Axel

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—¡Ay, venga! Por lo menos que me den una pequeña pista —me quejé por decimoquinta vez en la última media hora mientras Evelyn y yo entrábamos en una pastelería.

Quedaban tres días para nuestro primer aniversario y habíamos decidido celebrar el baby shower de nuestro bebé en el jardín de la mansión de la abuela ese mismo día. Como pudimos predecir, mi abuela no había conseguido quedarse callada con el resto de la familia, por lo que todo el mundo estaba invitado a la revelación del sexo del bebé, al igual que Laura, Sergio y Paula. Quien, aunque al principio dijo que no quería ir, mi prima Amelie y Laura lograron convencerla para que ver si Evelyn y ella lograban limar antiguas asperezas y llegar a ser buenas amigas.

Sin embargo, a Evelyn no le hizo ninguna gracia recibir una llamada telefónica por parte de sus padres en cuanto se enteraron del embarazo.

Aunque mi abuela los había llamado por cortesía porque eran los padres de Evelyn y los otros abuelos de nuestro hijo, ella fue bastante clara a la hora de decirles que no estaban invitados a ese momento tan importante de nuestras vidas, recriminándole a su padre también que le ocultara la verdad antes de colgar la llamada. Siguieron insistiendo durante varios días, pero ella no dio su brazo a torcer al respecto aunque Sophie le dijera que, a pesar de querer ir con segundas intenciones de relacionarse con mi familia, el bebé seguía siendo su nieto.

Y luego estaba yo.

Que no quería esperar tres días para saber si iba a ser el padre de un niño o una niña, lo que hacía que Evelyn estuviera a punto de perder la paciencia en la pastelería.

—Axel, el objetivo de un baby shower es que todo el mundo sepa a la vez si es un niño o una niña. ¿Qué sentido tiene que lo sepamos nosotros antes que los demás?

—¿Para la decoración de la fiesta? —le pregunté, a lo que Evelyn negó con la cabeza antes de entregarle a la repostera el sobre con el sexo del bebé— Pulguita...

—Te he dicho que no —dijo Evelyn—. Seremos unas cincuenta personas en la celebración, debería ser una tarta bastante grande... ¿O mi amiga Laura tenía una idea diferente?

Aunque era cierto que mi abuela era la anfitriona en cuanto al lugar de la fiesta, sus amigas (incluida mi prima) se habían ofrecido a organizarlo todo: decoración, pastel, incluso la lista de regalos para los invitados. Evelyn se murió de la vergüenza al procesar que le iban a pedir al rey de la nación, o sea mi tío, que nos tenía que hacer un regalo, pero Amelie le dijo que incluso le hacía ilusión.

—No os preocupéis, vuestra amiga ya nos dio instrucciones acerca del postre —sonrió la repostera, antes de guardar el sobre sin abrirlo—. Incluso ya lo ha pagado, así que todo está correcto. ¿Deseáis algo más?

—Quiero saber si es una princesa —le dije a ver si colaba, a lo que Evelyn negó con la cabeza.

Pero, en cuanto vio el mostrador lleno de postres, no pudo evitar comprar dos docenas de napolitanas de chocolate al ver la buena pinta que tenían y empezar a comerlas mientras yo pagaba por su antojo.

Algo que me encantaba hacer.

En cuanto llegamos al apartamento, Sophie no dudó en empezar a preguntarnos qué tal nos había ido en la ecografía y provocarme un poco con el tema del sexo del bebé. Le dediqué una mala mirada a mi cuñada y me fui a la habitación.

Pude escuchar cómo ellas comenzaban a reírse y fue como si me molestara un poco más por no saberlo.

Me quité la ropa que llevaba puesta, quedándome únicamente en ropa interior, antes de meterme en la cama y cubrirme por completo por las sábanas. Era consciente de que era un berrinche bastante infantil, así que comencé a mirar la ecografía fijamente para ver si se me pasaba.

Un amor por casualidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora