II

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—¡Tucker!

Craig volteó a tiempo para atrapar el balón que Stan le había lanzado. Sabía perfectamente las intenciones de Stan. Miró de reojo al entrenador pero éste estaba conversando con dos chicos que hacían de defensa en el equipo. Craig se dirigió a los camerinos ignorando la maliciosa sonrisa de Stan, el capitán del equipo. Craig aguantaba la actitud presumida de Stan solo porque sabía que éste sería su último año, por lo tanto, la capitanía pasaría directamente a Craig el siguiente año.

—Borra esa cara larga, Craig, solo te tiene celos— murmuró Clyde mientras se cambiaba.

Pero estaba cabreado. No había sido exactamente un buen día y sí, la culpa como siempre era de Stan Marsh.

Salió de las duchas y se puso la ropa. Clyde estaba esperándolo en su auto. Se despidió cuando llegaron al complejo de apartamentos en donde vivía solo con su madre, Laura. Craig no tenía padre. O al menos lo tubo, pero se esfumó semanas antes de que Laura diese a luz. Creció con el resentimiento en su corazón, el esfuerzo y cariño de su madre le impulsó a convertirse en la persona valiente y capaz que su padre inexistente nunca fue.

Tenía un test de biología el lunes a primera hora, sabía que no era tan necesario estudiar para ello, confiaba en sí mismo y en su capacidad para la materia. Lo que si quería era descansar. Agotado, se tumbó en el sofá y cerró los ojos. Lamentablemente tres toques en su puerta fue su impedimento.

Por supuesto, Tweek Tweak, el niñato de primer año con catorce años que aparentaba quince debido a su altura, imposible despegarlo de su lado, hijo de Helen quien se había casado con Richard Tweak, el mejor padrastro del mundo. Cómo lo pudo olvidar.

Era una rutina agotadora. Se saludaban, se preguntaban por el día de cada uno. Jugaban juegos de carrera, luchas y futbol en la consola. Comían un poco. Tweek le pedía que le explicase alguna asignatura que no entendió. Finalmente llegaba Laura con la cena y era donde Tweek creía conveniente subir a su apartamento. Sucedía de esta forma desde que Craig tenía quince, obviamente ya se había acostumbrado.

Abrió la puerta.

—Hola Tweek.

—¡Hola Craig!

El mayor no necesito decirle que pase. Cerró la puerta tras él. Craig lo observó por un momento. Sí, era odioso y cansado tenerlo de compañía todo el tiempo, pero había algo en su forma de actuar, sus ojos, o incluso su cabello corto pero despeinado, que le hacía lucir... adorable.

—¿Qué tal te fue hoy?

—Bien.

Una de las muchas cosas que Craig había aprendido del menor con el paso del tiempo era su torpeza para mentir. Y lo mucho que Tweek odiaba el no poder hacerlo correctamente por más que lo intentase.

Craig le dio unos de los controles después de haber encendido el juego. Futbol, otra vez.

—¿Ya hiciste tus tareas?

—Sí.

Ahí estaba de nuevo, la voz de Tweek sonaba diferente cuando mentía. A Craig no le importaba el hecho de ser una de las muy pocas personas capaces de reconocer aquello en la garganta de Tweek. Lo dejó pasar para después.

—¿Y el cuaderno para qué?

Tweek sonrió avergonzadamente.

—No planeo hacerlo por ti.

—No, nada de eso...

—¿Quieres que te ayude?

—Ajá.

—Me pregunto por qué eres tan distraído en las clases.

Y Tweek se preguntaba como Craig no lo era. Cómo Craig podía alcanzar siempre las máximas notas, y cómo había ganado cierto respeto entre los de su grado y los grados menores. Cómo hacía para ser condenadamente bueno en el fútbol y romper el corazón de muchas chicas. Todo al mismo tiempo. Soltó inconscientemente un suspiro.

I wanna be with you |Creek|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora