"Love is in the air"

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¿Por qué nos cuesta tanto hablar de las ventosidades de nuestras parejas?

En nuestro mundo existen tres estados de la materia: líquido, sólido y gaseoso.

Si tuviera que definir a mi novio con alguno de ellos sin duda elegiría el gaseoso.

No lo digo para quejarme, lo digo con cierto orgullo.

Desde que conocí a KyungSoo hace más o menos tres años siempre me he rendido ante sus más que visibles encantos: es guapo, es divertido, todo el rato sonríe y a su alrededor no hay quien no piense que tiene un gran corazón.

Efectivamente esas son todas las cosas que podrían enamorar a cualquier hombre, mujer, animal o cosa que pase un rato con el, sin embargo yo tuve la extraña suerte de conocer su lado más íntimo antes que muchos, y eso es lo que me llevó a no querer volver a separarme de él.

Así empieza una historia de amor.

Todo empezó en el lugar más feo de la tierra: nuestro gimnasio.

Yo me había apuntado para perder unos cuantos kilos que había ganado mientras estudiaba las oposiciones para profesor de inglés.

Normalmente la gente adelgaza en situaciones de estrés, pero a mí me pasa lo contrario.

El primer día yo estaba muy perdido, nunca me habían gustado aquellas cárceles de sudor, hormonas y cuerpos esbeltos, pero en aquellas circunstancias no me quedaba otra: ya había pagado, ya estaba dentro, ya tenía que darlo todo.

Todo era tan cutre como me lo esperaba, bajo el mismo techo en el que yo luchaba por eliminar kilos y kilos de ganchitos, nachos y gomas, decenas de mujeres y hombres exhibían cuerpos que a mí me parecían imposibles.

Los super humanos que me rodeaban parecían conocerse muy bien, interactuaban entre ellos y se daban ánimos.

Yo nunca me había atrevido a dirigir la palabra a nadie hasta que un día me di cuenta de que en una de las últimas bicicletas estáticas había un chico que parecía diferente.

Por alguna razón estaba seguro de que aquel hombre también odiaba el sitio en el que estábamos, parecía distraído, pensando en sus cosas, pedaleando libre como si en vez de en un gimnasio estuviera dando un paseo por el campo.

Me acerqué temeroso, y me puse en la bici contigua a la suya.

Cuando se percató de mi presencia, se levantó y se fue.

Me quedé solo y de piedra.

Unos días después, mientras salía de los vestuarios, me volví a encontrar con él, y para mi sorpresa se acercó a hablarme.

—Lo siento mucho- me dijo. -, el otro día cuando viniste a hacer bici a mi lado tuve que irme. No me gusta hacer bici acompañado. Me molesta. Pero tú pareces amigable y no quiero que pienses que soy un amargado.

Me lanzó una sonrisa, y se marchó a la sala de máquinas.

Durante días volví a topármelo, pero jamás me atreví a decirle nada.

Sin embargo una tarde, armado de valor, se me ocurrió la idea de acercarme a él y proponerle charlar en otro sitio que no fuera el gimnasio, sino un lugar más agradable y sin bicicletas.

Fui entonces hasta la fila de estáticas, y cuando estaba muy cerca de él me di cuenta de que tenía los auriculares puestos, y de que no se había dado cuenta de que yo estaba allí.

El chico se tiró entonces un pedo, y siguió haciendo deporte como si nada.

Solté una risotada, y él se dio la vuelta hacia mí, y se puso muy rojo.

Gases. [KaiSoo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora