CAPITULO 11 Nuevo piso, mismo vecino.

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Narrado por Bill.

Georg me había contado la maravillosa conversación que tuvieron Tom y Mia aquel día de la comida en el campo. No me sorprendí, pero si me jodio que por sus estúpidos comentarios Tom la pagara conmigo. Aunque eso quedó atrás.

Una cosa clara saqué de todo esto, y es que, definitivamente, tendríamos que sacar a Mia de nuestras vidas. Lo hizo mal en el pasado, aunque se mostró arrepentida, pero ahora, con un niño, no puedo dejar que juegue. Y viniendo de ella, puedo esperarme cualquier cosa.

Siempre está atenta del mínimo movimiento que hacemos en el que ella ve oportunidad para meter el dedo en la llaga y hacer que sangre más. No iba a permitir que confundiese a Tom con sus palabras. Georg y yo, bueno, más bien él, después de hablarlo, me dijo que hablaría con Tom y le haría ver que teniéndola a nuestro lado no sacaríamos nada bueno de todo esto. Así que confiaba en que él pudiera convencerle para que, por fin, diera portazo a Mia y dejar de aguantarla.

Además, sabiendo cómo es Mia, no me extrañaría que en un futuro intentara meterle ideas extrañas a mi hijo en la cabeza.

Estaba en la tienda cerrando las últimas facturas del mes. Hoy era mi último día antes de unas merecidas vacaciones. A Tom se las daban ahora, así que decidimos que sería buena idea cogerlas a la vez, y como teníamos un mes por delante, buscar un nuevo piso y organizarlo.

Me levanté del escritorio apagando el ordenador cuando era hora de cerrar la tienda y, por fin, descansar un poco de todo el estrés de la tienda. Aunque ya le había dejado claro a Kate que ante cualquier problema o mínima cosa que pasara, me llamara sin pensárselo dos veces.

– Voy a echar de menos a este pequeño estos días. – Kate se había encariñado mucho con él.

– Lo sé, pero pasaremos a verte y así me vas contando como van las cosas. ¿Verdad, Alex? – obviamente no me contestó, aparte de que estaba dormido. Como siempre. Deseaba que fuera mayor ya para que hablara y corriera de lado a lado. Aunque sé que cuando llegué, echaré de menos tenerlo en brazos como ahora.

– ¿Ya sabéis porque zona buscareis piso?

– Si, más o menos. Creo que miraremos por aquí cerca para que la tienda no me pille lejos. Pero eso depende de los precios y de cómo sean. Mañana iremos a ver el primero.

– ¡Hola!

– ¡Hola, amor! – saludé a Tom que entró en la oficina.

– ¿Cómo está mi pequeño? – se acercó al carrito y le dejó un beso en su manita.

– Durmiendo. Como siempre. ¿Vamos?

– Sep.

– Kate, cualquier cosa. Por favor.

– Si, Bill. Ve tranquilo, anda. Al final me harás pensar que no confías en mí. – dijo sonriendo.

– ¿Y cuándo dije que lo hacía? – bromeé y le di un abrazo.

Tom salió empujando el carrito del bebé y yo con el bolso y carpetas en mis brazos rumbo a casa.

– ¿Lo bañas tú y yo preparo algo de cenar? – le pregunté entrando en el piso, haciéndome a un lado para que el entrara con el carro.

– Me parece bien. – me dijo sonriendo.

Extrañamente a Tom le encantaba bañarle. Y digo extrañamente porque juro que nunca me hubiera imaginado que fuera así con un bebé.

Se me hacía muy tierno verlo con él. Cuando le daba el biberón, lo cambiaba o lo bañaba. O simplemente cuando le hacía caricias. Tom moría por ese bebé y no hacía falta ser muy listo para saberlo. Solo había que verle. En apenas unos días perdió el miedo a cogerlo y llevarlo de un lado para otro. Cuando yo lo dejaba en el carrito para ver una película, Tom se quejaba, diciendo que Alex tenía que estar con nosotros y no en el carrito o en la cama. Y siempre terminamos viendo la televisión los tres en el sofá. Yo sentado y Tom recostado en mis piernas con el pequeño durmiendo sobre su pecho. Siempre aprovechaba para sacarle fotos sabiendo que Tom no se movería ni lo más mínimo por no despertar a Alex.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora