Narrado por Bill.
Estaba que me moría de los nervios y ganas de llegar a casa. La comida con mamá y Tom me dejó mucho más claro todo y pensar siempre ayuda. Aunque soy de impulsos, pero con esto no me puedo dejar guiar por impulsos. Un hijo es una cosa seria.
Sabía que tenía dos opciones, creer a Kris o no creerla. Y obviamente, por su forma de actuar, no la creía, aunque sus palabras me dijeron lo contrario. Pero viendo a ese pequeño, dios, de verdad que tenía ganas de verle de nuevo, verle y ver que sentía, si me despertaba algo y, sobre todo, si tenía algún parecido conmigo. Pero si Kris dice que no, ¿que no es nuestro, será que no lo es y me estoy haciendo ilusiones falsas? Si, ilusiones, porque ahora deseo que sea mío.
Intenté entretenerme lo máximo posible en la tienda para que pasara rápido la tarde. Y ante la mirada de Kate, vacié perchas y estanterías para organizar de nuevo todo. Y lo conseguí. La tarde se fue volando.
– Hola, amor. – entré en el coche y saludé a Tom con una sonrisa y un beso.
– ¿Qué pasa? ¿Te doblan la paga o a qué viene esa felicidad? – arrancó el coche rumbo a casa.
– Ya lo sabes. Estoy deseando ver al pequeño.
– Bill... – giré para mirarle y parecía serio. – No deberías ilusionarte sin saberlo. Kris te ha dicho que no es...
– Que no es mi hijo, lo sé. Pero sé que miente. Y esta noche lo verás. Verás cómo actúa. No me quites la ilusión, Tom. No ahora que lo he aceptado.
– No puedes decir eso hasta que no lo veas y lo tengas contigo. Solo te estás haciendo a la idea. Un niño es...
– Sacrificar cosas y estar todo el tiempo con él. Lo sé. Y es lo que quiero. Quiero cuidarle y verle crecer, consentirlo. Lo quiero, Tom, de verdad que lo quiero.
– Vale. – dijo suspirando y cogió mi mano. Sé que lo hacía por el simple hecho de no llegar a discutir y es que tenía razón.
Llegamos a casa en silencio. Yo casi subí las escaleras corriendo. Abrí la puerta y cogí el portátil, pero Tom me lo quitó de las manos.
– ¿Qué haces?
– Primero vamos a cenar para darle tiempo a Kris de que llegue a casa. Y después hablaremos con ella. Y no quiero quejas.
– Joder. Odio cuando te pones así.
– ¿Prefieres llamar ahora y pillarla en la oficina? Son las ...– miró su reloj. – Son las diez de la noche, allí son las seis.
– Ahg, está bien.
Sabíamos de sobras que Kris llegaba a casa sobre las once y media de aquí. Así que no quedaba de otra que esperar.
Ambos fuimos hasta el armario y nos cambiamos. Después me dirigí a la cocina y miré en la nevera para ver qué hacer. Vi lo que había y no me apetecía nada.
– ¿No te decides? – un escalofrío recorrió mi cuerpo, cada vez que Tom me hablaba contra mi cuello, era lo que me provoca. Siempre, da igual las veces que lo haga.
– No. Creo que son los nervios que tengo todo el día. – cerré la nevera y cogí sus manos que acariciaban mi estómago.
– Sé de una manera para quitarlos.
Noté como bajaba una de sus manos con la mía encima acariciando mi cintura por debajo del pantalón. Sabía a lo que se refiera, pero no sé si yo quería ahora mismo. Aunque solo necesité sentir su respiración en mi odio para saber que sí. Siguió bajando su mano acompañada de la mía, y bastó con una suave caricia para que me deshiciera en suspiros y dejara mi cuello libre para que lo recorriera con sus labios.