Parte 2

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"A veces olvido que ahora tengo que comer y beber"

Levantó las tazas de té con las manos aún temblorosas y entró en la sala de estar.
Ella había conseguido amueblar la casa por si sola a través de los años, desde los cojines del sofá hasta la pantalla japonesa desplegada y pintada con un diseño de ramas. Las cortinas que enmarcan el retrato de la ventana en el otro extremo de la sala eran semi-pintadas, en la sala sólo se derramaba la luz suficiente como para tocar los pequeños pedazos de oro en el cabello oscuro de Jem y estuvo a punto de dejar caer las tazas de té.
Apenas se habían tocado en el taxi de regreso a la Puerta de la Reina, sólo se sostuvieron las manos firmemente en la parte posterior de la cabina. Él había deslizado sus dedos sobre el dorso de los de ella una y otra vez mientras comenzó a contarle la historia de todo lo que había sucedido desde la última vez que ella visitó Idris, cuando la Guerra Mortal, en la que ella había luchado, terminó. Cuando Magnus le había señalado a Jace Herondale a ella, y había mirado a un niño que tenía la cara hermosa de Will y los ojos como su hijo James.
Pero su pelo había sido esa maraña de rizos de oro rico de su padre, recordando lo que había conocido de Stephen Herondale, ella se había alejado sin hablar.
Herondales, alguien le había dicho una vez que ellos eran todo lo que los Cazadores de Sombras tenían que ofrecer, todo en una sola familia: tanto lo mejor como lo peor.
Puso las tazas de té sobre la mesa - un viejo baúl, cubierto de sellos de viajes de las muchas veces que viajó - con un golpe audible. Jem se volvió hacia ella y vio lo que tenía en sus manos...

Uno de los estantes para libros contenía una exhibición de armas: cosas que ella recolectó alrededor del mundo. Un misericorde delgado, un cuchillo de trinchera, una espada corta, y docenas de otras. Pero la que Jem había agarrado y estaba observando era una cuchilla de plata delgada. Su mango estaba oscurecido por haber permanecido sepultada durante muchos años. Ella nunca la había limpiado porque la mancha en la hoja era la sangre de Will. La hoja de Jem, con la sangre de Will, enterrada junto a las raíces de un roble. Una especie de magia compasiva que Will había realizado cuando él pensó que había perdido a Jem para siempre. Tessa la había recuperado después de la muerte de Will y se la ofreció a Jem, él se negó a aceptarla.
Eso fue en 1937.

- Guárdala -, dijó él ahora, con la voz entrecortada.
- Puede que alguna vez llegue el día -.

- Eso es lo mismo que me dijiste -. Ella se acercó a él, con sus zapatos golpeando el suelo de madera. - Cuando intenté que te la quedarás -.

Él trago saliva, deslizando sus dedos por toda la hoja.
- Él simplemente murió - dijo.

Ella ni siquiera tenía que preguntar quien era "él". Solo había un "él" cuando ellos dos hablaban.

- Estaba asustado. Vi lo que le pasó a los otros Hermanos Silenciosos. Vi como se endurecian con el tiempo, perdieron a la persona que una vez fueron. Como a medida que sus seres queridos morían, ellos se volvían menos humanos. Tenía miedo de perder mi habilidad de preocuparme. Miedo de perder lo que esta cuchilla significaba para Will y lo que Will significa para mí -.

Ella colocó su mano en el brazo de él. - Pero tú no olvidaste -.

- Yo no perdí todos mis seres queridos -. Él la miró, y vio que sus ojos tenían oro en ellos también, preciosas escamas brillantes entre el marrón. - Yo te tuve a ti -.

Ella exhaló; el corazón le latia con tanta fuerza que su pecho dolió. Luego se dio cuenta de que él estaba agarrando la hoja del cuchillo, no sólo la empuñadura. Rápidamente se le arrancó de las manos. - Por favor, no -, dijo ella. - No puedo dibujar un iratze -.

- Y yo no tengo una estela -, dijo, mirando mienttas dejaba el cuchillo en su plataforma.
- Ya no soy un cazador de sombras ahora -. Él miró sus manos; había líneas rojas finas a través de sus manos, pero no habían cortado piel. Impulsivamente, Tessa se inclinó y besó sus manos, luego dobló los dedos cerrados, sus manos sobre las de él. Cuando ella levantó la vista, las pupilas de Jem se habían ampliado. Podía oír su respiración.

- Tessa -, dijo él. - No -.

- ¿No qué? -. Ella se apartó de él, pero, por instinto. Tal vez él no quería ser tocado, aunque en el puente, no le había parecido de esa manera...

Después Del Puente: Jem y TessaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora