Capítulo III.

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-¡¡¡son ustedes unos cerdos, una escoria, lo peor que puede existir!!!, unos hombres... no... ni hombres se les puede llamar a ustedes, son unos simples tipos sin educación, holgazanes, sin principios ni valores, que no hacen nada por salir del fango, esperan que les den todo, son unos parásitos, siempre parados en las esquinas, espero que lo que hacen lo paguen, más les vale que no se me vuelvan a acercar, -y le aventé con rabia a Miguel la pulsera en la cara y me fui apresurada estaba aturdida, llorando por lo que escuché, ¡no lo podía creer! Temblaba de rabia, me dolió profundamente saber que todo era una apuesta donde yo iría a la cama con él, ahora agradecía al cielo no haberlo hecho, porque recuerdo que estuvo a punto de ocurrir en una ocasión que me llevó a casa de su primo, que dizque por su chamarra porque tenía frio y me dijo que no había nadie, en cuanto entramos a su cuarto me recargó en la pared y me empezó a besar con mayor intensidad, sentí que ya él pasaría a más, y yo estaba dispuesta a hacerlo, quería vivir esa experiencia y que mejor que con el primer chico que se interesó en mí, pero afortunadamente se detuvo cuando escuchamos que la puerta se abrió y se cerró, escuchamos pasos, toser a una persona, él supo que era su tío, él me dijo que no habría nadie que su tío no estaría porque tenía consulta médica, pero olvidó en su casa su cédula de identificación y regresó por ella, así que nos fuimos de inmediato aprovechando que el tío subía por la escalera a su habitación, salimos corriendo de la del primo que compartía con Miguel estaba en la planta baja, y eso me salvó porque me sentía entusiasmada, ilusionada con él, después de esa vez noté que él aprovechaba la obscuridad de la calle y me besaba con desesperación, ahora comprendo todo, ahora entiendo lo que buscaba, recuerdo que cuando por primera vez puso sus manos sobre mis pechos, no me gustó su brusquedad, así que se las retiré de mí y le pedí que nos fuéramos y que no lo volviera a hacer, al escuchar sus palabras el sacrificio que implicaba para él, que sentía asco de mí, me dolió considerablemente, ¿por qué no me di cuenta nunca? Seguro que fue por lo ilusionada que me sentía, la idea de pensar que podía tener un novio era extraordinario para mí, porque jamás imaginé tenerlo, me parecía imposible, y siempre le decía a Nicolás que eso era para las mujeres bonitas, no para mí, que en unos años sería una solterona, así que cuando apareció él, no me pude negar, me emocionaba la idea y me sentía halagada y feliz cuando tocaba la puerta.

Me quedé en el patio de la casa limpiando mis lágrimas antes de entrar, para no dar explicaciones, sabía que mi papá tenía un arma y no quería ser la causante de provocar una tragedia, mi padre no se quedaría teanquilo si les contaba lo que había escuchado, afortunadamente cuando entré a la casa, ellos miraban la televisión, solo les dije ya vine y me dirigí a mi cuarto, ellos no preguntaron nada porque me vieron pasar, ya que tenían la puerta de su recámara abierta.

Así pasé ese domingo muy triste en mi cuarto llorando, no quise comer nada, sentía rabia y pasé culpándome por mi ingenuidad y estupidez, pero a la vez sentí un gran alivio porque descubrí sus intenciones ¿cómo fueron capaces de apostar que me acostaba con él? ¿Qué clases de seres humanos eran? sin sentimientos, solo unos tipos idiotas no eran más que eso, cerré los ojos y de inmediato vino a mi mente la imagen de don Armando Mendoza... y el recuerdo de sus palabras... ¡¡Betty si usted le gusta a ese hombre usted debe notar su interés, sus ganas de verla a diario!!... don Armando... don Armando. Dije bajito, apretando un pañuelo desechable con el que secaba mis lágrimas y mi nariz -que razón tenía cuando me dijo que no debía confiar, usted es hombre y sabe cómo actúan-

Esa noche la pasé terriblemente mal, lloré hasta que me desahogué, porque me sentía muy lastimada, ofendida, humillada, utilizada en el juego de unos pelados insignificantes que no valían la pena, era mi primer decepción, mi primer traición y no podía dejar de sentir ese nudo en la garganta, que provocaba que mis lágrimas no dejaran de escurrir, mi mamá entró pero me hice la dormida y ya no dijo nada, cerró la puerta y se fue, pasé una noche infernal, me habían pulverizado como mujer, lloré tanto, porque eso era mayor a las burlas de la escuela y la universidad, y no supe la hora en que me quedé dormida.

MI BECARIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora