ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ 9

414 20 3
                                    

La pista privada de aterrizaje del grupo EMX en el aeropuerto La Guardia, recibía el jet de distintivos en colores verde, amarillo y blanco proveniente de Brasil. El jet tardó casi veinte minutos antes de lograr anclarse al puente aéreo; una vez los accesorios de desembarque fueron instalados, Reinhard Austin descendió atravesando el cubículo articulado, ajustando los botones de su blazer. Un rocío de cabellos blancos salpicaba levemente sus sienes, dándole un aspecto distinguido, masculino e inteligente.

En la sala de espera privada, tras cristales ahumados, Ian y Charlotte Austin lo esperaban. Reinhard los vio antes de ingresar en el pequeño salón, y los tres se sonrieron con genuina alegría.

—Tío, que alegría verlo —le dijo Charlotte acercándose y apretándolo en un sentido abrazo.

—A mí también me alegra verte, hija —murmuró Reinhard abrazando con fuerza a su sobrino—. ¿Cómo lo llevas con los guardaespaldas? —preguntó divertido.

Charlotte endureció su gesto—. Pues no me la llevo, allá afuera están... tío, la verdad no es necesario...

—Es por tu seguridad Charlotte, y no quiero que les hagas la vida imposible como a los demás.

—Ya no soy un niña, sé defenderme sola... me siento estúpida, es estúpido andar con niñeras.

—¿Entonces, yo soy un estúpido? —inquirió Reinhard mirando a sus propios guardaespaldas. Charlotte desvió la mirada a los cuatro hombres que siempre lo acompañaban y que estaban a unos cuantos pasos de distancia—. Te aseguro que no lo soy Charlotte, sólo soy precavido y quiero que acates el plan de seguridad. Son mis órdenes. ¿Entendido? —preguntó con voz profunda y severa.

—No, la verdad no lo entiendo —respondió Charlotte desafiante—. Pero supongo que debo acatar tus órdenes.

—Supones bien —aseveró Reinhard clavando sus profundos ojos azules en él, luego desvió su atención a Ian—. ¿Cómo han ido estos cuatro días para Liam con el cambio de clima?

—Bien —respondió Ian con la expresión dulcificada y serena—. Sólo se le congestiona un poco la nariz, pero el doctor dice que se acostumbrará. Ayer llegaron Thiago y Marcelo, ya todo está preparado, hemos pasado primero por el club.

—¿Me imagino que Diogo no sabe nada? —preguntó poniéndose los lentes de sol, y las puertas se abrieron para que los tres hombres en compañía de los guardaespaldas salieran.

—No, por eso no le he dicho una sola palabra a Thor, porque es un bocón y a la primera le dice lo de la fiesta sorpresa —habló Charlotte y luego sonrió al ver la mirada llena de admiración de su tío al ver el Lamborghini, le guiñó un ojo y sonriendo le lanzó las llaves—. Lo traje porque sabía que querrías conducirlo.

Reinhard las atajó y apretó el botón para que las puertas se elevaran sonriendo como un niño con un juguete nuevo. No lo había montado realmente, apenas si había hecho las pruebas de potencia del motor en Ginebra, a donde viajó después de recibir la llamada de la Lamborghini por ser uno de los clientes internacionales de la famosa marca de automóviles deportivos. Subió emocionado al auto rojo brillante, e inmediatamente hizo que los motores rugieran.

—Yo creo que mejor me voy con los guardaespaldas —acotó Charlotte riendo.

—¿Tienes miedo, Pantera? —lo retó Ian, subiendo al Mustang negro.

—Con Reinhard al volante, estaría loca sí no —le contestó mientras su tío le lanzaba una mirada desafiante—. Está bien —Fingió suspirar y se subió al auto, Reinhard le sonrió e hizo descender las puertas—. Tío, recuerda que al entrar al tráfico tienes que manejar moderadamente. —En cuanto las palabras dejaron su boca, su cuerpo quedó pegado contra el respaldo del asiento propulsado por la endemoniada velocidad del arranque. Los cuatro guardaespaldas de los chicos, y los cuatro habituales de Reinhard, se vieron en líos al tratar de seguirle el paso al Lamborghini escarlata, el hombre parecía seguir presionando el acelerador, mientras las agujas coqueteaban con los 300 Km/h con la plena libertad de eludir la ley en las autopistas a las afueras de Nueva York.

Dulces Mentiras, Amargas Verdades ❧ Englot G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora