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—Y bueno... Escuché que la Fundación Styles ayudaba a nosotros los omegas en esta situación, sólo necesito trabajo, la gente me rechaza en cuanto ven mi marca, yo no tengo la culpa de que mi alfa sea un imbécil, ¿Sabe?—. Anne escuchaba cada palabra que salía de los labios de la omega rubia.

De eso se trataba su trabajo, escuchar, escuchar y escuchar a omegas acomplejarse, sus tragedias, tristezas y derrotas.

Se alegraba de que su hijo aún fuese bastante joven con sus veinte años como para vivir una vida dramática con un alfa.

—Amelia—. Pronunció Anne mientras estiraba sus manos y tomaba las de la mujer en un suave agarre, transmitía confianza con ello, una estrategia que servía para lo que estaba a punto de decir.—Puede que te ayude a encontrar un trabajo—. Comenzó y pudo ver los ojos de la omega iluminarse, aquel par de orbes mieles podrían engatusar a cualquier alfa.—Pero no te aseguro que puedas conservarlo, o que te paguen igual de bien, yo sé cuán mala es la sociedad.

A pesar de que Anne Styles era una alfa, con un aroma bastante penetrante haciéndolo notar, con los omegas tenía un trato dulce que les hacía creer cada palabra que decía, además las facciones de su rostro irradiaban sólo una cosa, calidez.

Calidez disfrazada.

—¿Qué tan dispuesta estás con amar a otro alfa, Amelia?—. Continuó Anne tomando con firmeza las manos de la omega sintiendo como la chica se tensaba.

—N-no sé a qué se refiere.

—Cariño, todos tenemos oportunidades para amar y también para volvernos a enamorar, así es la vida—. Dejó unas caricias sobre las manos de la joven.

—No lo sé... Sería difícil adivinar si un alfa es un imbécil o no.

La sonrisa de la alfa creció y soltó con suavidad sus manos, dejando un rastro casi fantasmal sobre la muchacha.

—Si tú me dices que sí, yo pudiera darte una oferta mucho mejor, una dónde no tuvieras que preocuparte siquiera por encontrar trabajo, ni de buscar otro alfa, sólo ser feliz, Amelia... A cambio de una condición—. Las palabras eran tentadoras, la alfa lo había pintado de una forma casi ensoñadora y en sí la realidad era tan lo contrario, era casi como vender su alma al mismísimo Diablo.

—¿Y cuál es?—. Bingo, una más.

—Ser compañera de un alfa—. Los hombros de la Alfa se alzaron como si le restara importancia, aquellas técnicas habían sido manejadas por Anne desde hace mucho tiempo, siempre buscando convencer.—Es un buen trato, tú le acompañas y ellos te dan de vivir.

Sus palabras no parecían convencerla, Amelia podía parecer tonta pero no lo era, sabía que necesitaría más palabrería.

—No me refiero a solo darte comida, ellos realmente te dan todo lo que alguien necesita en la vida, normalmente son alfas empresarios con buenos puestos, necesitan de un omega para justamente lo que tú entiendes a la perfección, Amelia... No ser juzgados ante la sociedad, probablemente te llevarías bien con uno de ellos, puede que incluso se entiendan—. Anne hizo una pequeña mueca, como si la muchacha estuviera perdiéndose una gran oportunidad.—Hoy tengo muchas reuniones, podrías conocerlos incluso, son buenos alfas.

—¿Me puedo quedar hoy?—. Y ahí estaba lo que esperaba, perfecto.

—Claro que puedes, tengo los contratos justo aquí—. Del cajón de su escritorio sacó una carpeta de cuero en dirección suya.

Lo que especificaba en el contrato era básicamente lo que la Alfa ya le había explicado, cosas varias y demás. Hacer que Amelia firmara no fue cosa de otro mundo.

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⏰ Última actualización: Sep 01 ⏰

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The Perfect Omega  [l.s.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora