Las mañanas pronto se convirtieron en una rutina mucho más aburrida de lo que esperaba, y tan pronto como pudo encontrar la manera de darse su propio tiempo para meditar cada una de sus decisiones, Tachihara lo llamó imbécil.
Claramente había algo en su pecho que dejó de ser igual desde aquella noche, porque desde entonces, no podía evitar tener el mismo pensamiento todos los días. Su piel quemaba con sólo recordar el momento, y no entendía si era por enfado o incomodidad, simplemente entendía que no podía ser algo bueno.
Entonces, una chispa de astucia o muy probablemente estupidez acabó por completo con todas las ideas lógicas que alguna vez existieron en su cerebro.
Llegó a la conclusión de que, si no podía matar a Osamu, haría que cayera tan jodidamente enamorado de él que cumpliría todos y cada uno de sus caprichos.
Quería llegar tan profundo en sus huesos y en su corazón que le sería imposible negarse ante cualquier petición, incluso si le pidiera convertir a su hermana una mujer de la realeza y a Kyouka en una importante aprendiz de medicina como tanto soñó.
Sólo que había un diminuto inconveniente, y es que Dazai nunca fue capaz de amar a nadie del mismo modo que las personas normales lo hacían, pero eso Chuuya lo estaría por descubrir.
Durante un almuerzo común y corriente, pasado casi un mes desde que contrajo matrimonio con Dazai Osamu en el nombre de su hermana, hubo una noticia que no le dejó una buena sensación. Hirotsu, con quien ya estaba familiarizado, abrió la puerta corrediza suavemente para dar un aviso contundente.
El jefe del palacio, Mori Ougai, iba a volver de su viaje de negocios esta misma noche.
Su regreso se retrasó innumerables veces por razones que nadie conocía, ni siquiera su propio hijo, quien ahora luchaba contra la expresión retraída de su rostro. Estaba disgustado, o más bien nervioso. Pero ver a Dazai nervioso era un evento que presenciaba por primera vez en toda su vida, y apenas podía creer que fuera capaz de sentir una emoción como esa.
Chuuya desvió su mirada hacia Tachihara que custodiaba la puerta, pidiéndole en silencio su opinión al respecto. Él se veía como un trapo mojado en medio de una tormenta, quitándose toda responsabilidad de encima, porque en realidad no era algo que tuviera que ver con él.
O quizás sí.
— Está bien, muchas gracias por avisarme– agradeció Osamu, sorbiendo lentamente su té y pasando su lengua por sus labios — Yo me encargaré de esto, sólo cuida de Q, por favor
— Como usted ordene, mi señor– respondió el mayor de todos, haciendo una pequeña reverencia y retirándose — Estaré en el jardín si me necesita, con su permiso
Y al desaparecer Hirotsu, pudo ver diversas ondas en la superficie del té. Dazai acababa de suspirar, por alguna razón.
Durante todo este tiempo, pocas veces había podido distinguir entre todas sus reacciones y analizarlas con el suficiente detenimiento, para saber qué hacer o decir. Kouyou siempre se esforzó en enseñarle a ser perceptivo, y que a veces los pequeños detalles hacían grandes diferencias.
Esa misma tarde, unos minutos después de haber terminado el almuerzo y escuchar a Dazai pedir completa privacidad para sí mismo, se refugió en su pequeño cuaderno de anotaciones. Higuchi se lo había dado en compensación al enorme regalo que le hizo hace un tiempo, y no pudo negarse a ello.
Miró entre las páginas más importantes, sus escritos hablaban sobre algunas actitudes o actividades que creía que Dazai disfrutaba realizar. Muchas veces era como leer un libro abierto de par en par, otras era como intentar mirar las montañas del oeste mientras la densa neblina impedía ver siquiera por dónde caminaba. No había un punto fijo en su persona, lo que hacía peor el asunto.
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Mentiras azules // SKK
FanfictionDazai Osamu era el hijo de un hombre despiadado, aunque lleno de riquezas hasta el tope; él, por su lado, no era más que un simple chico de un pueblo poco conocido, pero con dos maravillosas hermanas por las que estaba dispuesto a dar la vida. Así q...