- VERONA -

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N.Y.E Bar

Manhattan, NY.

Dos años atrás...

Las manos me tiemblan, el corazón bombea sangre a gran velocidad y la adrenalina se dispara por todo mi cuerpo. Acabo de hacer mi primer desnudo parcial sobre el escenario.

Una de las guías del grupo de principiantes, me arropa con una bata ante las miradas despectivas de mis compañeras de camerino.

—Lo hiciste muy bien, escucha como te aplauden aún. — me entrega una botella con agua y me regala la primera sonrisa genuina que he recibido en este lugar. —Ellas no han logrado lo que tú hiciste en tu primera noche, es un poquito de celos profesionales.

Simplemente siguieron con su arreglo, ninguna de ellas me felicitó o me dio una palabra de apoyo, aunque no las necesito. Mi trabajo y desempeño no depende de ninguna de ellas.

Tocan a la puerta del camerino que comparto con 2 chicas más y la guía de la entrada recibe un mensaje.

—Ágata, nos vamos. — me indica y yo sigo sus órdenes.

Caminamos por los grandes pasillos y yo me sigo maravillando con la hermosura de este lugar, contemplo los acabados elegantes y sofisticados; el piano en el centro del vestíbulo que es tocado solo para los números especiales de las titulares y el peculiar aroma a lujo es todo lo que se respira aquí.

Llegamos a la puerta del dueño del bar, Jamie. Es un tipo muy agradable y me ha tratado con mucho respeto. Descarto por completo la imagen de aquellas que me dijeron que para entrar debía acostarme con él, jamás me pidió algo que no fuera parte del trabajo.

Obviamente, tenía que verme desnuda y presenciar el número que preparé; pero fuera de ello, jamás insinuó ponerme una mano encima.

Cuando la guía me indica que entre yo sola, ajusto mi bata y el guardia me abre la puerta. Al entrar no veo a nadie, su escritorio está vacío, pero puedo escuchar el ruido de un par de hielos cayendo en un vaso de vidrio del otro lado de la habitación.

Tímida me acerco hasta las telas que dividen el lugar.

—¿Hola?

—Pasa, por favor. — una voz femenina me habla y yo le hago caso.

Al entrar veo a la titular que no me han presentado, pues la otra chica es Ivona, mi compañera en la facultad y la persona que me propuso entrar a este lugar.

Está de puntillas tratando de alcanzar un agitador para su bebida. Por la postura es fácil deducir que el ballet le permite esa facilidad para permanecer en esa posición como si fuera una pluma. Sus tornadas y bien formadas piernas es otro de los indicadores.

—¿Gustas tomar algo? — me indica al momento que se gira hacia mí.

—No, gracias. — aprecio el gesto, pero prefiero no colocarme en una situación vulnerable y menos frente al grupo de chicas a las que no les hizo ninguna gracia mi llegada.

𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐈𝐄𝐍𝐂𝐈𝐀 -  Psic. QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora