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Patear una roca era su forma de entretenerse camino a casa, no había alguien que lo acompañará y le hiciera plática durante el trayecto.

Estar sólo no era su actividad favorita, nunca lo había sido, es por eso que casi siempre se auto incluía en el grupo de Spreen, ahora no podría hacer eso porque se comportó como un idiota con él.

No era su culpa, si Roier jamás hubiera conocido a Juan el no tendría que haberse alejado de su único amigo.

Suspiró con pesadez, estaba enojado, no podía seguir permitiendo que alguien tan insignificante como el niñito protegido de lentes le afecte tanto.

Entró a su casa con precaución de no hacer mucho ruido, notó la pila de trastes sucios y el polvo acumulándose en el piso, tendría la tarde ocupada y no por gusto.

—Má ya llegué— habló casi en susurro, realmente no queriendo que se enterarán de su presencia.

—¡Alex!, hasta que llegas, ¿Ya viste el cochinero que es la casa? ¿Qué tanto haces en la calle para que apenas llegues?, ve a limpiar que tu Willy tal vez venga hoy—

Antes de pudiera protestar un lloriqueo se escuchó en una habitación lejana a dónde estaban.

—Otra vez tití— murmuró mirando en la dirrección en la que venía el sonido —Hazlo rápido— Advirtió para después alejarse del menor y atender al más pequeño.

Quackity apretó la mandíbula a la vez que fruncía el entrecejo, odiaba que lo obligarán a hacer esas cosas, el tenía que encargarse de ser un adolescente rebelde viviendo quién sabe cuántas aventuras, no siendo una estúpida ama de casa como su madre, que para empezar ni siquiera era mujer como para usar ese sobrenombre, Staxx era un gran hombre y la gente no podía verlo así solo por ser un padre soltero gay.

Si, su "madre" realmente no era su gran inspiración y eso lo había entendido aquel día que varios niños se burlaron de él por decirle "mamá".

Tal vez por eso comenzó aquella estupidez de molestar a cualquiera antes de que el sea molestado, Juan en ese entonces sólo quedó estancado en su campo de visión a la hora de buscar una víctima.

Recordar a ese castaño bajito y de lentes le hizo relucir una sonrisa, como si el enojo anteriormente causado se hubiera dispersado, Juan era simplemente perfecto a la hora de golpear.

Su cuerpo tan frágil que con un simple empujón lo podía tirar, su pálida piel (seguramente por su pequeño episodio depresivo) era tan blanca como un lienzo que con un pellizco se tintaba de rojo.

Y dios, solo por eso había intentado ser su amigo, para darle uno que otro golpe sin mala intención, solo para disfrutar ver cómo le quedaban tan bien sus puños marcados en su piel.
Pero no, todo tuvo que salir mal, el maricon tenía que enamorarse de él y tener la estúpida idea de besarlo, eso fue horrible.

De solo pensarlo unas inmensas ganas de golpearlo lo invadió, lástima que ahora mismo no estaba ahí, su único método para distraerse tendría que ser  acatar la órden que apenas llegó a su casa recibió.

Podría aprovechar para idear un plan para acercarse al castaño sin que ninguno de los estorbos lo detenga.

Juan y Drako se miraron fijamente, estaban fuera de su casa, llevaban discutiendo desde que salieron de la zona escolar

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Juan y Drako se miraron fijamente, estaban fuera de su casa, llevaban discutiendo desde que salieron de la zona escolar.

—Le diré a mamá y no hay forma de que lo detengas o niegues— Drako tenía la misma postura desde que encontró a Juan a punto de ser molestado.

No estaba contentó con lo que pudo o puede sucederle a su hermano menor y claramente no se quedaría callado, estaba dispuesto a hacer que Juan volviera a sus clases en casa.

—Drako considera la idea aunque sea un poco, mira se que parecía que yo iba a valer madres pero neta que tengo todo controlado, lo juro— se puso frente a la puerta, impidiendo que su hermano entre y cuente lo que pasa realmente.

—¿Ah si? Creí que estaban a punto de golpearte y no había nadie medianamente cerca más que yo, no parece que eso esté controlado— se cruzó de brazos, hablando en tono autoritario y de superioridad.

—¡Claro que si!, Spreen y Roier ya iban a llegar, ellos hubieran hecho algo, lo han estado haciendo todo el tiempo— se tapó la boca rápidamente, eso sonaba más en su contra que a favor.

Drako alzó una ceja, quitó su expresión de "tengo razón y lo sabes" para poder hacer a un lado a su hermano menor.
No hizo mucho esfuerzo, Juan era delgado y muy liviano.

Entró a la casa siendo seguido por el castaño más claro, tenía un aura deprimente y eso lo hizo reconsiderar sobre su contárselo a su madre o no.

—Drako...—

El mayor volteó a verme y los ojos de cachorrito triste fue lo primero que vió, rodó los ojos sabiendo que discurso se vendría.

—De verdad se que hacer, dame chance ¿Si? Confía en mí y si no sale como creo pues yo le digo a mamá, pero lo que quiero ahorita es poder arreglar este problema sin mucha ayuda ¿No te importa lo que yo quiera?—

Maldito. Mocoso. Manipulador.

Drako quiso arrancarse el pelo por haber considerado tenerle fé a las desiciones de Juan, no podía simplemente sacrificar a su hermano por sus propios pensamientos de sanador.

—¿Prometes cuidarte bien y hablar cuando sepas que ya no está dentro de tus manos?—

—¡Sisisisi lo prometo!, gracias gracias Drako te juro que lo voy a arreglar todo— abrazó a su hermano con entusiasmo —Yo te iré contando todo, confía en mí—

Respondió el abrazó con pereza, no sabía si realmente había sido buena idea confiar en la determinación de Juan para terminar de con su bully de años.

Esperaba no haberlo condenado.

Cagón       (Juackity)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora