaradamente, sin remordimiento alguno. Supongo que lo que más me dolió fue haber confiado demasiado en ti y que lo hayas usado en mi contra.
Estaba sorprendida por el hecho de que admitieras todo eso y, después, tuvieras el descaro de pedirme perdón. Y no contento aún, en un movimiento más cínico, te atreviste a pedirme otra oportunidad, como si todo lo que hiciste anteriormente hubiera desaparecido solo porque lo habías confesado y jurabas no volver a hacerlo. Estoy segura de que la Lía del pasado lo habría aceptado, que te habría perdonado y preferiría fingir que eso no había pasado, todo por el amor incondicional que te tenía. Pero, para mi sorpresa, por primera vez decidí no ceder y ponerme a mí misma por encima de los demás. Esta vez quería sentir que tenía el control de mi vida, sentir que me amaba, y definitivamente regresar contigo no me lo permitiría. Pensé que lo tomarías bien, pero me equivoqué, porque lo único que pude ver en tu rostro fue frustración por no haber conseguido lo que querías. Te notaba más ansioso, y fue cuando comenzaste a ser tan insistente que empecé a sentirme acorralada. No comprendía por qué no aceptabas mi "no" como respuesta, no entendía por qué tanta insistencia ahora y no antes. La ansiedad comenzaba a apoderarse de mí; pronto perdería la firmeza de mi decisión si continuabas de esa manera. Pensaba que no podría salir de esa situación, pero gracias a la interrupción de un desconocido, pude excusarme y salir lo más rápido posible de allí.
Me hiciste sentir culpable, minimizada, presionada, tonta, entre otras cosas, pero jamás pensé que me harías sentir acosada. Sin embargo, ese día, tu insistencia y la manera en que comenzaste a tomarme del brazo me confirmaron todo lo que nunca pensé esperar de ti.
Con más calma, en mi casa, decidí si perdonarte. No quería vivir con ese sentimiento en mí, pero no quería tenerte cerca nunca más.
Te amo tanto que me alejé.
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"En serio me gusta sufrir", no pude contener la risa sarcástica, porque para ese punto ya era más que claro que solo sufría por mero gusto. Regresé la carta al bote junto con el peluche y regresé a mi cama.
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amor adolescente
Teen Fiction"Tal vez algún día tenga el valor de sacar mis pensamientos de mi mente". Es lo que me decía a mí todo el tiempo .... "No puedes leer un libro dos veces esperando que el final cambie "