CORINA : ultimátum

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«Como muestra de buena voluntad, Gustabo le ofrece a Corina una razón válida para llamarlo 'poli demonio'»

CW: Sangre. Violencia. Tortura. GORTABO implícito.

La lluvia azota el techo con ímpetu despiadado, y chorros de agua se filtran a través de los múltiples agujeros que meses de abandono han abierto en el tejado, contaminados por desechos que dejan una fuerte pestilencia a su paso

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La lluvia azota el techo con ímpetu despiadado, y chorros de agua se filtran a través de los múltiples agujeros que meses de abandono han abierto en el tejado, contaminados por desechos que dejan una fuerte pestilencia a su paso. El aire helado se filtra a través de los tragaluces, cuyos cristales están cubiertos de polvo y suciedad, y corta su piel erizada con el filo de un cuchillo, haciendo que cada ráfaga cale hasta lo profundo de sus huesos.

La densidad de las nubes que se derraman a cántaros con un ruido ensordecedor ha oscurecido la tarde, y la opacidad de los cristales hacen que el ambiente en el interior de la bodega sea sombrío, con un peso en el aire que es asfixiante.

Su garganta amenaza con soltar un quejido que le quema las cuerdas vocales a razón del dolor punzante en su rodilla derecha. Casi cree que un hierro caliente le ha atravesado la piel y se ha incrustado en el hueso, inmovilizando su pierna, y su tormento parece intensificarse con cada latir de su corazón agitado; ondas de agonía le atraviesan el cuerpo a cada segundo, y se focalizan en su pierna sangrante.

Ella ruega por la clemencia de cualquier dios que la esté escuchando, que ojalá sí la estén escuchando, pues no desea que la mugre en el suelo por el que se ha estado arrastrando en busca de un escondite se filtre en su herida. Una infección es lo último que necesita ahora.

Ha encontrado un espacio tras una de las columnas cubiertas de moho en la esquina más apartada de la puerta por donde entró a tropiezos después de enfrentarse de cara a la muerte. Mientras el frío del aire, que contrasta cruelmente con la sensación de ardor en su piel, se filtra a través de su herida, su mente sigue corriendo con súplicas de ayuda que le permitan resguardarse en su pequeño escondite hasta que este infierno termine, porque lo hará, tiene que terminar.

A pesar de sus esfuerzos por rodear la lesión con el pañuelo que sostenía a su cabello en un moño, aún puede notar cómo la sangre sale a borbotones y empapa la tela, añadiendo una sensación de humedad pegajosa que se mezcla con la suciedad del lugar y empeora su incomodidad hasta lo asqueroso, aunque su deseo de regresar a la luz de la ciudad, a la seguridad de la gente que dejó atrás al adentrarse en Barrios Bajos sin detenerse a pensar en las consecuencias, la mantienen distraída de gran parte del dolor, mas no del terror.

Afuera de su escondite, donde los charcos de agua en el piso intensifican el ruido de cualquier movimiento a la par que la tormenta del exterior engulle el mundo en una sinfonía de gotas tamborileando contra el suelo y las ventanas, hay algo rondando alrededor, buscándola, cazándola. Ese algo ha iniciado una cuenta regresiva con voz cantarina mientras se mueve a paso lento dentro de la bodega, y ella ruega por que nunca la encuentre.

Es entonces cuando el vacío del lugar acentúa el disparo que estalla de repente. El estremecimiento que le atraviesa el cuerpo le roba un grito que rápidamente intenta amortiguar al cubrir su boca con ambas manos, suplicando que el eco del arma, junto a la lluvia que arremete contra las paredes y el techo, haya sido suficiente para silenciar su voz.

SUBCOMISARIO GARCÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora