Capítulo 8: Empieza la cacería

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En el aeropuerto de Barajas, los controladores aéreos tomaban un café tranquilamente. Los pocos vuelos que se esperaban aquella noche tardarían una hora en llegar por lo que tenían tiempo para relajarse de su trabajo.

- Venga Antonio, no me jodas, te quedaste dormido en el bar, ni para emborracharme vales.

- Venga Rafa, no me lo tomes en cuenta, de verdad que aún me pones.

- Si lo sé, pero me gusta picarte tonto.

- Y lo que te gusta hacerme rabiar, bribón.

Rafa y Antonio, dos controladores aéreos que aceptaron el trabajo para poder demostrarse su amor a espaldas de su familia y amigos, se encontraban tomando tranquilamente un café mientras revisaban el radar de la pista. De pronto un punto apareció en el radar. Antonio, quien había visto el radar, dejó el café en su posavasos y miró por la ventana.

- ¿Qué cojones...?

Ambos controladores aéreos vieron un avión enorme llegar al aeropuerto. En el avión no había ningún logo más allá de la cara de un tigre. Rafa encendió la radio de inmediato y encendió el micrófono intentando contactar con el extraño avión.

- Aquí central, avión sin identificar, responda.

No hubo respuesta.

- Aquí central, responda por favor.

El avión seguía sin responder y se disponía a aterrizar. Antonio no aguantó más y contactó con seguridad, informando del aterrizaje no autorizado. Los guardias se posaron en la rampa de aterrizaje. El avión aterrizó aparentemente sin contratiempos. La compuerta de carga se abrió y se oyó un motor dentro.

- Muy bien, salid despacio e identificaos por favor.

Una furgoneta adornada con tigres y leones a los lados con un patrón de colores verde y amarillo salió del avión con mucha más velocidad de la que un vehículo de sus características debería ser capaz de alcanzar. Los guardias esquivaron la furgoneta como pudieron.

- ¿Qué cojones?

- Lo siento señores, pero no podemos dejarlos vivos, no debe haber testigos. - Dijeron unos hombres vestidos con uniformes militares que salían del avión.

Un tiroteo se escuchó en el aeropuerto aquella noche, a la par que un vehículo arrasando por los pasillos interiores del aeropuerto, cargándose unas cuantas puertas. Nadie sabe lo que ocurrió, pero aquel evento anunciaba un cambio en el statu quo de la ciudad.

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Valeria, Andrés y Angie dormían tranquilamente. Angie se encontraba entre los dos adultos, los tres dormían plácidamente hasta que Valeria se despertó, miró con una sonrisa a su amigo y la pequeña acurrucados en la cama y se fue a hacerse un café. Al rato Andrés y Angie aparecieron por la puerta, estirándose. Andrés sonrió a Valeria y Angie bostezó.

- Buenos días, ¿Hay cereales? - Dijo la pequeña acariciándose un ojo cerrado con su mano.

- Sí, creo que tenemos algo de cereales peque.

Andrés se acercó a Valeria.

- ¿Y hay más café?

- Tal y como a ti te gusta, sírvete.

Los tres desayunaron tranquilamente hasta que un puño llamó a una de las ventanas del piso. Valeria se acercó a la ventana y vio a Nómada apoyado en ella. Abrió la ventana y le dejó pasar.

- ¿Esteban? ¿Qué haces aquí tan temprano? No es propio de ti.

- En realidad intenté venir ayer por la noche, pero tengo que dar una noticia un poco preocupante y no me parecía de recibo arruinaros la noche. Sois una bonita familia.

Gunspider 3: la gran caceríaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora