La Huida

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CAPITULO 4

Como Terry prometió la invitación a su boda llego al Hogar de Ponny. Entre en la cocina a medio día, cuando la hermana María preparaba la merienda.

Candy, hay algo para ti sobre la mesa- me dijo sin quitar la mirada de las ollas donde preparaba caldo de gallina para los niños.

Tomé el sobre con manos temblorosas y salí aprisa de la cocina, sin dar las gracias como usualmente hacia cuando la hermana María me daba algo, atravesé el corredor, sin ni siquiera mirar a los niños y casi atropello a la Hermana Sofia, que entraba al Hogar después de recoger agua del pozo, corrí sin disculparme hasta llegar al padre árbol, aprete el sobre que tenía mi nombre escrito, tanto que se arrugo completamente, no me atrevía a abrirla, no podía parar de llorar, sabía lo que estaba escrito adentro, era la sentencia de un moribundo, que agonizaba lentamente y que ahora por fin le darían la fecha de su ejecución.

Terrence Graham Grandchester y Lu Renné Hamilton, se alegran en invitarlos a su unión matrimonial, el día ...

No pude acabar de leerla, ¿para qué? No tenía ningún sentido, nunca asistiría a esa boda, no podría estar ahí viendo como Terry juraba ante Dios amar a otra mujer, sería capaz de cometer una locura y humillarme más a mi misma tratando de impedir la boda, que ridícula idea, la incluiría en la lista de fantasías donde Terry descubría que Lu tenía un horrible secreto y dejaba de amarla, o donde despertaba sabiendo que había cometido un terrible error y llegaba hasta la puerta del Hogar, elegantemente vestido, con tantas rosas que no podía ver su rostro y me suplicaba que lo perdonara. Rompí la invitación limpie mis lágrimas y regrese a la casa, saque una hoja y tinta y escribí:

Querido Albert:

Te necesito, no puedo con esta carga, lo he intentado, Dios sabe que lo he hecho, pero esto me sobre pasa, por favor ayúdame.

Con amor Candy.

No era de las personas que huía, siempre me había caracterizado por la forma en que afrontaba las pérdidas y como a pesar de todo veía lo bueno de cada situación, pero esta vez me encontraba abordando un barco para alejarme lo más posible de mi realidad.

Como era de esperarse, no pasaron más de 3 días cuando el automóvil de Albert apareció en la entrada del Hogar, salí corriendo y lo abrace y llore un largo tiempo en sus brazos, esto me parecía un dejavu, nuevamente él me consolaba como si fuera aquella niña que enterró a su primer amor, pero esta vez el permaneció en silencio, entendía que no había palabras que pudieran darme consuelo.

Candy, me regalas un café- me dijo, mientras me soltaba lentamente.

Sí Albert, disculpa, claro que sí, ¿Dónde están mis modales?- sonreí para aligerar la situación.

La Hermana María siempre tenía la tetera con agua caliente lista, sobre las hornillas, así que inmediatamente serví una taza grande para Albert y una más pequeña para mí, estuvimos en silencio un buen rato mirando hacia la ventana, yo me sentía mucho más tranquila cuando Albert estaba cerca de mí.

Candy- me miro fijamente- desde que recibí tu carta he pensado la forma de ayudarte, y quiero que aceptes esto por favor, creo, no, estoy seguro que necesitas alejarte de aquí, y no hablo del Hogar, si no ir más lejos, pensé en Escocia, que pasaras una temporada en la casa que la familia Andley tiene allá, pero se que ese lugar te traería muchos recuerdos, y creo que eso es justo lo que no queremos ¿verdad?, necesitas un lugar completamente nuevo para ti, donde puedas maravillarte con el arte, la cultura, las tradiciones y paisajes, y para mi no hay lugar mejor que Italia. Layla tiene familiares allá y podrán llevarte a muchas ciudades seguras, se que la situación en el mundo no es la ideal para viajar, pero eres americana, no tendrás problemas, y jamás te pondría en peligro, lo sabes- se levanto de la pequeña mesa que teníamos en la cocina y se acerco a la ventana a ver a los niños del Hogar que jugaban en el jardín- no debes pensarlo mucho Candy, este viaje te hará tener una perspectiva diferente de las cosas, tu vida no puede acabar por esto, hay un mundo allá fuera que te espera, eres demasiado joven para resignarte a una vida de soledad y si ese fuera tu destino por lo menos habrás visto un poco de lo que el mundo tiene por ofrecerte. ¿Qué me dices?

¿Italia?, pero la Hermana María me necesita, la Hermana Sofia aún se esta adaptando al Hogar, no se Albert- incliné mi cabeza y la puse entre mis manos tratando de decir que hacer.

Por favor, debes por una vez en tu vida, pensar en ti, en lo que necesitas, los niños, las Hermanas estarán bien, de todos modos, no les sirve tenerte aquí en estas condiciones, te esfuerzas por estar bien, pero todos saben que no lo estas, no eres tan buena disimulando- me sonrió, tratando de dar un toque de broma a lo que dijo- serán solo algunas semanas, veras que vas a regresar mejor, además tendrás una buena excusa para no acudir a la boda de Terry, saldrías enseguida, en el momento en que te decidas.

Candy, debes hacerlo, te lo ordeno- dijo la Hermana María que tenía un buen rato escuchando en la puerta sin ser vista- me he mantenido al margen de esta situación por demasiado tiempo, pero no más, no estas bien, y estoy cansada de ver cómo te desvaneces con el paso de los días, y no poder hacer absolutamente nada para ayudarte, si te quedas todo lo bueno que hay dentro de ti se volverá amargura y rencor y no es justo, por favor Candy.

Asentí, sabiendo que lo que ellos me decían era cierto, sabia que el dolor que vivía dentro de mí me seguiría a cualquier lugar al que fuera, pero estar aquí lo hacía aún más insoportable.

Gracias, a los dos, lo hare.

inmensamente felizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora