Tres días para el cumpleaños de mi abuela.
Era viernes y, por la semana de celebraciones, Evelyn solo tuvo que trabajar durante tres horas en el colegio. Fue un aviso de última hora, así que me llamó a media mañana para preguntarme si me apetecía que pasáramos lo que quedaba de mañana juntos haciendo cualquier cosa. Acepté enseguida y, en solo veinte minutos, ya había llegado al colegio para ir a buscarla.
Frente a casi todo el profesorado del colegio, no dudé en plantarle un beso apasionado antes de saludar a los compañeros de trabajo de Evelyn. La mayoría de los presentes no tardaron mucho en reconocerme, lo veía en sus caras, pero Evelyn logró arrastrarme hacia el coche antes de que alguien le preguntara algo al respecto.
Sabía que no se avergonzaba, de hecho pude ver que le había alegrado un poco ver alguna que otra expresión de envidia por parte de alguna de sus compañeras de trabajo, pero quería llegar al apartamento y disfrutar de su poco tiempo libre mientras pudiera después de veinte días sin vernos salvo para cenar y dormir. Eran un par de horas en las que podíamos hablar acerca de cómo había ido nuestro día mientras cenábamos, antes de ver algo en la televisión e irnos a dormir.
Pasamos por una cafetería antes de regresar al apartamento. Pedimos un par de cafés para llevar cada uno y, después de decirle que no estaba tan bueno como los que ella preparaba, condujimos de vuelta al bloque de apartamentos entre risas.
Aunque, desde la pequeña cena familiar en nuestro apartamento con mi padre y mi abuela, decidimos no volver a tocar el tema de la fiesta de cumpleaños. Evelyn ya no estaba tan nerviosa desde esa noche, así que no iba a echar más leña al fuego.
Pasaron veinte minutos hasta que llegamos al aparcamiento y Evelyn aparcó el coche en una de las dos plazas de garaje que teníamos. El todoterreno seguía siendo la joya de la corona entre los dos coches, siendo el que más utilizábamos a la hora de salir juntos, pero Evelyn le tenía un gran cariño a su coche y siempre se iba a trabajar con él.
En cuanto llegamos al ascensor, empecé a besar el cuello de Evelyn. Y, al ser más alto que ella, tuve que agacharme un poco mientras apartaba los mechones del pelo del cuello para poder seguir haciéndolo.
Evelyn solo podía suspirar mientras sonreía.
—¿No puedes esperar a llegar a casa? —rio Evelyn, a lo que negué con la cabeza mientras le mordía el cuello— Eres un pervertido sin remedio...
—Hay que aprovechar el momento sin visitas sorpresa, pulguita —susurré abrazando a Evelyn por detrás y metiendo su mano por dentro de la camisa que llevaba—. El otro día no pudimos por mi abuela y mi padre...
—Espera a llegar a casa —me repitió Evelyn, mirando de reojo hacia una esquina del ascensor—. Hay cámaras y no pienso ofrecer una cinta porno casera porque se te haya puesto dura en el ascensor.
—No seríamos los primeros.
—No me voy a arriesgar a aparecer en un puto programa de la prensa como tu primo cuando se fue a un prostíbulo. No es mi sueño, la verdad.
No pude evitar reírme mientras le daba la vuelta a Evelyn y comenzaba a besarla en el ascensor como si llevara varios días sin hacerlo. Intentó apartarme durante unos segundos, pero enseguida cedió en sus intenciones y comenzó a devolverme el beso.
—Unos besos no harán daño, ¿no? —susurré, mientras ella negaba con la cabeza antes de volver a besarnos.
En cuanto sonó la campana del ascensor, anunciando que habíamos llegado a nuestra planta, Evelyn no tardó en saltar sobre mí como si fuera un koala y salimos del ascensor sin dejar de besarnos. Tuve que utilizar la poca cordura que me quedaba para abrir la puerta y desconectar la alarma a la vez que Evelyn comenzaba a besar mi cuello como si fuera un vampiro sediento de sangre.
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Un amor por casualidad
RomanceÉl es la persona más despreocupada del mundo. Ella la que tiene demasiadas responsabilidades. ¿Qué pasaría si te dijeran que a veces las personas más diferentes entre sí también son las más compatibles entre ellas? Como hasta el más estúpido de los...