ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 7

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El orgullo de Charlotte Austin era más grande que su ego, muchas veces rayaba en la soberbia, razón por la cual no insistió más en pedirle disculpas a Engfa Waraha. Lo había intentado, se había tragado su orgullo, pero pasó una semana y no recibió ninguna respuesta, así que la había desechado, haría de cuenta que nunca existió, ni siquiera para llevar al cabo sus planes, ya encontraría otros medios.

—¿Nos vamos? —preguntó una voz femenina en su oído atravesando la ruidosa música del club, acariciándole con sensualidad el interior de uno de los muslos, preparándolo para la madrugada que les esperaba.

Charlotte asintió en silencio y desvió la mirada al sentir cómo la chica rozaba con la yema de los dedos su entrepierna. Dispersas pulsaciones retumbaron en su miembro, levantó una de sus manos y con violencia sexual la tomó por el cuello inmovilizándola por completo, la atacó con un beso desesperado, robándole el aliento, ahogándola con su lengua.

—Vámonos —murmuró rozando sus labios contra los de ella, dejando su tibio aliento dentro de la boca de la rubia. Se puso de pie, la tomó de la mano y la guío hacia a la salida.

Abordaron el Lamborghini y condujeron hasta su apartamento. Al llegar, Charlotte trató de hacer el menor ruido posible, sabía que Thor necesitaba descansar, tendría una importante reunión temprano en la mañana. Entraron en el cuarto blanco de la planta baja, jamás llevaba a las mujeres a su recamara, era su santuario, para pasarla bien había otras tres habitaciones disponibles.

Thor se levantó más temprano de lo usual. Ser impuntual era su sello personal pero esta vez no se podía permitir llegar tarde a la oficina. Se preparó un café y estaba justo por salir, cuando alguien tocó el timbre, recogió el portafolio que aún odiaba, pero que era necesario, y se encaminó a abrir y a salir inmediatamente.

—Buenos días, señor... —lo saludó la deslumbrante mujer en el umbral. A pesar de su apuro, Thor se detuvo a contemplar la belleza de ojos cristalinos, seguramente se trataba de la diseñadora de interiores que haría las adecuaciones en el gimnasio. Él no tenía ni puta idea de diseño, pero varios de sus colegas le habían recomendado la firma Waraha, y no porque ellos estuvieran relacionados con el oficio sino porque sus esposas adoraban el trabajo de la prestigiosa firma, y los hombres el increíble cuerpo de la diseñadora.

—Buenos días —la interrumpió en tono conciliador, él había olvidado por completo la bendita cita—. De hecho, se me ha hecho tarde, ¿es usted la encargada de organizar los espacios, verdad? —Le preguntó fijándose en los labios sensuales y voluptuosos de la mujer.

—De decorarlos y rediseñarlos, señor —aclaró.

—Eso... —Thor carraspeó—. Sí, eso mismo, bueno, le expliqué a su asistente lo que necesitaba —Ella asintió—. El gimnasio está a la derecha por el segundo pasillo al final —Se movió y dio un paso fuera del apartamento—. Queda en su casa, haga lo que tenga que hacer y después envíeme el presupuesto a la oficina, yo me tengo que ir —soltó sin más.

—Señor, pero me gustaría que usted estuviese presente para conocer su opinión sobre las ideas que puedo plantearle —le sugirió ella teniendo que elevar mucho la cabeza para poder mirarlo a la cara, el hombre era asombrosamente alto. Bien podría ser un Brad Pitt en la película "¿Conoces a Joe Black?", pero con la contextura de Aquiles en "Troya".

—Estoy seguro que lo hará bien, sea lo que sea, lo hará bien, confió en usted —Thor extendió el brazo señalándole el salón—. Pase, adelante —La invitó, salió al corredor y oprimió el botón de llamado del ascensor—. Si tiene cualquier duda, por favor llámeme.

—Está bien, señor —acordó ella, no queriendo seguir quitándole tiempo, era evidente que estaba apurado.

—Gracias. —Thor sonrió dándose la vuelta, dio dos pasos y volvió medio cuerpo para mirarle el trasero a la decoradora, se mordió el labio inferior y se atragantó las ganas de encerrarla en el apartamento, debía ser responsable con su padre.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora