Capítulo VII: La compañera de habitación

45 8 54
                                    

Una voz me despierta, se escucha como un terremoto que acaba de asediar todo a su paso

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una voz me despierta, se escucha como un terremoto que acaba de asediar todo a su paso. Abro los ojos para toparme con algunas velas encendidas del otro lado de la habitación, una que me cuesta reconocer, en realidad. La voz se detiene cuando mis ojos y los de la criatura que hace el sonido se cruzan, los suyos ensangrentados parecen haber visto un fantasma y estoy casi segura que los míos están igual o más abiertos. Lo que reconozco como mi compañera vampiresa sujeta una bola de cristal en sus manos, de ella sale un sonido.

—¿Stel?, ¿Stella, sigues ahí?

—S-sí —contesta vagamente, dando unos golpecitos al cristal—, te llamo a la noche Cessi —dice simplemente antes de cortar la comunicación. Coloca la bola en su mesilla de noche y me observa con cierta desconfianza—, ¿q-quién eres? ¿Te envía Louis? Puedes decirle a ese licántropo que-

La corto, porque no entiendo ni una sola palabra de lo que dice en un idioma que supongo es alemán.

—No sé alemán —digo, irguiéndome en la cama, apoyo mi espalda contra la pared, encarando a la chica y luchando contra una migraña que comienza a formarse en lo profundo de mi cabeza. A diferencia de los feéricos, sí he convivido con los de su raza, incluso hablado con alguno en una de las muchas galas benéficas que organiza el hermano de mi padre, el Marco Di Bianco—, acabo de llegar, soy italiana.

La chica parpadea un par de veces, como si intentara comprender mis palabras antes de reaccionar. Me cuesta un poco encontrar las energías para ponerme en pie, ¿cuántas horas he dormido?, ¿qué hora es? Ella parece haberme entendido, pero, por si acaso me acerco cautelosamente, antes de extender mi mano a modo de saludo. Su mirada me dice que puede llegar a morder si no me ando con cuidado, y no en el sentido figurado de la palabra.

—Soy Adria —digo en un alemán muy burdo, ya que es lo único que puedo expresar en más de diez idiomas, ahora bien, que no intente mantener una conversación cuerda en ninguno de ellos. Quizás podría entenderle en castellano, y hasta de él dudaba.

Mantengo mi mano en el aire, la cual tras unos segundos me hace sentir una profunda vergüenza. Ella está ahí parada, analizando la situación, su actitud y esencia impone enormemente, casi de forma aterradora. Una característica que Lorie y yo asociamos a los vampiros. Para relajar la mente, aprovecho para verla mejor, a la luz de las velas, la piel de la chica es de un color terroso tostado muy bello, surcada por algunas manchas más claras que reconozco como vitiligo, sus rizos tupidos caen alrededor de su cara, donde un montón de piercings parecen querer contar una historia diferente. Su rostro cambia tras unos segundos más de incomodidad, contempla mi mano de forma muy extraña, como si se estuviera planteando estrecharla o rechazarla. Al final, la toma y me da un fuerte apretón.

—Adria, soy Stella, mi italiano está algo oxidado. Bienvenida a la academia, ¿somos compañeras? —supongo quiere decir, aunque sus frases son cortas y, en verdad, me pregunta si somos amigas, en lugar de compañeras de dormitorio. Asiento firmemente y retiro la mano, la chica es francamente fuerte y ahora que parece más relajada ya no da tantísimo miedo. Eso sí, sus ojos ensangrentados me producen angustia, ¿consume acaso sangre real? Temo preguntar, ya que si algo he aprendido a lo largo de mis encuentros con esos seres, es mejor mantenerse en su buena faceta.

Hermandad de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora