Protege tus secretos

Diario del Joker

Como hemos podido ver, hay historias muy diferentes entre los alumnos de esta escuela. Algunos, simplemente, se esconden de algo injusto y sin sentido y otros, sin embargo, tienen que lidiar con una maldición que les cayó, ya sea cuando fueron niños o a medida que fueron creciendo. Un claro ejemplo fue Truman. Si no hubiera sido por su obsesión, nada le hubiera pasado. En el caso del Joker, se podría decir que pasó algo parecido.

El primero en enterarse de su secreto fue el profesor. Estaban los dos en una sala de la planta baja, en la que se encuentra el set de grabación. Ramírez estuvo mirándole fijamente durante cerca de dos horas hasta que finalmente, el Joker volvió en sí. Estaba muy alterado, aunque era consciente que había perdido los nervios. Al darse cuenta de que no se podía desatar con facilidad, dejó que el profesor empezase a hablar y le expusiese la situación. Antes de irse de la escuela, debería contar su secreto para por lo menos entender porque hizo lo que hizo. El profesor jamás se lo contaría a nadie jamás. El Joker accedió, entendiendo que sería la mejor opción para él. Cerró los ojos y empezó a narrar. Las expresiones de Ramírez daban a entender que no se lo esperaba para nada y menos de un alumno como él. Lo había ocultado todo tan bien, que si no fuera por lo que había visto hacía unas horas, no se lo creería para nada.

La historia del Joker comienza en un lugar alejado de España. Él nació en Los Ángeles y a los dos años, se mudó con su familia. Era tan pequeño que apenas recordaba nada de aquel lugar, pero por lo menos, lo que sí consiguió aprender con facilidad, fue el idioma. Dominaba el inglés de la misma manera que el español. En ese sentido, era el mejor.

En el colegio, como muchos de los integrantes de la escuela, no era el más popular. En muchas ocasiones, se sentaba solo en los recreos a comer su bocadillo mientras veía al resto de niños jugar y corretear por el recinto. En su cabeza siempre flotaba la misma pregunta: ¿Por qué no puedo ser uno de ellos? Alguna vez intentó integrarse, pero como le consideraban "el raro", nunca nadie quiso ser su amigo, por miedo a la reputación que eso podía ocasionarles. Los niños pueden ser muy crueles y lo digo por experiencia, ya que como sabéis, yo era uno de los que hacían la vida imposible a los demás.

A medida que fue transcurriendo el tiempo, la gente iba notando una actitud un tanto extraña en Joker. Pasaba de estar muy feliz a estar muy deprimido. En otras ocasiones, podía responderte mal y acto seguido hablarte con las palabras más bonitas del mundo. Ciertas personas lo llamaran bipolaridad, pero para él, era normalidad.

Los profesores de su colegio no tardaron en notar lo mismo y pronto avisaron a sus padres. Al parecer, desde hacía un tiempo, había cogido como hábito ponerse a tirar mesas y sillas al suelo en medio de brotes de furia cuando, por ejemplo, un compañero no le quería prestar un boli para poder escribir en su cuaderno. Había pasado de ser el que no hablaba ni decía nada, a ser el que más llamaba la atención entre sus compañeros. Aquellos brotes hacían que la gente se metiese más con él sin pararse a pensar en que eso podía ser un problema serio.

Los años fueron pasando y su entrada al instituto no fue la mejor, ya que dejó de controlar sus propias acciones.

El Joker no se fiaba de nadie y comenzó a llevar un equipo de protección consigo, que incluía armas de bolsillo y ciertos sprais, como el de pimienta. Ir al instituto con eso encima no se consideraba muy normal.

Un día por la mañana cuando estaba a punto de entrar a clase, alguien le llamó por la espalda.

- Corta madera-. Alguna que otra vez le llamaban de esa manera debido a que su apellido era Sierra. Si no os acordáis, el verdadero nombre del Joker era Federico.

- ¿Qué pasa? -. No se giró, solo respondió.

- No sé si me fallaran los ojos, pero te estoy viendo una polla cerca del culo. ¿Eres un extraterrestre de esos? -. El tono, el jodido tono era lo que más le tocaba los huevos al Joker.