¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El olor a canela y a limón estaba presente en la oscura habitación de Budo, las luces estaban apagadas. Sus feromonas aumentaban, estaba algo estresado, ¿Nervioso?. No lo sabía.
Sentado al frente de su escritorio, escribía algo. Una confesión, algo que nunca le iba a dar a ese Omega tímido que le gustaba. Tenía puestos sus audífonos, escuchaba una de esas canciones que a su vecino pelinegro le gustaba.
De ese grupo de chicos en donde el que cantaba era Hyun-Jin. Tarōu se la recomendó porque decía que es muy bonita, y estaba completamente de acuerdo al menor.
Más que una confesión era un poema para el Yamada. Otro más que le hacía y guardaba, aseguraba que nunca se los iba a entregar.
Lo volvió a leer y le parecía perfecto, la luz de la luna se reflejaba en su rostro, en su ventana podía ver la casa de los Yamada, donde veía la luz de la habitación de Tarōu encendida.
Su poema decía así:
"Tu silueta me hace recordar, a esos fríos de invierno donde el clima no afecta mi cuerpo, donde me siento cálido incluso en un lugar congelado.
Parece como si tuviera fiebre, tal vez sea esa la razón de lo comportamiento, tan extraño y me siento tan raro, al ser solo así contigo.
Solo soy una persona que ama el frío y la soledad de tu alma, que me encantaría llenar con cada una de mis alegrías.
Tener una vida contigo es una idea que cada día se vuelve más tentativa, el solo hecho de tenerte cerca se vuelve un sentimiento.
Tan extraño así como me siento, soy alguien vacío pero que contigo se siente completo."
Derrepente alguien se acercó a la ventana del chico de al frente, era ese Omega de aroma dulce, le saludo y cerró su ventana.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
