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Lilith y Alastor no mostraban nada de interés el uno del otro. Lilith solo pensaba en sus propios intereses, y Alastor solo pensaba en convivir con los animales de la zona, específicamente un animal, al cual proclamó como "ciervo". Se había convertido en su animal favorito tan solo lo vio.

Ambos vivían separados, cada quien yendo por su lado. Pero esto era un problema para Dios. Sus objetivos eran estar juntos y crear un nuevo mundo. No vivir cada quien su vida y "hasta luego".

Cada que se le daba la oportunidad hacía su esfuerzo para que ambos convivieran y finalmente se dieran una oportunidad. Pero todos estos esfuerzos llamaron la atención de Samael.

Samael era testigo de cómo ambas personas no tenían ni una pizca de atención el uno del otro. Solían discutir e intercambiar miradas de odio. Ambos tenían carácter. Pero cierto carácter de un chico fanático de los ciervos había captado su atención.

Sus ojos se fijaban en Alastor. Este chico era un caso algo especial. Tenía cierto amor hacia los animales, especialmente los ciervos. Hasta llegó a verlo intentando emular con sus manos las orejas que estos animales tenían. Había quedado hipnotizado por el amor y curiosidad que esté tenía por el valle.

Una persona se encontraba echa bolita debajo de un roble, soltando suspiros de amargura. Hace unos momentos había tenido una fuerte discusión con Lilith, donde lo insultó tanto a él como a los ciervos que tanto cariño tenía. Estaba experimentando sentimientos que nunca pensó que llegaría a sentir. Lo hacían sentir fatal. No le gustaba esa sensación.

Samael solo podía divisar su tristeza desde lejos. Lentamente fue acercándose hacia él, intentando comprender por qué la cara larga de su chico de los ciervos. Pero un paso en falso provocó que pisará una hoja, llamando la atención de Alastor. El de cabello castaño elevó rápidamente su cabeza, mirando a sus al rededores esperando divisar al causante de ese sonido. Samael se agachó rápidamente, esperando no haber sido visto.

Alastor elevó una ceja con curiosidad, esperaba ver alguno de sus animales por ahí, pero a su alrededor no había nadie. Lentamente fue poniéndose de pie, intentando inspeccionar mejor el área en busca de alguien. Solo esperaba no fuera Lilith la que se encontraba por ahí.

"Ciervo, ¿eres tú?" Sonrió levemente. Esperando que sea quien estaba espiándolo.

El ángel llevó sus manos hasta su boca, intentando guardar silencio. Por nada del cielo él debia verlo. En un intento de irse, provocó un movimiento en unas hojas, llamando nuevamente la atención de Alastor. Esté sonrió con diversión.

"No te escondas". Quería ver a algunos de sus animales favoritos. Solo quería que su ánimo se elevara con la visita de alguno de ellos después de un día tan asqueroso.

Rápidamente alejó los arbustos. Pero no había nadie. Su sonrisa decayó.

Samael inhalaba y exhalaba con adrenalina. Viendo de reojo donde Alastor se encontraba. Pero hizo una mueca al ver como la sonrisa de su ciervo se desvanecía. Suspiro sin saber qué hacer. Quería volver a ver esa sonrisa que tanto le caracterizó desde que llegó. Hasta que una idea surco por su mente.

El castaño se sentó debajo de un árbol. Volviendo a su burbuja de tristeza. Sus dedos comenzaron a jugar con la tierra debajo de él en un intento de distracción. Pero su ambiente deprimente había sido interrumpido por una serpiente blanca, la cual siseó llamando su atención. Levantando la mirada con curiosidad, lo vio. Ese era un animal que nunca había visto desde su estadía en el Edén.

"Hola..." dijo con curiosidad. "Eres muy lindo... y raro" río al seguir detalladamente los movimientos del nuevo animal. Lentamente fue acercándose hacia Alastor. Este último acercó su mano en un intento de tocarlo. Samael siseó al sentir una leve caricia en su cabeza. La sonrisa de Alastor había vuelto.

Samael estaba ensimismado por esos ojos llenos de curiosidad. Esa sonrisa. Era maravilloso lo lindos que podían ser las invenciones de Dios.

"Creo que te llamaré..." con un mirada pensativa miró a su al redor, intentando que su imaginación le diera alguna buena idea. "¡Lagarto!" Dijo emocionado. Pero rápidamente dudo. "No, suena extraño".

Únicamente porque el ángel tenía que seguir oculto, o hubiera reído por aquella singular escena.

"Creo que te queda serpiente. Que bueno que te encontré antes que Lilith, o ella te hubiera nombrado" volvió a acaricia la cabeza de la ahora proclamada serpiente. Pero su sonrisa decayó un poco. "Me gustaría poder irme lejos de Lilith. Irme a lejos de aquí con ustedes". Su cara se convirtió en una extraña mueca de desagrado. "¡Pero a cambio de eso debo quedarme aquí!" Dijo con ira. Rápidamente golpeó el suelo con su puño, lastimándose en el proceso. Asustado tomó su mano ya lastimada sin saber qué era lo que estaba sintiendo ahora mismo al haber echo eso. Solo lo tomo como una manera de desquitar su enojo.

Aquello dejó sorprendido a Samael, quien fue acercándose a Alastor.

"¿Por qué siento extraña la mano?" Dijo con miedo, presionando su puño contra su pecho.

Samael sin saber que hacer lo miró. Comenzó a sentirse mal por la cara asustada de el cabellos castaños. Siseó en un intento de llamar su atención. La mirada de Alastor fue hacia la serpiente.

Alastor comenzó a tener una respiración desigual sin saber qué hacer. ¿Iba a morir o algo así?

La serpiente comenzó a trepar desde su pie hasta sus piernas, tomando su otra mano en un intento de calmarlo. Cosa que pareció funcionar.

La respiración de Alastor había comenzado a volver a la normalidad conforme pasaban los segundos.

Samael se sintió aliviado de haber logrado su cometido. Dejó una sonrisa y algo de paz en Alastor. Pero como le hubiera gustado explicarle acerca del dolor.

Tentación ; RadioappleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora