Capítulo 9 (III/III)

1.4K 125 13
                                    

Decidí ir a la playa para ver si Lauren estaba allí. Quería decirle que lo comprendía y que ya podía volver a casa, ahora que me había ido. También quería asegurarme de que estaba bien.

Divisé a Lauren, totalmente desnuda, de espaldas a mí en un grupo de rocas que avanzaban por la playa hasta desaparecer en el mar. Tenía la espalda recta como un palo, con los ojos clavados en el horizonte contemplando algo que yo no veía. Decidí abandonar mi carrera de espía de Lauren y hacerle saber que estaba allí.

—¿Laur?

Se giró sobresaltada.

—¿Qué haces aquí? —Tenía la voz más grave que de costumbre y ronca por la falta de uso. Se me encogió el estómago al darme cuenta de que había estado llorando otra vez.

—Buscarte —le dije con sinceridad. Trepé a la pequeña formación de rocas y me senté a su lado. Inmediatamente se ató a la cintura el sarong sobre el que había estado sentada. Supongo que había decidido prescindir de la parte de arriba porque volvió a contemplar el océano. Como la sirena que había a bordo del Statendam, el largo pelo de Lauren ocultaba sus atributos a mis ojos curiosos. Había empezado a llover ligeramente; ella no parecía notarlo siquiera.

—¿Dónde has estado? —le pregunté vacilante.

—En esta maldita isla, ¿dónde demonios iba a estar si no, Camila?

Me quedé sentada con ella un momento, tratando de pensar en una forma para hacer que Lauren hablara conmigo sin que se enfadara aún más. Su largo pelo oscuro le tapaba la cara y tenía la espalda tiesa como un palo.

—¿Por qué estás aquí, Camila? —volvió a preguntar cansada.

—Estaba preocupada por ti, Laur. Quería asegurarme de que estabas bien. —Por costumbre, puse la mano en la su espalda desnuda para hacer hincapié en lo que decía. El cuerpo de Lauren pegó una sacudida como si le hubiera hecho daño. Se levantó de un salto.

—No me toques —gritó—. ¿Por qué demonios no controlas esas malditas manos?

Sentí un dolor tangible en el pecho ante sus palabras. Abrí y cerré la boca varias veces; no podía respirar.

—¡Muy bien! —le grité a mi vez—. Sólo quería decirte que no puedo vivir así. Ya no me hablas, no has venido a casa, me has estado gritando y diciendo cosas... —Se me estaban llenando los ojos de lágrimas—. Me has estado diciendo cosas muy dolorosas. Me voy, Lauren —le dije con resignación—. He construido un refugio al otro lado del arroyo. Últimamente has estado muy mal y lo has pagado conmigo. No quiero estar contigo mientras estés así... me duele demasiado —terminé sinceramente.

Esperé a que dijera algo, cualquier cosa, pero volvió a contemplar el mar. De modo que me levanté de las rocas, agradeciendo que la lluvia tal vez estuviera consiguiendo disimular las lágrimas que ya no podía contener.

—Ya nos veremos, Lauren, ¿vale? —dije suavemente, sin esperar respuesta y sin recibirla. Bajé de un salto de las rocas y eché a andar playa arriba, decidida a no mirar atrás mientras la cálida lluvia tropical caía sobre mi cabeza.

Solté el sollozo que había amenazado con irrumpir en las rocas. Sentía que se me había roto el corazón. Yo la quería tanto y era como si ella ya no soportara estar conmigo. Me sentía como si alguien me hubiera llenado el pecho y la garganta de algodón; era insoportable.

Seguí caminando por la playa en penumbra, con la esperanza de que la suave lluvia consiguiera llevarse este dolor.

—¡Camila! —El grito fue casi primitivo, exigiendo que me diera la vuelta.

Al parecer Lauren me había seguido. Parecía una fuerza de la naturaleza, con el pelo ondeando alrededor de su cabeza como si tuviera vida propia. Con tan sólo el sarong atado a la cintura estaba absolutamente... pavorosa.

Me volví y eché a correr. No sé si eché a correr porque tenía miedo de que me viera llorar o porque tenía miedo de esa mujer salvaje que tenía detrás. Sólo sabía que si me alcanzaba no tendría fuerza suficiente para dejarla. También sabía que ya era hora de que reconociera ciertas verdades, aunque sólo fuera ante mí misma.

Estaba enamorada de ella. Lo había estado desde el día del baile. Era parte del motivo de que sintiera que debía vivir alejada de ella: si llegaba a averiguarlo, me odiaría. Dios mío, tal vez ya lo sabe. Tal vez por eso se ha estado comportando así.

De repente me atraparon por detrás y caí a laarena.

____________________________________________________________________________________

Lo prometido es deuda....! He regresado y publique el maratón como ustedes lo pidieron! wuwuwuw perdón por dejarlos muy abandonados...nos vemos luego...!

La Isla (CAMREN Adaptación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora