Ahora más que nunca: mantén la boca cerrada

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A veces solamente deseas que todo sea un sueño. Rezas todo lo que te sabes para ver si con algo de suerte consigues despertar, pero nunca funciona. Tienes que aceptar que estás en la realidad, viviendo una situación que ojalá nunca se hubiese llevado a cabo. Con todos mis compañeros medio dormidos en la furgoneta de Ramírez, comencé a cuestionarme distintas cosas, entre ellas, el motivo por el cual uno de mis mejores amigos ahora estaba corriendo peligro. Igual todo era una broma o una impresión nuestra, pero no, pronto llegó un mensaje al móvil de Forrest respondiendo al que habíamos mandado hacía apenas unos minutos.

- ¿Qué dice? -. Pregunté nervioso.

Alicia cogió el móvil y lo desbloqueó con facilidad, pudiendo meterse a ver el contenido del mensaje.

- Bastante has tardado en darte cuenta de todo. A Olaf no le queda mucho tiempo, por lo que te diré dónde estamos escondidos, para ver si con algo de suerte encuentras su cuerpo sin vida al igual que yo en aquella fiesta con mi mejor amigo... A dos manzanas de la calle de Olaf, en un garaje bastante desgastado pero muy bien insonorizado. Suerte cabrón-. Leyó Wendy. Sus ojos brillaban debido al fuerte brillo del móvil. A medida que lo iba leyendo, su voz se quebraba al saber el peligro que Olaf estaba corriendo.

- ¿Qué fiesta? -. Pregunté preocupado.

- ¿De qué cojones habla ese psicópata? -. Hermione parecía más asustada que yo y eso que se acababa de incorporar.

- Están torturando a Olaf. Quieren que sufra por algún motivo-. Dijo el profesor casi sin aliento.

Mis compañeros se despertaron de golpe al descubrir lo que estaba pasando. Les había costado, pero por fin estaban listos para recuperar a nuestro amigo.

- ¿A cuánto estamos del lugar que marca el imbécil ese en el mensaje? -. Pregunté.

- Una hora y cuarto y si sabe que ya estamos de camino, no dudará en matarlo.

- Pues despistémosle-. Dije decidido. Tenía un plan en mente.

- ¿En qué has pensado? -. Preguntó Indiana haciéndose el interesante. Aún seguía en su rol de aventurero.

- Hagámosle creer que no podemos ir a rescatar a Olaf o que pasamos del tema. Así ganaremos tiempo-. Expliqué.

- No conocemos de nada al secuestrador. No sabemos cómo piensa, igual no se lo traga o actúa de una manera que no esperemos. Esto es muy peligroso Frodo y no podemos jugárnosla tan fácilmente-. El profesor estaba realmente preocupado. Si perdía a uno de sus alumnos y a su vez, el resto de ellos descubría el secreto de la escuela, dos personas podrían morir aquella noche.

Jamás se me había pasado el tiempo tan lento, los segundos parecían minutos y estos parecían horas. Teníamos el aire acondicionado a tope y aun así no podíamos parar de sudar y eso que aun seguíamos en pleno enero. Nunca me hubiera imaginado que sentiría tanta tensión yendo a aquella escuela. Sin duda, estaba experimentando una de las peores sensaciones de mi vida.

Aunque que intentáramos ir rápido, era como si los kilómetros no disminuyeran y el tiempo, como si no pasara. Para colmo, no tardamos en quedarnos sin gasolina y hasta que dimos con una gasolinera, tuvimos que bajarnos del coche y empujarlo con fuerza. No fue tarea fácil y eso nos hizo retrasarnos aún más.

Dos horas después, aún seguíamos en carretera y no tuvimos más remedio que volver a contactar con el secuestrador a través del móvil de Olaf.

- ¿Cómo se encuentra nuestro amigo? No podremos usar el coche hasta mañana-. Escribió Alicia. Había usado mi idea.

Diez minutos después, obtuvimos una respuesta:

- Tiene un río de sangre que va desde la cabeza hasta los pies, pero por lo que parece aún sigue consciente. Con un par de golpes igual me lo cargo, pero quiero causar tensión y estrés para que penséis que tenéis alguna posibilidad de salvarlo cuando no es así. Me esperaré hasta que amanezca para darle esos últimos golpes que hacen falta para dejarlo desplomado en el suelo.

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