Diario de Mary

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Muchas veces habréis podido escuchar un discurso. Una persona se sube a un escenario y se pone a hablar respecto a un tema. En algunas ocasiones, por ejemplo, sirven para agradecer algo a alguien. Yo me acuerdo de un discurso que hice cuando me gradué de la ESO. Tuve que subirme al escenario a contar de manera resumida y algo entretenida mi paso por la ESO, especialmente aquel último curso. Cuando volví a mi asiento me sentí muy orgulloso por lo bien que me había salido, sin embargo, no todo el mundo acaba tan satisfecho cuando termina. Y ese, por ejemplo, había sido el caso de Mary, quién se había subido a un pequeño escenario que habíamos montado con mesas para contar ante todos sus compañeros su secreto, bueno, ante todos no, puesto que yo y Hermione nos encontrábamos escondidos para no escuchar nada.

Al parecer, la historia de Mary empezaba estupendamente con una vida casi perfecta. Las notas siempre llegaban al notable. Sus padres le otorgaban lo necesario para que fuera feliz. Sus amigos la trataban como se merecía y nunca tuvo problemas con ellos. Fue una vida que muchos de nosotros hubiéramos agradecido tener.

No hubo muchos cambios en su vida, de hecho, llegó a los dieciséis siendo la misma chica aplicada y amable de siempre.

- Hija, tenemos algo que decirte -. Su padre la mandó sentarse en el sofá para darle una noticia importante.

- ¿Qué pasa? -. Preguntó Mary intrigada.

- Vamos a mudarnos -. Continuó su madre.

Aquella noticia no le hizo ninguna gracia a Mary. Aquel acto iba a cambiar tanto su vida...

A la semana de recibir aquella noticia, se encontraba cargando un montón de cajas en el camión de la mudanza. En unas horas saldría a la carretera para no volver nunca más a su antiguo hogar.

- ¿Puedo despedirme de la casa? -. Preguntó Mary entristecida.

- No seas cría y sube al coche -. Le ordenó su padre, nervioso y con mucha prisa.

- Por favor, no serán ni cinco segundos -. Mary intentó llorar para dramatizar un poco la situación, pero no lo consiguió.

- No es momento de dramas -. Su padre decidió dejar de escucharla. -Cariño, cierra el camión que nos vamos.

- ¡No! -. Harta de la situación, Mary gritó y salió corriendo hacia su casa.

El padre de Mary comenzó a sentirse invadido por una enorme carga de ira y bajó del coche a toda prisa para llevarla a rastras a su nuevo hogar. Ella nunca se había comportado así, por lo que nunca había visto a su padre en aquella situación.

Asustada, Mary, en vez de despedirse de la casa, salió por la puerta de atrás y salió corriendo todo lo rápido que pudo para que ninguno de sus padres la encontrara.

- ¡Mary! -. Cuando ya se encontraba algo alejada de su casa, escuchó a su padre gritar, pero esta vez no parecía enfadado, si no preocupado y ahogado. Se sentía culpable y arrepentido y con ese grito lo demostró.

Mary se quedó parada en mitad de la calle pensando en si volver, sobre todo, porque, aunque continuara su camino sola, jamás volvería a pisar aquella casa que era lo que realmente más le preocupaba.

- ¡Mary!, ¡¿Dónde estás?! -. El gritó se repitió, pero está vez añadiendo aquella pregunta que tanto hizo pensar a Mary.

A muchos de vosotros os parecerá una pregunta totalmente normal y, que además, habréis escuchado millones de veces a lo largo de vuestra vida, pero imaginaos a vosotros mismos en aquella situación: Solos en mitad de la calle escuchando a vuestro padre gritar desesperado, cuando de repente llega la pregunta y tu realmente te lo replanteas: ¿Dónde estoy?, o, más bien, ¿Dónde quiero estar? Y esa era la situación en la que se encontraba Mary, no sabía dónde estaba porque no sabía a donde quería ir, por lo que antes de que pudiera arrepentirse de su decisión, siguió hacia delante mientras corría a toda velocidad. Debía alejarse y esconderse, pero, sobre todo, encontrar un nuevo hogar. Ese iba a ser el reto más difícil.

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