Capítulo 3

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—Buenas tardes, jóvenes —dijo el maestro con un tono entusiasta como el día anterior, que comenzaba a irritarme—. Como saben, las clases serán martes y jueves, así que debemos avanzar, ya que me iré en unos meses. Ahora, cada uno haga la presentación del libro que quieran. Elijan dos, no quiero historias repetidas.

Había pensado en presentar mi parte favorita de «Romeo y Julieta», pero preferí no hacerlo al saber que alguien más lo escogería. Y no me equivoqué. La primera chica que pasó lo hizo. Dijo el nombre de la obra y autor con mucha ilusión. Al instante, me arrepentí de no haberle prestado atención a Patrick la última vez que habló del libro que estaba leyendo.

—Qué poca imaginación.

Susurró Jack. Y, por desgracia, pensé que tenía razón.

Fui la última en pasar al escenario, una buena noticia. Opté por adaptar «Matilda» y, al parecer, les gustó mucho... bueno, en realidad, solo aplaudieron tres, sin embargo, para mí fue un avance. Aquello me levantó el ánimo.

El maestro nos felicitó por nuestras participaciones, y me alegró verlo tan entusiasmado.

Antes de dejarnos ir, nos dio unas hojas para ensayar la obra que presentaríamos en unas semanas. La audición sería el próximo jueves.

Traté de moverme lento para no encontrarme con Jack en la salida. Y funcionó. Por primera vez un plan, sin pensarlo, salió bien. Así que agregué como nota mental intentarlo de nuevo.

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A las siete ya me encontraba en casa. Al entrar, mi papá miraba la televisión. Pensé que no se había dado cuenta de que acababa de llegar, pero mi mala suerte regresó de sus vacaciones.

—¿Dónde estabas? —preguntó con tranquilidad, sin despegar la vista de la pantalla. Sabía que se encontraba molesto.

—En clases de teatro.

—No dejaste una nota. —Su rostro se mostró relajado. Eso me asustó un poco.

—Te dije los días que son las clases para no preocuparte.

Si lo hiciera.

—Pero no mencionaste que llegarías a esta hora.

—Lo siento. Quería estar sola un rato para pensar sobre la obra que presentaremos en un mes.

—¿Sola? ¿A esta hora?

—Sí. Y, lo sé, soy muy pequeña para estar fuera de casa a esta hora.

—Estás castigada. —Tomó un periódico y empezó a leer—. No irás a la siguiente clase de teatro.

¿Escuché mal? Tragué saliva. No podía faltar. No cuando el maestro quería a todos para que la obra saliera excelente.

—¿Qué?

—Lo que escuchaste —respondió con el mismo tono que al principio—. Agradece que no te lo voy a quitar por completo.

—Pero, no puedo faltar —titubeé—. El maestro quiere presentar esto frente a la escuela.

—No me importa. Espero que así aprendas a avisar dónde vas y llegar a la hora acordada.

No hablé y caminé hacia mi habitación. Estaba muy molesta por su castigo sin sentido. Además, siempre lo obedecía en lo que quisiera, y era la primera vez que me revelaba ante su dictadura. Pero claro, para sus ojos mis deseos eran estupideces de una niña caprichosa.

Después de hacer mis tareas pendientes para el día siguiente, me di una relajante ducha. Era la mejor manera para que el enojo abandonara mi cuerpo, al igual que mis malos olores. Solo así dejé de pensar en todo lo que pasaba: en mi papá, Emily, Patrick, la idiotez de Jack, la escuela, y las clases de teatro.

Al salir, me puse el pijama amarillo, que era mi favorito, y comencé a leer la obra que el maestro quería presentar: Romeo y Julieta. Cliché. Aunque, por alguna razón, él le tenía mucho aprecio.

En las primeras páginas me quedé dormida.

Maravillosa sonrisa (EDDE#1) (Nueva versión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora