Un vínculo eterno

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Alejandro ha llevado a Ginebra a la mansión, esta muy serio, en completo silencio le cura
sus heridas, lo hace con cuidado, se nota que se esfuerza en controlar su sed de sangre, sus
impulsos lo están torturando, pero se mantiene concentrado.
—Gracias —dice Ginebra en voz baja.
—No hables, estás herida.
—!auch! si no hubieras llegado, talvez no estaría viva...
—¿Te duele?
—Si... —responde cabizbaja.
—Te revise bien, no tienes huesos rotos, solo varios moretones, desgarrarle las entrañas es
lo menos que merecían, los hubiera traído del infierno para volverlos a asesinar.
—Alejandro esta furioso.
—Perdóname por haberte hablado así te ofendí y lo siento.
—¡Se han ensañado contigo! —Dice Alejandro molesto.
—¿Qué?
—Eres ingenua, frágil, tan fácil de romper y para el colmo eres humana.
—No todos tenemos tu fuerza para defendernos...
—¡Pues entonces tendré que protegerte yo!
—Alejandro... —Ginebra se sorprende al escucharlo.
—¡Estoy molesto! No entiendo por que me vincule con una humana tonta y débil como tú,
al maltratarte me han ofendido, ¡todos esos bastardos me han hecho su enemigo! —sin
darse cuenta, Alejandro posa su mano en la pierna de Ginebra.
¿Cómo es posible que las manos frías de un vampiro puedan darle calidez al espíritu? Curo
cada una de las heridas de Ginebra permaneciendo a su lado durante todo este tiempo, el
monstruo del pantano resulto ser una criatura leal y ahora que lo tiene tan cerca se ve lindo
cuando se enoja.
—¿Qué tanto estas mirando? —pregunta Alejandro malhumorado.
—Lo siento... —Responde Ginebra avergonzada.
—Me miras con los ojos de un ciervo ingenuo, que molesto.
—Es que... tus ojos brillan con la luz.
—Si me sigues mirando te vas a enamorar de mí. —le advierte Alejandro seguro de sí
mismo.
—Yo ya no creo en el amor.
—Haces bien humana, el amor no existe.
—¿Jamás te enamoraste de alguien? —pregunta Ginebra curiosa.
—Los vampiros no sentimos esa clase de cosas, nos estorbarían.
—No mientas, debe haber existido alguien especial.
—Nunca.
—Entonces alguien debió declararte su amor alguna vez.
—Muchas mujeres dijeron amarme, pero solo amaban mi apariencia, estaban engañadas
por la ilusión de mis ojos y yo solo las veía como alimento y para beneficio personal, tú
eres la primera persona después de muchos años con la que tengo una conversación.
—Lo siento...
—¿De qué hablas venado?
—Lamento que no te hayan amado nunca y lamento que tú no conozcas el amor, pero por
otro lado te envidio, nadie rompió tu corazón, por eso no conoces el dolor...
—Ni se te ocurra sentir lastima por mí.
—Solo digo que...
—Estas equivocada, no conozco más que dolor, odio y soledad... —Alejandro se pone de
pie.
—Yo también me siento sola...
—Vaya par de desgraciados —Alejandro emboza una sonrisa
—¿Aun existe el vínculo entre tú y yo?
—Por desgracia sí.
—¿y cómo funciona?
—Es un poco humillante para mí.
—Si ya se, vincularte conmigo fue un error. —Dice Ginebra desanimada.
—Jamás un humano se había vinculado con un vampiro, pero por alguna razón se dio y
estoy atado a ti hasta la muerte.
—¿Es como si tú y yo estuviéramos... ya sabes, casados?

