CAPÍTULO 1

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Las ambulancias sonaban. Es una noche de lluvia con relámpagos, todo el cielo luce gris, el suelo se llena de charcos de una mágica pero triste agua. A ella le gustaban estos días, recuerdo cuando salíamos al patio de nuestra gran casa, eran días esplendidos, lo recuerdo bien. Solíamos oler la tierra mojada, nos encantaba el aroma fresco que nos regalaba la tierra al mojarse. Recuerdo cuando ella cantaba esa fantástica melodía suave con una dulce voz mientras las gotas de agua caían y sonaban al tocar el suelo frío.

De pronto dejo de imaginar y vuelvo a mi verdadero escenario. Estaba a mitad de la calle, paralizada. ¿Cómo no podría estarlo? Mi madre acaba de morir, todo el mundo está en un caos. Ni siquiera sé cómo pudo haber pasado, simplemente sucedió, no lo veía venir.

Aún vivo con mi madre, suena grandioso, pues tengo 21 años, a esta edad todos los padres esperan que sus hijos se independicen y trabajen para ser exitosos. Mi madre no era ese tipo de mamá, siempre me dejó claro que siempre me recibiría en su casa aún si tuviera 60 años. Ella es mi persona favorita, siempre pasábamos tiempo juntas e íbamos a tiendas donde vendían plantas y flores, es un gusto en común que siempre tuvimos. A ella le gustaban los girasoles, eran sus flores favoritas, podría hablar de girasoles todo el tiempo y nunca aburrirse. A mí siempre me interesaron las peonias, desde mis 5 años hasta ahora me han fascinado. Me encantan los lindos colores que pueden obtener, su estructura, amo la manera en que son un montón de pétalos reunidos en una sola flor, la forma redonda que tienen, parecida a un repollo pequeño.

De pronto, un señor mayor, supongo que tiene alrededor de 53 años, empieza a llenar su cabeza de canas blancas y grises, con arrugas en su frente y cachetes, se acerca hacia mí y empieza a hablar.

-Señorita, necesitamos que nos acompañe a la estación. Necesitamos su declaración de lo sucedido.

Empecé a sentir un escalofrío recorriendo mi espalda hasta llegar a mi cuello. Nadie se prepara en esta vida para dar la declaración sobre un suceso aterrador. Mientras respiro, tratando de tranquilizarme, trato de responderle al señor con mi voz entrecortada.

-Claro, les ayudaré en lo que necesiten.

Camino a la estación, mientras veo la ventana del auto donde me transportan, veo las gotas de lluvia caer poco a poco, hasta que siento una lágrima caer en mi mejilla. El alma se te parte poco a poco, tan lento, un ardor que nunca había sentido.

Mi mente poco a poco colapsa, aún no puedo ni siquiera imaginar lo que acaba de suceder. Me desgarro al pensar que nunca más podré escuchar su dulce voz, sus aburridas pláticas sobre esos girasoles que le encantaban tanto, sus melodías que me tocaba en aquel piano viejo que le fascinaba, podría tocar horas y horas con ella tratando de crear nuevas melodías y nunca aburrirme, ella en serio era divertida. No merecía morir de esa manera tan aterradora.

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-El dolor de respirar-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora