One-shot

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La primavera había llegado en una pequeña isla, una tierra donde el sol se interponía en las montañas con sus rayos de luz, los arboles de cerezos volvieron a florecer luego de los meses del invierno.

La gente de Japón, actualmente llamada Imperio Sakura, se recuperaba de la Segunda Guerra Mundial. Una época que se detuvo por la intervención de una raza desconocida como las Sirens, criaturas humanoides de rasgos femeninas que atemorizaron a la humanidad y fueron las responsables por acabar el 50% de la misma.

No muy lejos del puerto, una zona residencial rodeado de enormes arboles de cerezos, se encontraban algunas chicas viviendo en las casas tradicionales o simplemente saludaban a sus compañeras luego de sus misiones, caminando en puentes hecho de acero y madera.

Había una casa que se destacaban entre las demás, ubicada a poco lejos de las demás casas residenciales, en una colina donde podrías apreciar el mar desde una altura poco alta y ver el hermoso cielo azul junto con los diferentes tonos de color del mismo océano, atravesando en tus propios ojos.

Aquella casa tenia un techo poco inclinado, de un color menos llamativo, hecho de madera al igual que todas las casas residenciales.

Una kitsune alta y hermosa, se encontraba acostada, observando como los pétalos de su árbol de cerezo caían lentamente. Acompañado de los sonidos de las aves y de las flores que estaban en su jardín, ella se encontraba pensativa mientras contemplaba el paisaje.

—desde cuando deje de contemplar estas pequeñas cosas de la vida. —se dijo a si misma, tomándose su te verde que ella misma preparo, fue cuando un petalo de cerezo rozo y callo encima de su mano izquierda.

<<Cuanta veces te dije que no debes arrancarle los pétalos de cerezo a la fuerza, Akagi>> Una voz dulce y familia se pronuncio dentro de su cabeza, como si un recuerdo le hiciera pensar en el pasado.

Sus ojos rojizos se llenaron de lágrimas, al momento de volver a escuchar aquella voz, sintiendo la briza cálida en su rostro.

<<Amagi Nee Sama>> El nombre de aquella persona, tanto que la amaba como si fuera su propia madre, hizo que Akagi volviera a recordar su niñez.

Hubo un tiempo, antes que Akagi fuera el líder de portaaviones, antes de la guerra contra las Sirens, cuando las primeras Kansens aparecieron por primera vez con su objetivo de proteger a sus creadores, la humanidad.

En ese tiempo, Akagi era una kitsune pequeña, de cinco años. Era muy traviesa para ese entonces, pero al mismo tiempo, una niña curiosa y alegre. Ella se encontraba en el jardín, atrapando a una mariposa con sus propias manos, el instinto de un zorro de cazar cualquier presa.

Sus orejas se movieron al momento de escuchar el deslice de la puerta corrediza, ella rápidamente abandona el jardín, corriendo hacia la entrada de la casa.

En la entrada, una kitsune joven y hermosa, dejaba sus zapatos en la entrada. Su vestimenta consistía en abrigo rojo, debajo llevaba un kimono violeta oscuro junto con un cinturón oscuro que llevaba una flor como la figura representativa del Imperio Sakura.

Sus ojos morados claros, se fijaron en la pequeña Akagi, quien corría para luego abrazarla.

—¡Volviste, Amagi Nee Sama!

Ella abraza con sus pequeños brazos, su hermana acaricia su cabello mientras sonreía de felicidad.

—Akagi ¿ya hiciste la tarea que dejo la profesora?

La pequeña kitsune se dirigía a su cuarto en busca de su tarea hecha, por otro lado, Amagi se cambiaba su ropa representativa por una de casa. Siendo un abrigo neutro que mostraba su curvo cuerpo junto con unos pantalones menos ajustados.

Amor de Hermanas: un lazo fuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora