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“¡Mierda!” maldijó Aleis cuando vio a lo lejos a dos Tauros peleandose, de nuevo.

Aleis, era un joven de 16 años, pelo castaño y tez bronceada, un campesino en toda regla, su único rasgo distintivo eran sus profundos ojos azules… Aleis, sin apellido, huérfano.

Sus padres decidieron que no merecía la pena y lo abandonaron después de nacer en un humilde orfanato en pueblo Acuarela, orfanato que por cierto, nada más cumplir 16 años hace un par de meses, lo había echado a su suerte en un mundo lleno de peligros.

Rápidamente alcanzó a los dos Tauros y se metió entre los dos, “Woah woah los dos calma” Poco a poco los Tauros se calmaron y se alejaron bufando sonoramente.

“¡Eres un loco zagal!” Gritó Frank, el dueño de la granja donde Aleis trabajaba ahora para subsistir, Frank era el dueño de una granja a las afueras del pueblo boceto y también era él único que había aceptado a un huérfano de 16 años.

Cobraba una miseria después de duras horas de trabajo pero sobrevivía.

En el mundo donde vivían los pokemons eran seres poderosos y muy peligrosos, por eso Frank pensaba que era un loco cuando se acercaba con tanta confianza a los Tauros rabiando.

Aleis tenía una visión diferente, él tenía un talento innato para interaccionar con los pokemons de la granja, aunque cierto era que estaban domesticados para el trato del humano. Él trabajaba con Tauros, Skiddos y Miltank.

Él siempre había querido ser entrenador pokemon, por desgracia solo existían dos formas de convertirse en uno.

El primero era formar parte de la alianza de entrenadores, pero solo se podía acceder si tus padres eran miembros o si conocías o eras una persona poderosa, Aleis no encajaba en ninguno de los dos grupos.

La otra era unirse a una organización criminal, en el caso de Kalos, el team Flare. Aleis se consideraba una persona legal, pero la injusticia social de su situación le habían llevado a considerar esta última opción durante los últimos meses.

Estaba desesperado, ya había considerado todas sus opciones, si se volvía lo suficientemente fuerte podría llamar la atención de alguna persona importante, pero para volverse fuerte, necesitaba un pokemon.

La forma más segura de conseguir un pokemon era comprandolo, pero un bidoof débil podía costar 1000 pokedolares, Aleis ganaba 1500 pokedolares al mes y el alquiler y la comida se llevaban 1000, así que le tomaría dos meses de trabajo conseguir un pokemon muy débil.

Aleis resopló disipando sus pensamientos.

Pokémon: Whatever It TakesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora