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Era un sentimiento horrible que carcomía los huesos, uno tan familiar y aterrador, que lo reconoció al instante.
Muchos le tiran de loco, tal vez lo estaba, pero la verdad es que había sobrevivido a la experiencia más horrible que un humano podría enfrentar, la muerte de todo lo que amas.
Nadie conocía su procedencia, eso era por que no quería que lo supieran, pero él venía de un pueblo a las afueras de una ciudad lejana, una que ahora era de fantasmas.
El nació en una familia acomodada, pero había pocos hombres, la mayoría eran ancianos o niños, era una consecuencia de la guerra y los desacuerdos militares, eran un blanco fácil para los conflictos.
Un día, durante su adolescencia, le mandaron al pueblo vecino a trabajar, alguien tenía que conseguir dinero, pero sus patronos no eran accesibles, no le dejaron marcharse hasta que hubo terminado sus labores y le pegaron el hospedaje, así que partió a su hogar solo, con una linterna y las ganancias, en medio de la madrugada más fría que había sentido.
Siempre odio a sus jefes, pero, si lo pensaba bien, de no ser por ellos, él hubiera muerto.
Llegó a su aldea una hora antes del amanecer, antes de siquiera llegar, ya podía presentarlo, percibía el olor a sangre, el ambiente inundado de miedo, angustia y desesperación, por la presión cayó sobre sus rodillas y empezó a hiperventilar, se dio cuenta en medio de su ataque que unos de los niños estaba al borde del camino, sin vida y totalmente destrozado.
No lo pensó realmente, corrió a revisarlo solo por reacción, encontró que le faltaba el cuerpo de los de los hombros para abajo, los ojos vacíos y con lágrimas secas miraban al cielo, la escena le horrorizó, vómito junto al camino un par de veces, antes de recomponerse apenas y aún temblando camino, tenía que saber que pasaba.
Tomó su linterna y se tambaleó lo más rápido que pudo a la entrada de madera desgastada, no necesitaba permiso o ayuda para abrirla, estaba separada de par en par, como las cortinas de una de esas obras de teatro, solo que esta era el Réquiem de un espectáculo de horror.
La oscuridad reinaba, pero oía a los carroñeros, podía escuchar los huesos quebrarse, la ropa y piel desgarrándose y la sangre chorrear, los gritos ahogados de los muertos llenaron sus ojos de lagrimas, se quedó pasmado cuando vio que la tranquila anciana que era su vecina devoraba sin piedad a su sobrina, la misma que cuido tanto y veía jugar y reír todos los días.
Ninguno de los no-Humanos noto su presencia, estaban muy concentrados en la comida, y él no hizo más que observar, impotente, la carnicería, cuando ya faltaban minutos para el amanecer cambió algo, una persona, un hombre uniformado paso a su lado, con una brillante espada azul, observó sin expresión el ambiente, luego lo miró directamente.
Antes de un parpadeo, los caníbales perdieron la cabeza, las caras de las personas que antes conocía se deshicieron en cenizas, algunas lloraron al final, otras sólo maldijeron de manera inteligible, todo se despejó antes de que el amanecer dejará expuesto el infierno en la tierra.
No necesito preguntar, el hombre se presentó como un cazador, uno de demonios, en otro tiempo le hubiera parecido una locura, ahora, le parecía lo más coherente, lo correcto de asumir, el cazador no le dijo su nombre, pero le recomendó que tomará todo lo que pudiera y escapará lo más lejos posible, si no, lo culparian de la masacre.
Corrió a su casa, en el camino evitando mirar el piso lleno de vísceras o la sangre en las ventanas, su hogar, del cual solo quedaban ruinas, no fue la excepción de los demonios, se despidió rápidamente y entre lágrimas de sus hermanas y madre, después tomó todo el dinero y ropa que pudo llevar y partió lejos, a una nueva vida, una donde siempre penaria la muerte de todo lo que conocía.
Ahora, casi 60 años después, lo volvió a sentir, ese vacío, la niebla manchada de dolor y sangre, no estaba lejos, estaba subiendo la montaña, y lo lamento mucho, sabía perfectamente quiénes vivían ahí, la familia más amable y bondadosa que jamás encontró en ningún lugar, era una verdadera pena, quería ayudar, pero estaba consciente de que no podía, nadie que no fuera un cazador podría.
Fue ahí cuando lo vio mié tras miraba por la ventana, al hijo mayor de la familia, al que bajaba a vender carbón, el bendecido por el fuego, Tanjiro, si se acordaba bien, el de buen olfato y alma más noble, suspiro, era seria su forma de ayudar, lo haría por su familia y sus propios arrepentimientos.
Fue así que lo invitó a quedarse a dormir a su casa y le contó una leyenda sobre demonios, quería que entendiera que lo que le iba a pasar no era su culpa, que lo pudiera procesar, que supiera que no era algo humano, que no culpara a la humanidad o perdiera su fe en ella.
Le dio cobijo, comida y descanso, pasó la noche velando el sueño del chico, consciente de que sería su último sueño tranquilo, el último antes de que las pesadillas plagaron su mente, antes de conocer la culpa de ser el único que sobrevivió, arrastrando los muertos de por vida.
Esperaba que fuera más fuerte que él mismo, que no huyera, que no se rompiera en pedazos, que luchará y defendiera y tomará un camino más noble, que viviera por su familia y muriera por lo que creía y no sólo se convirtiera en un alma en pena, como el, que no pudo que mas darle una segunda oportunidad a un niño, la oportunidad de vivir.
Esperaba desde el fondo de su ser que está fuera la última vez que el presentimiento de muerte llegará a su vida, no lo soportaría de otra manera.
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— 989 palabras
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- Hasta que llegue la eternidad nos encotraras persiguiendo el sol.
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Presentimiento [One-shot] KNY
FanfictionBueno, este viene directo de mi repertorio personal de drabbles, es un One-shot desde el punto de vista de un personaje terciario poco conocido de nombre Saburo, es decir, el viejo que obliga a Tanjiro a dormir en su casa la noche que perdió a su fa...