Diario de Indiana

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Nunca nadie se siente realmente preparado para contar un secreto. Da igual a la persona que se lo quieras contar. Es muy difícil abrirse con cosas que te matan por dentro. Y lo sé por experiencia. Sin embargo, si crees que contar ese secreto va a quitarte un peso de encima, puedes buscar cualquier excusa para contárselo a alguien y eso era precisamente lo que le había pasado a Indiana.

Yo y Hermione éramos conscientes de que toda esa faceta de aventurero era una mentira, aun así, algo intuíamos del tema de las drogas. Igualmente me impacto saberlo.

Según me contó Indiana, su historia comenzaba cuando era niño. En su casa el tema de las drogas y el tabaco estaba normalizado. Sus padres consumían de vez en cuando. Más o menos, un mínimo de dos veces al día y eso ya era demasiado.

En el colegio le hablaba de esto a sus amigos y todos tenían tentación por probar aquello. Una vez, le cogió una pastilla a su madre. Había hecho una apuesta con sus amigos y si era capaz de probar aquello, le darían diez euros cada uno. En la cabeza de un niño de ocho años eso suena demasiado tentador. Para su desgracia, su madre le pilló y aprovechó para explicarle lo que realmente eran las drogas. Quería evitarle ese camino para que no acabara como ella y como su padre. Que un niño descubra con esa edad que sus padres se están "matando", no es algo fácil de asimilar.

Un par de años después, Indiana ya tenía casi olvidada aquella conversación con su madre. De hecho, ya apenas se fijaba en las adicciones de sus padres. Ahora se interesaba más por el mundo del cine, sobre todo, por lo que se escondía detrás de lo que finalmente veías en la pantalla. A la hora de ver una película, se fijaba siempre en quien había sido el encargado de dirigir a los actores.

Con doce años se puso a estudiar por su cuenta cosas del cine y siempre que podía, se veía los making-of de películas más o menos conocidas. Para quién no lo sepa, un making-of es como un detrás de cámaras de la película donde te explican el proceso de como se ha hecho.

-Vale chicos. Quiero que me ayudéis en una cosa -. Dijo Sergio (Indiana) con una sonrisa. Se encontraba en el patio del instituto con sus amigos.

- ¿Qué pasa? -. Preguntó Alex, uno de sus mejores amigos.

- Quiero grabar un cortometraje y necesito actores. He conseguido una buena cámara de segunda mano. De mayor quiero ser director de cine y quiero empezar a practicar ya -. Sergio lo explicaba con tanto entusiasmo que sus amigos no querían hacerle el feo.

- ¿Y cuándo quieres empezar? -. Preguntó Bea, otra amiga suya, en señal de respuesta.

Tardó solamente dos días en escribir un guion e imprimió una copia para cada uno de sus amigos. No podía estar más encantado con ese proyecto. Sería el primero de muchos.

Sus amigos acabaron aficionándose también a grabar cortometrajes e hicieron un total de cinco más a lo largo de aquel año. El último de ellos lo presentaron a un concurso en el que quedaron segundos. Entre ellos se había creado una pasión por el cine que resultaba admirable.

- Mamá, ya he llegado-. Informó Sergio al entrar por la puerta tras la entrega de premios del concurso.

No obtuvo respuesta.

- ¿Mama? -. Preguntó mientras avanzaba por el pasillo.

Al llegar al salón, se la encontró metiéndose una raya. Su cara estaba tan pálida que pensó que lo mejor era frenarla antes de que se hiciera más daño.

- Debes dejarlo ya mamá. Llevas toda la vida con esta mierda y al final te va a pasar factura -. Dijo preocupado mientras la sostenía con los brazos.

- Es que..., han llevado a tu padre al hospital y pensé que así podría calmarme un poco -. Trató de excusarse.

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