Escapism.

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El teléfono seguía vibrando en el piso, con ese ensordecedor sonido que parecía taladrarle los oídos. Se levantó sin cuidado de la cama, no importándole si despertaba a su acompañante o no. Recogió el maldito aparato del demonio del suelo y, entrecerrando los ojos para protegerse de la iluminación que este desprendía, leyó el nombre del contacto que llevaba al menos quince minutos llamándole de forma insistente.

"Charles"

Miró fijamente la pantalla hasta que la llamada terminó por falta de su respuesta. No quería, ni pretendía, escuchar los gritos de Charles por llamada, así que prefirió dirigirse a las, al menos, cincuenta notificaciones de mensajes sin leer que tenía de su amigo. Nuevos mensajes empezaron a aparecer tan pronto abrió la aplicación de mensajería.

—Max ¿Dónde mierda te metiste? |12:09 am.

—Max, contesta, maldita sea |12:09 am.

—Max, por el amor de Dios, dime que estás bien |12:09 am.

—Voy a llamar a la policía si no apareces en este segundo |12:09 am.

Max bufó ¿Qué podría hacer la policía por él en ese estado? Si no aparecían con alguna sierra para arrancarle el corazón, o un doctor para ponerlo a dormir para siempre, no le importaba en lo más mínimo la ayuda que nadie pudiera ofrecerle.

—Voy a llamar a Sergio para que me ayude a buscarte |12:10 am.

Maldito seas, Charles Leclerc. Su mejor amigo era un imbécil por saber perfectamente como lograr que él hiciera lo que quería. Recogió su ropa del suelo y comenzó a vestirse, y se dirigió hacia la puerta. Ni siquiera se tomó la molestia de revisar a la persona que yacía acostada, desnuda en las desordenadas sábanas de la cama de la habitación de hotel, probablemente ni recordaría su cara en la mañana. Bajó y pidió un taxi, ya dentro marcó el número de su mejor amigo, avisándole que se encontraba de camino de vuelta al bar. Charles obviamente trató de persuadirlo de no volver, pidiéndole la dirección de donde se encontraba para poder irlo a buscar y llevarlo a casa, pues consideraba que Max ya había tenido suficiente. Como respuesta, Max solamente colgó el teléfono a mitad de la frase. No necesitaba regaños en ese momento, y aunque sabía que las intenciones de Charles eran buenas, era una absoluta mierda que justamente le mencionara a Sergio en ese momento, en ese estado tan asqueroso.

Se dirigió a su destino con la ropa mal puesta, los ojos rojos, drogado hasta límites de sobredosis y con el taxista preguntándole si se encontraba bien. Ya que le preguntaba, un poco de contexto, para a quien le interesara escuchar cómo llegó a esa situación.

—Me dijo anoche que se había acabado— como pudo, le contestó al hombre que iba manejando. El conductor buscó su mirada a través del espejo, preocupado por ver a alguien tan joven y atractivo en ese estado tan deplorable.

—¿Quién? —indagó.

—El hombre que amo— le respondió, con la voz en un hilo.

Hubo un breve silencio, el taxista seguramente tratando de encontrar una manera de reconfortarlo, sin imaginarse qué, en la parte de atrás de su auto, iba un hombre completamente destrozado y sin remedio.

—Seguramente fue la decisión más tonta que ese idiota tomó alguna vez...— esas palabras, que intentaban hacerlo sentir mejor, le hicieron hacer lo que había estado evitando desde la noche anterior. Recordar. Recordar y sentir su mundo cayéndose a pedazos sobre él. ¿De verdad había sido una decisión tonta de parte de Sergio? ¿O fue lo mejor que pudo haber hecho por su propio bien? No entendía. No quería aceptarlo, razón por la que desde hace al menos veinticuatro horas se había asegurado de mantenerse completamente bajo la influencia de alguna mierda que evitara que pensara de vuelta en eso. Pero Sergio, cuando recién se conocían, más de alguna vez lo aconsejó diciéndole que su manera de escapar de las consecuencias no eran las correctas. Ahora esos consejos volvían él como un arma punzante directamente a su corazón.

Escapism | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora