Capítulo 4 - Déjalo atrás

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—¿Te volviste loco?

—No tanto...

Iker intentaba reprimir una sonrisa al ver mi pequeña crisis en mi habitación de hotel. Habíamos decidido reunirnos allí para salir juntos hacia el tren que nos llevaría a Hamburgo, pero luego de ver mis dos maletas, además de mi bolso, decidió que no podríamos viajar juntos con todas esas cosas encima.

Así que después de discutir en el lobby, me siguió a mi habitación de hotel, con la intención de ayudarme a decidir qué llevar y bajar mi equipaje a una sola maleta.

—No sabes lo difícil que fue deshacerme de mis cosas para mudarme. Todo lo que llevo acá es importante, no puedo dejarlo.

—No lo hagas. Envíalo a tu casa y viaja solo con lo necesario

—No lo entiendes —me quejé, sentándome en el borde del colchón que no estaba ocupado por montones de ropa—. Dejé mi hogar para mudarme, esto es lo único que tengo y no sé dónde enviarlo.

—Qué lío —murmuró Iker, ladeando la cabeza mientras examinaba las maletas—. ¿No tienes un familiar o...?

—Podría enviárselo a mi hermano. —Razoné, mirando el montón de ropa—. Pero ese no es el punto. No puedes obligarme a dejar mis cosas para viajar contigo.

—A donde vamos, no vas a poder arrastrar maletas. Necesitarás una de estas —explicó, apuntando hacia su mochila apoyada a un lado de sus piernas—. Debes llevar solo lo que puedas cargar sobre tus hombros.

—Te sorprendería lo que puedo cargar sobre ellos —ironicé, dándole un doble sentido a sus palabras—. Muy bien, haré lo que tú digas, pero necesitaré una mochila.

—Vamos por ella, entonces.

Dejamos todo el equipaje en mi habitación y nos dirigimos hasta un centro comercial, donde pudiésemos encontrar alguna mochila que se adaptara a mis necesidades. Por suerte, Iker podía comunicarse a la perfección con las personas que transitaban por el lugar, así que rápidamente dimos con una tienda donde encontramos mochilas de todas las formas, colores y tamaños.

Después de discutir aspectos técnicos y estéticos, me llevé una mochila, bastante más pequeña que la de él, de un color verde limón.

Al regresar, evalué cada prenda de ropa según las indicaciones de Iker; cuantas, de qué tipo, según el clima y sobre todo lo que no debía llevar.

—¿Esto? —comentó, tomando una minúscula tela de un top semitransparente de color negro—. Se va.

—Claro que no, esto se queda. —Le quité la prenda de las manos y la doblé para guardarla dentro de la mochila—. Además, casi no ocupa espacio.

—Pero podría aprovecharse mejor.

—Si me lo vieras puesto, dirías lo contrario.

Se quedó en silencio, y me arrepentí de inmediato de mis palabras. Aunque Iker me parecía atractivo, acababa de huir de mi propia boda, sin aclarar nada a mi prometido y no sabía qué pasaría luego de este viaje. Lo último que quería, era una aventura pasajera. No sé si él pensaba lo mismo en ese momento, pero guardó silencio y para desviar el tema, tomó la libreta que había dejado sobre la mesa de noche.

—Creo que ya convenimos que no necesitas libretas para planificarlo todo.

—No es una libreta cualquiera, es el diario de mi madre.

Se quedó quieto con la tapa a medio abrir. La cerró de golpe y la devolvió al lugar que ocupaba antes.

—Lo siento, no era mi intención.

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