Nada peor podría pasar en estos momentos, o eso es lo que quiero creer, porque más roto ya no se puede estar. Por unos instantes, en mi estado inconsciente sentí que ya no iba a regresar con vida. Siento que estuve en el cielo, o en algún lugar fuera de este plano terrenal. Pude ver mi alma alejándose de mi cuerpo, pude ver a Andrés checando mi pulso, pude ver mi vida pasar ante mis ojos. Ahora me siento más inseguro que antes, no le tenía miedo a algo tan común como la muerte en sí, pero ahora que ya todo cambió, siento el doble de miedo, no hay tranquilidad, ya no hay paz mental.
¿Qué puedo hacer? En realidad, nada. Intenté dar lo mejor que pude y terminó todo hecho mierda. Estoy recostado en una camilla en el hospital, me siento tan inútil así. Recién estoy despertando, creo que perdí la razón por completo.
Entran Andrés y mi mamá al cuarto donde estoy yo. Al menos no soy el único aquí, al parecer es comunal. Solo estoy recostado sin nada conectado en los brazos o en el rostro, solo unos puntitos en mi pecho, que llevan a un cable y este a una máquina, no tengo idea para que sea.
– ¿Cómo te sientes hijo? – pregunta mi madre.
– Creo que bien – en realidad no, mentí. – ¿Qué fue lo que me pasó?
– Te desmayaste y quedaste inconsciente un buen rato por un ataque de ansiedad, eso fue lo que dijo el doctor – me dice Andrés y siendo honestos, no me sorprende, después de lo que pasó me extraña lo mucho que tardó mucho en reaccionar mi mierda mental.
– ¿Saben algo de León? – les pregunto, ellos se voltean a ver entre sí.
– Él está bien. Perdió bastante sangre pero los doctores lograron atenderlo pronto y le salvaron la vida – me responde mi amigo. Esas palabras me dan un gran alivio, pensar que llegue a tiempo me trae una mínima paz mental.
– ¿Puedo ir a verlo?
– El doctor recomendó que no, por tú bien y el de él – dice mi madre. Fruncí el ceño.
– Bueno. ¿Al menos me puedo levantar de aquí?
– Déjame llamar al doctor para que me diga qué puedes hacer – dice mi mamá y sale de la sala. Andrés se queda junto a mi.
– Me alegra que ya estés mejor – dice el.
– Sabes que en realidad no lo estoy, pero no quiero alarmar a mi madre.
Por un momento, Andrés se queda callado al escuchar mis palabras.– Aquí afuera están Sara, Rodrigo, Mario, Francia, Dante y… – hace una pausa.
– ¿Martín?
– Si, él. Llegó molesto y alterado pero pasando el tiempo se fue calmando, no te preocupes por eso.
– Me preocupa más León, necesito hablar con él después de todo esto.
– Te entiendo pero… no dejes que esto que paso te tenga atado a ese amor, solo es un consejo, no lo tomes mal – dice él, yo volteo los ojos.
– No lo tomes a mal, pero la última vez que hice caso a un consejo tuyo un chico estuvo a punto de morir por suicidio – le digo, sin pensarlo. Sé que no estuvo bien pero ya lo hice.
Andrés vuelve a quedarse callado esta vez hasta que un doctor entra para ver cómo estoy yo.
– Bien, vamos a revisar cual es tu situación, empecemos por tu corazón – dice el doctor, que irónico hablar de un mal de corazón, cuando es claro que el mio esta destrozado en mil pedazos.
Después de media hora de una buena charla con el doctor, me dijo que podía irme, no sin antes decirle a mi madre que necesitaba una valoración psicológica para poder trabajar con mi ansiedad y mi pánico. Si me pongo a considerarlo es porque sé que es algo que necesito en mi vida.
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Más Allá de Lo Que Somos
Ficção Adolescente¿Cómo puedes combatir algo que no está a simple vista? Algunas veces, los problemas y las presiones de la vida son más que agobiantes, en especial para Armando, un chico que sufre trastorno de ansiedad y pánico. No tiene idea alguna de cómo superar...