—Todo lo que soy te pertenece a ti, el vínculo es más que una unión nupcial, es la unión de
nuestras almas, somos uno solo. —Ginebra se ruboriza. —Veo que te encanto escuchar lo
que te dije, así que sí, estamos irremediablemente vinculados, pero ni creas que los papeles
cambian a qui el amo soy yo, no lo olvides.
—Lo sé, no pienso cambiar nada.
—Esto ya se volvió incomodo, te dejare descansar.
—Gracias.
—Y deja esa cara llena de satisfacción, me molesta.
—Lo hare. —Ginebra sonríe mientras Alejandro sale de la habitación.
—Los días han pasado, las marcas de aquellos golpes han desaparecido, Ginebra se ha
instalado oficialmente en la mansión de Alejandro, constantemente sale a alimentarse
tardando varios días en volver, hoy por primera vez comenzó a extrañarlo.
—Este lugar es muy grande, es una mansión muy lujosa, ¿Cómo pudo vivir solo durante
tanto tiempo? —qué raro, la puerta trasera está abierta, se supone que estoy sola, iré a
revisar. —Ginebra se dirige a la puerta trasera y al abrirla, la luz la encandila por unos
segundos, para después vislumbrarse con la imagen de Alejandro, el cual está bajo la
sombra de un gran árbol, tomando un baño en la laguna, Ginebra esta hipnotizada por su
belleza y sin darse cuenta se queda observándolo.
—Si quieres puedes venir.
—¿Qué? ¡no! Losiento, ¡no sabia que estabas aquí! —Ginebra responde nerviosa.
—No creas que no note tu presencia, llevas 15mn ahí parada.
—¡Eso no es verdad! Vengo llegando...
—Humana mentirosa y acosadora — Alejandro la fulmina con la mirada.
—¿Oye que haces? —Ginebra entra en pánico al verlo salir desnudo del agua.
—¿Por qué te cubres la cara? No me molesta que me veas.
—¡Eres un pervertido! ¡enfermo! Soy una mujer y tu un hombre, debes cuidar más lo que
haces.
—Cálmate y ven aquí.
—¿Qué? ¡no! Voy a golpearte si no...
—¡Muévete! —Alejandro la hace aun lado y con sus manos agarra del hocico a un
cocodrilo que intentaba morder a Ginebra y lo parte a la mitad.
—¡Dios mío! ¡casi me devora esa cosa!

—¡Enserio eres lenta!, ¡casi te arranca una pierna!
—Es tu culpa ¿Cómo puedes vivir en un lugar tan peligroso?
—Eso es lo mejor del lugar.
—¡Cuidado! —Ginebra detiene a Alejandro, estaba a un paso de la luz del sol. — Si te
acercas el sol te quemara, ¿Por qué se te ocurre bañarte en un día tan soleado?
—Guarda tus sermones, cuando llegue las nubes tapaban perfectamente al sol. — Alejandro
saca su mano y se quema.
—¿Estas loco? ¡Te lastimaras! — Ginebra corta un pedazo de tela de su vestido y venda la
mano de Alejandro. — ¡Imposible! Ha desaparecido la herida.
—¡Maldito sol!, no se va.
—Parece que estaremos aquí un rato.
—Tu puedes regresar, no tienes que quedarte conmigo. —dice Alejandro irritado.
—¿Y estar sola haya dentro? No, gracias, vivimos juntos y ni siquiera nos frecuentamos,
me siento sola cuando vas de cacería... —Ginebra hace un puchero sin darse cuenta.
—Ah, ya veo, me extrañas. —Alejandro sonríe pícaramente. —No puedo llevarte conmigo,
me estorbarías, serias la presa perfecta, débil, llorona y...
—¿Por qué ya no bebes mi sangre?
—Te estas recuperando, no soy inconsciente.
—¿Qué haces? —Ginebra se pone nerviosa al ver que Alejandro se acerca.
—Voy a recostarme un rato, usare tus piernas de almohada.
—ah... ok, ¿así está bien?
—Si —Alejandro cierra sus ojos y ella lo mira con atención, no tiene defecto alguno,
ningún lunar, ninguna cicatriz, todo en él es perfecto.
—Tu cabello es muy sedoso, que envidia.
—Tus piernas son cómodas, recuperaste tu peso, así estas mejor.
—Si, decidí que ya no voy a dejar de comer, sé que el jamás volverá, pero yo sigo aquí,
tengo que salir a delante.
—Y no solo eso. —Alejandro se levanta acomodándose frente a ella y le agarra la barbilla
mientras la mira a los ojos con sensualidad. —quiero ser tu prioridad.
Sin duda, había restos de dolor en Ginebra, pedazos que jamás volverían a su lugar, pero de
alguna forma, Alejandro calmaba su agonía, haciéndola sentir valiente, lo suficiente como
para salir adelante.

El amante del pantano de Nil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora