CAPÍTULO DOS - SUNGHOON

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Vivaldi llenó los oídos de Sunghoon Kim mientras miraba la pantalla de su teléfono y el formulario de autoevaluación que se le había pedido rellenar antes de que se acabara el día. Este nuevo y bizarro elaborado proceso corporativo le resultaba ridículo. No eran un bufete de abogados, sino una universidad de alto prestigio.

Pedirle a un profesor titular que se describiera en tres palabras o menos era absurdo. La mayoría no podría describir qué día de la semana era sin una disertación con formato APA y la aprobación del comité de revisión.

¿Tres palabras para describirlo? ¿A cuál Sunghoon querían? ¿Al brillante y extravagante bicho raro o al desviado psicópata homicida? Ambos eran lo suficientemente reales, aunque uno era definitivamente más aceptable que el otro. Y aún así ninguno de los dos podía hacerse una auto-evaluación.

Suspiró, contemplando el patio. El cielo era tan ominoso como su estado de ánimo.

Unas nubes grises y oscuras se cernían sobre los estudiantes a la espera de desatarse sobre los estudiantes que se negaban a ceder su espacio hasta el último momento. Hacía un frío inusual para esta época del año. Tomó un sorbo de su café, manteniéndose escondido contra el edificio mientras observaba cómo se acercaba la lluvia. Según el pronóstico, iba a llover todo el día, pero Sunghoon creía tanto en los pronósticos como en los horóscopos.

Dahyun kim, profesora auxiliar de astrofísica, se acomodó junto a él, jalando el jersey sobre su cuerpo y rodeándose entre sus propios brazos. Su pelo negro se agitaba sobre su cara y sus gafas de montura negra se acercaban peligrosamente a la punta de su nariz.

Tranquilamente era mayor que Sunghoon por lo menos diez años, pero todavía podía pasar por una estudiante de posgrado.

Se quitó los audífonos de los oídos. —¿Cómo me describirías en tres palabras? —Antes de que ella pudiera responder, él alzó un dedo y le subió las gafas por el puente de la nariz.

—¿Rarito sin límites? —preguntó ella, apartando su mano.

—Raro fue lo primero que se me ocurrió a mí también. No creo que eso funcione con la junta.

Dahyun se encogió de hombros. —Tienes la permanencia. ¿Qué van a hacer al respecto? —Chasqueó los dedos—. Ya sé. Profesor distraído.

Sunghoon puso los ojos en blanco. —No soy despistado. Tengo... oído selectivo.

—Los niños tienen oído selectivo. Tú vives en tu propio mundo. —señaló ella.

Sunghoon le quitó importancia a su afirmación. —Estás exagerando.

—Casi caminas dentro de la fuente... dos veces.

Ella no estaba equivocada. La cosa era que Sunghoon era despistado por elección. Cuando una persona lleva el peso de una aflicción que le hace recordar -textualmente- cada palabra que se le ha dicho, su cerebro se convierte en un desastre caótico, una maraña de conversaciones de ayer y de hace décadas. Una sola palabra podía desencadenar una cascada de recuerdos que podían atraparlo en sus pensamientos durante días. Por eso, Sunghoon se mantenía selectivamente distraído. Sus observaciones eran algo que se había entrenado para encender y apagar a voluntad en lugar de perder la cabeza absorbiendo trozos de conversación a cada paso que daba. Al dejar de lado las cosas que consideraba estáticas, podía centrarse en las que importaban, como la espintrónica o la dispersión de la luz y mezcla de ondas ópticas, los puntos cuánticos semiconductores y, a veces, incluso la física del láser.

En el campus, raramente interactuaba con nadie más que con sus compañeros de trabajo directos y, por supuesto, con sus estudiantes. Se esforzaba por observar su entorno sin absorberlo, sin dejar que su mirada se concentrara en una sola cosa durante demasiado tiempo, a menos que fuera de vida o muerte. Sin embargo, en el momento en que posó su vista sobre el hombre que cruzaba el patio, no pudo apartar la mirada.

Bad Omens | Sungjake |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora