Cuando volví a abrir los ojos, pegajosos y pesados, ya era de noche. La estera que había a mi lado todavía estaba caliente porque Lauren había estado tumbada en ella. No debía de haberse ido hacía mucho. Me levanté torpemente, intentando librarme del dolor de cabeza que me había entrado de tanto llorar.
Eché a andar en la dirección que pensé que había tomado y muy pronto di con su rastro. Se dirigía a una parte de la isla en la que yo nunca había estado. Me había dicho que había otra charca como la que teníamos cerca, pero eso era todo. La seguí durante casi media hora. Sorprendentemente, no parecía darse cuenta de que fuera detrás de ella.
Esta noche tenía la cabeza en otro lado. Veréis, es que Lauren y yo nos entreteníamos con un juego en el que intentábamos acercarnos furtivamente y en secreto la una a la otra. Era un juego tonto, pero en la isla no había mucho que hacer salvo jugar, comer y dormir. Yo nunca conseguía sorprender a Lauren, aunque ella me pillaba muy a menudo y entonces me hacía cosquillas hasta que creía que me iba a orinar encima. Entonces era yo la que la insultaba a ella en español al salir corriendo a un matorral para hacer mis necesidades. Ella se quedaba allí tirada en el suelo carcajeándose de mí.
Esta noche era evidente que tenía la mente en otras cosas, porque me di cuenta, por la posición de sus hombros, de que no sabía que estaba detrás de ella y quise mantener así la situación.
En alguna parte se oía una cascada. Observé asombrada cuando Lauren se quitó la tela que le tapaba los pechos. Al poco cayó la que le tapaba las caderas. Mientras, Lauren seguía caminando e iba dejando caer la ropa al suelo por el camino. Vi que se acercaba al borde de lo que parecía ser un acantilado, se quedó allí parada un momento y luego, ante mi total horror, se tiró por el borde.
Tomé aire y me quedé allí parada, paralizada por el horror, y tardé unos segundos en conseguir que se me movieran los pies.
—¡Oh, Dios, oh, Dios, Lauren, no!
Salí disparada tras ella. Justo cuando llegué al borde, la cabeza de Lauren emergió en la charca de debajo. Me la quedé mirando pasmada mientras ella se echaba el pelo hacia atrás y volvía a sumergirse en el agua.
Me aparté del borde del acantilado. No quería que supiera que la había seguido. De modo que me eché boca abajo y atisbé por el borde mientras Lauren nadaba y jugaba en el agua. Había una pequeña cascada que caía en la charca de debajo. El fuerte ruido del agua probablemente había impedido que Lauren me oyera gritarle cuando se tiró por el acantilado.
¿Aquí es donde vienes, Laur?, pensé. ¿Pero por qué, por qué aquí? No tiene sentido: puedes nadar en la charca que hay cerca de la cabaña. ¿Por qué tienes que venir tan lejos para nadar? Me eché hacia atrás sobre el acantilado hasta que sólo mis ojos asomaron por el borde. Lauren parecía haber terminado de nadar. Observé mientras se trasladaba a un extremo poco profundo de la charca. No veía lo que estaba haciendo, pero dio unos pasos con el agua hasta la cintura y se detuvo. Estuvo allí parada durante muchísimo rato, con la cabeza gacha, y por cómo se movían sus hombros me di cuenta de que estaba jadeando o llorando.
Me pregunté si se había hecho daño. De repente, echó la cabeza hacia atrás y vi parte de su cuerpo. Con la mano izquierda se apretaba y frotaba el pecho, mientras que la derecha estaba bajo el agua, al parecer haciendo lo mismo con sus zonas inferiores. La miré boquiabierta mientras se frotaba y retorcía los pezones y se hacía Dios sabe qué debajo del agua.
Ahora bien, yo no era tan inocente como para no saber lo que estaba haciendo. Casi toda mi educación sexual procedía de mi abuela, quien después de unos cuantos ponches calientes estaba más que dispuesta a hablar de varios temas inapropiados para una niña de catorce años. También me colaba en el estudio de mi padre y leía algunos de sus libros de medicina sobre anatomía humana. Bueno, la verdad es que no los leía tanto como miraba los dibujos. Recordé que lo que más me gustaba eran los dibujos de los pechos femeninos. Y que por primera vez en mi joven vida no me importó tanto tenerlos. Los pechos de Lauren eran aún mejores que los dibujos de los libros de mi padre. Eran el doble de grandes que los míos, con pezones marrones claros. La observé mientras se frotaba el pecho y no pude evitar preguntarme cómo sería tocarla con mis propias manos.
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La Isla (CAMREN Adaptación)
FanficAntes que nada, quisiera aclarar que la historia no es mía, ya me hubiera gustado tener la creatividad y la forma de escribir de la autora original: Portia D' Ghiglino, por lo tanto solo hago una adaptación Nota: La historia original también tiene...